Los antimonumentos se han convertido en un nuevo mecanismo de protesta por parte de los grupos de víctimas para reclamar justicia y por ende la búsqueda de la verdad. Esta acción colectiva comenzó en el año 2015, con la instalación del primero de ellos dedicado a los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa desaparecidos forzosamente, un caso paradigmático en México que dejó al descubierto la inmensa impunidad que ha invadido a las autoridades políticas y a las fuerzas de seguridad.
Ese día se repartió una postal a los asistentes que indicaba que el proyecto se definía como “una protesta permanente de reclamo y de justicia al Estado en el espacio público”. Las causas a las que hacen referencia estos antimonumentos son acontecimientos que no dejan de suceder; por lo menos hasta que exista verdad y justicia para cada uno de los agravios.
El simbolismo de estas formas monumentales pretende mantener encendida la alerta memoriosa y el reclamo social. Con esta iniciativa se deja una huella en el espacio público. En este sentido, son antigloriosos y antiheroicos, heridas abiertas que no pueden sanar.
De ahí que a los antimonumentos los acompaña un ritual: llamado de los nombres, pases de lista, fotografías, presencia de familiares, consignas claras y contundentes, de manera que no se deja lugar a dudas sobre el reclamo. Hay también una responsabilidad compartida en su mantenimiento, en su embellecimiento con flores y plantas, en la exigencia de que no sean removidos, y por supuesto, en las luchas ciudadanas que recuerdan permanentemente.
Su propósito principal es lograr interactuar con quien los mira. Pretender influir en los ciudadanos. Se espera una reacción, una afectación sensible, de conocimiento frente a la problemática o, al menos, de cuestionamiento frente al discurso proveniente de los sectores que acumulan el poder y lo utilizan para intereses personales, es decir, aquellos que actúan con incompetencia intencional.
La mayoría de estos antimonumentos se encuentran en la Ciudad de México, especialmente en Paseo de la Reforma, la avenida más importante y emblemática de la capital, recorrida diariamente por millones de personas y en la que adquieren aún mayor visibilidad, recordando en medio de este “desarrollo” urbanístico que aún hay muchas deudas pendientes con la sociedad, lo que implica un grave estancamiento, y aún más, un vergonzoso retroceso.
Colocado el 26 de abril del 2015, en el Camellón Central de la Avenida Paseo de la Reforma al cruce con Bucareli y Avenida Juárez, hace memoria a los 43 estudiantes desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa después de una serie de ataques en los que participaron policías estatales y municipales, así como el Ejército Mexicano y Elementos de la Marina Armada.
Tiene el número 43 por la cantidad de estudiantes que fueron víctimas en ese terrible hecho, pero se le agregó el signo de + por todas las desapariciones forzadas ocurridas en el país.
“Para los normalistas y para la sociedad en general representa la tristeza que se vive en México porque cada día desaparecen personas… Aunque cambien gobiernos, supuestamente de izquierda, el sistema es el mismo: siguen las corrupciones, siguen los asesinatos, las desapariciones forzadas, montones de crímenes. Las cosas no han cambiado, ni cambiarán hasta que el pueblo se organice y en conjunto puedan derrotar al sistema”, señala Carmelo Ramírez, sobreviviente de Ayotzinapa.
“Yo creo que el antimonumento debe permanecer ahí como un recuerdo de lo que pasó, de lo que se hizo mal, de lo que no se investigó. Y aun cuando se investigara la verdad y se castigara a los responsables, aun cuando hubiera justicia y garantías de no repetición, creo que el antimonumento debería continuar para siempre porque no se puede olvidar lo que pasó. Eso es lo que yo quisiera”, indica Omar García, otro sobreviviente de Ayotzinapa.
Por esta tragedia existen dos Antimonumentos en memoria de los 49 niños y niñas fallecidos y los 106 lesionados, todos menores de 5 años, como consecuencia del incendio de la Guardería ABC el 5 de junio del 2009, ubicada en Hermosillo, Sonora.
El primero se colocó el 5 de junio del 2017, ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en la Avenida Paseo de la Reforma, y está conformado por el número 49 con las letras ABC en la parte de abajo. El segundo se colocó la madrugada del 24 de agosto del 2022 frente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en CDMX, compuesto por 49 cruces blancas, cada una con el nombre de una víctima.
“Sentí que me desbordaba en lágrimas. De alguna manera me contuve, pero sí sentí esa necesidad del llanto y las lágrimas vinieron a mí. Todo esto mientras se instalaba (el que está ubicado en Paseo de la Reforma), aunque cada ocasión que estoy frente a él me genera lo mismo: es como si fuera la primera vez que lo veo”, narra Julio César Márquez, padre de uno de los niños fallecidos en el incendio.
“El antimonumento representa para mí el ‘No olvido’, la empatía y la solidaridad de la sociedad, así como el grito desesperado de un ABC NUNCA MÁS. El recuerdo al IMSS de que esto no debe volver a pasar; la vergüenza al IMSS de su negligencia, su corrupción, su indolencia. Recuerda que hay un pendiente de justicia por parte del gobierno federal. Representa también que, para empresarios ambiciosos, codiciosos, la vida de los niños no vale, solo el dinero es importante para ellos. Para mí, como mamá de Fátima Sofía, sólo amor, recuerdo y la esperanza de que mi hija no murió en vano”, comenta por su parte Julia Escalante, madre de una de las niñas víctimas de la tragedia.
El I MSS regenta alrededor de 1400 guarderías. 80 % de ellas son “subrogadas”, es decir, concesionadas a particulares y/o empresas privadas. En años recientes ha habido numerosas denuncias de que las mismas se han transformado en un negocio creciente que ha enriquecido cada vez más a familiares de políticos, sin tomar en cuenta las medidas de seguridad necesarias para estos espacios. La guardería ABC es un claro ejemplo: pertenecía a una prima de Margarita Zavala, esposa de quien al momento del incendio era presidente de México, Felipe Calderón.
La tragedia ocurrió a las dos de la madrugada del 19 de febrero del año 2006, en la Mina 8, Unidad Pasta de Conchos, cuando ocurrió una explosión. Setenta y tres trabajadores estaban laborando, ocho fueron rescatados, golpeados y con serias quemaduras.
Los restantes 65 mineros murieron a causa del derrumbe en esa mina de Coahuila, por acumulación de gas. Era propiedad de la empresa Grupo México. Cabe resaltar que 63 de ellos siguen sepultados, sólo dos cuerpos fueron recuperados.
La primera pieza memorial fue colocada el 19 de febrero del 2018 frente al edificio de La Bolsa Mexicana de Valores, de manera emblemática, como protesta contra las empresas que lucran con el sector minero. Tiene como símbolo el +65 en color rojo. El segundo fue colocado el 20 de febrero del 2018, un día después del primero, en el mismo lugar, tiene forma de jaula roja metálica con 63 cascos y grandes pedazos de carbón.
“Este antimonumento es el reconocimiento de los mineros del carbón. Es para los mineros del carbón que históricamente han aportado el carbón para los ferrocarriles, para la industria siderúrgica y para la energía eléctrica. Hasta la Revolución se movió con el carbón de Coahuila”, expresa Cristina Auerbach, integrante de la organización Familia Pasta de Conchos.
“Los familiares hablan del antimonumento todo el tiempo. Le tienen un enorme cariño, les encantó cómo se hizo y les encantó que además estuvieran los nombres… Yo cada vez que veo el antimonumento o cada vez que lo recuerdo no puedo evitar sonreír. Se me hace el símbolo más poderoso que tenemos. El antimonumento nos hace sonreír”, agrega.
La señora Trinidad Cantú Cortés, madre de uno de los mineros sepultados, asegura que “mientras que ellos sigan ahí, nosotros queremos seguir buscando el rescate de todos los mineros”.
El antimonumento fue colocado el 2 de octubre del 2018 por el 50 aniversario de la matanza estudiantil de Tlatelolco, encabezada por el gobierno de Gustavo Diaz Ordaz el 2 de octubre de 1968. Se encuentra en una jardinera frente a la calle Madero y la Plaza de la Constitución.
Es una estructura de hierro de base blanca y roja con un círculo encima en rojo-negro, la imagen simbólica de la lucha de 1968, que incluye una paloma de la paz. “1968 – 2 de octubre no se olvida”, dice la columna blanca que sostiene al antimonumento; más abajo, la consigna: “Fue el ejército, fue el estado”.
Alberto Híjar, activista, académico y exdesaparecido por razones políticas, dice que: “A 50 años de la masacre de Tlatelolco, optamos por la memoria viva. Conmemorar y honrar al movimiento estudiantil y social de 1968 exige continuar la lucha por las libertades democráticas. Ni memoria embalsamada ni héroes de bronce, la memoria histórica convoca a superar la añoranza estéril para dar lugar a señales y símbolos que hagan evidente la relación entre el pasado, el presente de lucha y el futuro deseado. A ello responde este antimonumento al 68 en el Zócalo de la Ciudad de México. Este símbolo escultórico concreta la consigna ni perdón ni olvido, y conmemora un acontecimiento trágico de nuestra historia. La represión y la feroz respuesta del Estado parecen no acabar de acontecer, se suceden las masacres y la impunidad. Estado cómplice, Estado omiso: es y fue el Estado. Las demandas de 1968 siguen vigentes y con este antimonumento se señalan responsabilidades y se reitera que nuestra lucha no claudicará jamás, hasta que haya verdad y hasta que haya justicia”.
Fue colocada durante la marcha del 8 de marzo del 2019, el día internacional de la mujer, en la Avenida Juárez, frente al Palacio de Bellas Artes. Participaron familiares y madres de víctimas de feminicidio.
Yesenia Zamudio, madre de Marichuy, víctima de feminicidio, expresa que “sobre la historia que nos han contado, esa no es nuestra historia. La Antimonumenta habla y grita fuerte, que nuestra historia es donde nos asesinan y desaparecen. Yo deseo que este sitio sea un lugar de memoria y exigencia de justicia“.
Una mujer periodista, testigo de cómo se colocó esta pieza, comenta: “La instalación fue un momento de fuerza y de rabia. Todas estaban apoyando, se sentía la fuerza de un montón de mujeres alrededor nuestro. Recuerdo las compañeras que se pusieron a rapear. Tomamos el espacio entre todas”.
La Antimonumenta es emblema del dolor que une a las mujeres, pero también de la sororidad que las salva, del abrazo de mujeres en medio del infierno que provocan el machismo y el patriarcado. “A pesar de todo, el ambiente era de alegría porque sabemos bien que nuestra única venganza es ser felices y esos momentos de unión son los que nos permiten seguir adelante”, añade la periodista.
“Es importante recalcar que La Antimonumenta – así como los demás antimonumentos– son de todas y de todos. No se debe adjudicar a ciertos grupos. Quienes contribuyeron a que exista hicieron una chamba importante. Están ahí para ser utilizados, repensados por todos, para que los asuman para su propia lucha. Hay que dejarlos ser”, concluye.
Se instaló el 22 de agosto del 2020 en la Avenida Paseo de la Reforma frente a la Embajada de Estados Unidos, para conmemorar a los 58 hombres y 14 mujeres migrantes asesinados en San Fernando, Tamaulipas, el 22 de agosto del 2010.
De acuerdo a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), el atroz hecho fue cometido por el crimen organizado, luego de intentar obligar a los migrantes a trabajar para ellos, estos últimos se negaron y fueron ejecutados sin misericordia. Sus cuerpos fueron abandonados.
El Antinomumento está ahí, entre otras cosas, para recordar a las autoridades que migrar es un derecho humano, y que garantizar la seguridad es una obligación.
“La idea de poner este antimonumento fue porque un grupo de familias centroamericanas vinieron a México el 2019 para hacer un acto de memoria y reclamar justicia ante las autoridades mexicanas, al cumplirse nueve años de la masacre de los 72 migrantes asesinados en Tamaulipas. Aquellos días las familias se presentaron tempranito frente a Palacio Nacional y mientras transcurría la mañanera escribieron con cal las letras grandes y en mayúsculas de la palabra JUSTICIA, mientras otros compartían su testimonio y otros prendían veladoras”, recuerda un integrante de la Brigada Humanitaria de Paz Marabunta, ONG que trabaja por garantizar la manifestación libre y pacífica.
Instaurado el 10 de junio del 2021, en la Avenida Juárez esquina con Humboldt, para recordar a las víctimas de la matanza de Corpus Christi el 10 de junio de 1971, en medio de una marcha estudiantil que se coordinó para apoyar a la Universidad Autónoma de Nuevo León, que exigía democracia de la enseñanza, libertad política y fin de la represión.
Recibe ese nombre porque la marcha fue interrumpida por el grupo paramilitar “Los Halcones”, quienes dispararon en contra de los estudiantes, dejando un número indeterminado de víctimas, aún más de medio siglo después.
Algunos asistentes a la instalación rememoran que descargaron “de la camioneta el antimonumento aún cubierto, sin revelar la identidad del cubo blanco que tiene en sus caras visibles diferentes frases inscritas”.
Las frases son: “Echeverría asesino ¡Fuiste tú!, 10 de junio 1971-2021 Crimen de Estado ¡Ni Perdón, Ni Olvido!, Y volvimos a salir ¡La memoria florece!” Sobre el cubo blanco se levanta una letra roja, la “V” que remonta a las miles de manos que, desde el movimiento estudiantil de 1968, se levantaron como símbolo de la victoria popular, del “Venceremos” como parte de la identidad cultural de la resistencia. Alrededor se sembraron flores.
David Roura, sobreviviente de aquella movilización, habló ese día: “Por todas y todos los compañeros estudiantes que ese 10 de junio fuimos víctimas de un ataque premeditado, artero, alevoso, en el que desenmascaramos a Echeverría, Alfonso Martínez Domínguez, y a todos los responsables”.
“Me llenó de satisfacción y llena las expectativas históricas. Este y los demás antimonumentos son incómodos ante los ojos de las autoridades del Estado, pero los vamos a hacer florecer en esta urbe de asfalto, insensible, llena de corrupción, de explotación, de represión, de chantaje, de cobro de piso. Estas flores y esta memoria brotan como una expresión muy válida del arte popular y de la memoria histórica. Porque no nada más es el Antimonumento: se diseña, hay quien lo lleva a la ejecución, hay que juntar los recursos, planear… es todo un proceso”, detalló.
La pieza memorial fue colocada el día 25 de septiembre del 2021, en Paseo de la Reforma, en nombre de todas las mujeres desaparecidas y asesinadas. Reemplazó al monumento de Cristóbal Colón, retirado por el Gobierno de México en 2020. El movimiento feminista decidió apropiarse del lugar, pues se pretendía destinar a otra estatua, y colocó finalmente una silueta femenina.
“Es un plan que ya se tenía largo rato pensando, casi desde que cayó la estatua de Colón. Pero después de los errores que cometió el gobierno de la ciudad cuando quiso imponer la cabeza de piedra llamada Tlalli, dijimos pues no. Nos dimos cuenta que para el gobierno el objetivo es hacer la lucha de las mujeres invisible, como que no existimos”, declaró en su momento una de las participantes.
Otra de las mujeres que participó en la instalación apuntó que sintió “mucha, mucha emoción cuando me enteré de la instalación y siempre quise ser parte. Cuando me invitaron a subir a ayudar a instalarla, fue un honor para mí. Me daba mucho miedo que no la pudiéramos subir. Ya que la subimos, me daba miedo que no estuviéramos amarrando bien y que en pocas horas se cayera o que llegara un viento fuerte y la tirara. Cuando la instalamos y la descubrimos me dio mucho sentimiento, lloré y todavía veo fotos de ese día y me conmuevo mucho”.
La postal que repartieron ese día, explicando el significado de todo lo que se hizo, decía lo siguiente: “Este lugar es desde ahora La Glorieta de las Mujeres que Luchan y está dedicada a aquellas que en todo el país han enfrentado las violencias, represión y revictimización por luchar contra las injusticias. A las Mujeres buscadoras rastreadoras, a las Madres que luchan por la justicia, a las Mujeres defensoras del Agua y el Territorio, a las mujeres de los Pueblos Originarios, a las Estudiantes Indígenas, a las Mujeres Históricas, a las Mujeres Zapatistas, Afromexicanas, Defensoras… A todas las mujeres que con sus luchas han construido nuestra historia, las que sostienen este país con dignidad. ¡Nosotras construimos la Historia!”
Instalado el 5 de enero del 2018 en la Avenida Paseo de la Reforma, frente a la Torre del Caballito, como protesta frente a la injusticia e incompetencia de las autoridades tras el secuestro de los jóvenes David y Miguel.
David Ramírez y Miguel Ángel Rivera fueron privados de su libertad el 5 de enero de 2012 cuando viajaban hacia las playas de Zihuatanejo, en el estado de Guerrero. Iban a festejar el cumpleaños número 20 de uno de ellos.
Es una estructura de tres metros de alto que representa la figura de un hombre trazado como un dibujo esquemático, conformado por dos mitades, en referencia a ambas víctimas. La instalaron familiares y amigos.
Los familiares de los jóvenes explicaron que el memorial fue planeado “años antes de construirlo, se pidió autorización en distintas instituciones con fundamento en artículos de la Ley de víctimas y la Constitución, pero jamás contestaron. Empezamos la elaboración de planos en junio del 2017 y de ahí se empezó a realizar la estructura, todo quedó prefabricado para que el 5 de enero de 2018, fecha en que se cumplían 6 años del secuestro de David y Miguel, se instalara fácilmente y no fuera un proceso largo”.
Aclaran que, sobre la base, en los costados, se instalaron varillas para que la gente coloque candados, en referencia a la unidad, justicia y no repetición. En un extremo del memorial se puso la leyenda: “Rescatemos a David y Miguel”. En el otro extremo se colocó una placa de acero inoxidable donde se cuenta la historia de ambos jóvenes y de las miles de familias a las que les arrebataron a un ser querido.
“Nos conmovieron mucho los mensajes que nos dejaron con plumón en los candados. Han ido familias a colocar un candado grande con varios candados pequeños que dicen justicia, paz, David, Miguel. En el grande se puede leer: Estamos con ustedes. Son pequeñas cosas que para nosotros son muy valiosas y lo agradecemos infinitamente porque dentro de todo lo malo encontramos una luz en personas que a pesar de que no conocen a David y Miguel se han unido a la causa para exigir justicia”.
Existen algunos antimonumentos más, y todos invitan a reflexionar que más allá de simbolismos, el verdadero memorial está dentro de nosotros, en el recuerdo permanente, en la indignación acumulada. Es el recordatorio incesante a los culpables de que habrá castigo para ellos. Son una muestra de verdadera solidaridad, otra forma de decir que las víctimas no están solas. Significan la materialización de un lenguaje solidario. Rescatan el arte militante y comprometido, el arte que une esfuerzos. Son centinelas que mantienen viva la esperanza de que la vida triunfe de una vez sobre la muerte.
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