Enclavado dentro del precioso Bosque de Chapultepec, en el Paseo de la Reforma, Ciudad de México, el Museo de Arte Moderno (MAM) celebra este año 2024 su sesenta aniversario. Se inauguró el 20 de septiembre de 1964.
En aquel entonces, “el proyecto estuvo a cargo de Pedro Ramírez Vázquez y Rafael Mijares y representó un hito para la arquitectura mexicana. Se concibió como un espacio abierto a la ciudad, los habitantes y los sucesos artísticos. La forma orgánica, irregular y asimétrica del edificio principal buscaba representar una modernidad dinámica. La curvatura de las salas de exhibición tenía como intención el consolidar espacios continuos”, donde las “piezas mostradas establecieran un diálogo entre ellas, a la par de ofrecer al público un espacio más amable para transitar”, de acuerdo a su página web.
Y justamente, aprovechando esa utilidad del diálogo entre las obras, el MAM decidió inaugurar un conjunto de exposiciones bajo el título ‘Ficciones de la modernidad’, que comprende alrededor de mil piezas independientes pero a la vez relacionadas entre sí, creadas por 97 mujeres y 175 hombres, que abarcan el periodo comprendido entre los años 1913 y 2021.
Las exposiciones que el público puede apreciar con su visita al museo en este aniversario son: Manuel Álvarez Bravo. Pesquisas de la lente, en honor al legado del fotógrafo; En pugna, que muestra las controversias dentro del arte moderno mexicano; Todo había estado muy normal…, con obras producidas desde finales 1980 hasta la actualidad; Presencia infinita, que abarca la historia del arte en México a partir de la obra de mujeres artistas; y Una tuna y una torre de luz sobre un pupitre, recién inaugurada.
Esta última exposición pone en diálogo cuatro líneas de indagación plástica: lo moderno desde la búsqueda de una identidad plástica propia, lo moderno como resultado de la tensión y renovación entre lenguajes y posturas estéticas, lo moderno como vanguardia —incluyendo la exploración del surrealismo, del que se conmemora el centenario— y lo moderno como una lectura del progreso, la urbe y la industrialización.
Mi Valedor tuvo la oportunidad de conversar con Silverio Orduña, curador del MAM, quien nos acompañó en un recorrido por esta última exposición.
Según nos comenta Silverio, el título ‘Una tuna y una torre de luz sobre el pupitre’, en primer lugar, surgió del Conde de Lautréamont (1846-1870), poeta y escritor uruguayo, quien decía que la belleza se puede encontrar en lo improbable, en aquellos elementos en los que menos te lo imaginas, por ello ese juego de palabras, “y también tiene que ver con la configuración del arte moderno mexicano, que estuvo ligada primero al nacionalismo, por eso hablamos de la tuna como una fruta vinculada con la Nación, vinculada con el territorio, y la torre de luz que tiene que ver con la modernización que México experimentó después de la Revolución Mexicana, en las primeras décadas del siglo 20. Entonces el nacionalismo y la modernización tienen que ver sobre todo con la configuración del arte moderno en México”.
Iniciando el recorrido, encontramos “sobre todo la aproximación vinculada a la configuración nacionalista de las imágenes, vamos a encontrar paisajes vinculados con los mexicanos, pero también personajes que van a hablar sobre la nación que está surgiendo a partir de que termina la Revolución Mexicana, una nación democrática. Además que va a vincular la identidad con el pasado indígena, el presente campesino y la lucha obrera. Entonces vamos a ver personajes que se vinculan con eso, sobre todo, paisajes con magueyes, volcanes, que también hablan sobre la fuerza de la tierra en México, personajes como la madre indígena (como representación de la patria), y algunos elementos que tienen que ver con las tradiciones de la cultura popular, tanto en máscaras, juguetes, utensilios de la vida cotidiana, elaborados artesanalmente. También tradiciones como el Día de Muertos u otras que suceden en los carnavales o en Semana Santa”, afirma.
Son piezas que contienen una mirada moderna del arte mexicano desde una perspectiva nacionalista. Se resaltan las obras de las poblaciones indígenas, en toda su diversidad, desde sus tradiciones hasta el intercambio comercial. Se aleja de la visión academicista y resalta a los pueblos originarios.
Continuando con el recorrido, “quisimos agregar momentos o miradas críticas alrededor de este nacionalismo, sobre todo en esta parte en donde José Clemente Orozco, uno de los principales muralistas en México, junto con David Alfaro Siqueiros, están representando dos héroes, por un lado Prometeo, de esta herencia cultural grecorromana, este ser que roba el fuego a los dioses y se los entrega a los hombres, y está Cuauhtémoc, con la historia de que le queman los pies como una tortura con la llegada de los españoles, y está planteado como un héroe, como este personaje mítico, pero al mismo tiempo podemos observar una pintura de Héctor Ayala que se llama ‘indígena contra el mito‘, en donde hay una crítica de que a pesar de que institucionalmente se dice que los indígenas son importantes para la nación, en realidad los indígenas todavía estaban excluidos, todavía estaban pisoteados, pobres. Entonces es una especie de confrontación de este campesino con ese mito que habían creado desde el punto de vista oficial, como este ser también del pasado, quizá romantizado. También otras imágenes, como el sueño de los pobres, de Diego Rivera, que bueno la revolución sí dio muchas pautas para adquirir derechos, pero de todos modos había una desigualdad muy grande, desde el punto de vista económico, de oportunidades”, expresa Silverio.
Caminado un poco más, encontramos obras relacionadas con la educación, porque “el arte moderno mexicano también se vinculó con los procesos educativos, porque al momento de terminar la revolución y la instauración del gobierno post revolucionario, se creó la Secretaría de Educación Pública, y era la encargada de proporcionar la alfabetización, pero también la difusión y divulgación del arte, entonces muchos artistas participaron de las campañas culturales de la Secretaría, en la configuración de los libros de texto gratuitos, e incluso la Secretaría tiene uno de los murales más importantes de Diego Rivera en su edificio, también como una institución que propició que el arte moderno se desarrollara,” añade.
Así pues en el primer núcleo de la exposición, se aprecia la configuración del México post revolucionario como una nación vinculada con el pasado indígena, con arraigo cultural a épocas anteriores, pero que al mismo tiempo estaba visualizando un futuro más justo.
Dando unos pasos más, encontramos una de las etapas más interesantes: la que muestra la confrontación que se originó entre los artistas que querían mantener el arte de México ligado a la visión tradicional y nacionalista, y aquellos que tenían interés en una mirada renovada, acorde con los movimientos artísticos que marcaban tendencia en diferentes partes del mundo.
“Había otros grupos de artistas que estaban separándose de esa idea nacionalista, y encontraron en estrategias abstractas la fórmula para poder avanzar en el arte. Entonces aquí vamos a ver obras que tienen que ver con esta renovación, ya no de pensar el arte moderno como la representación de la lucha post revolucionaria o de los valores post revolucionarios, sino más bien, un juego de experimentación abstracta, de colores, de formas, de geometría, como algo trascendente para el arte mexicano. Entonces había esa tensión entre los nacionalistas de la Escuela Mexicana de Pintura con estos artistas que estaban alejándose de esa configuración para acercarse a experimentos plásticos vinculados con la abstracción, porque decían ‘bueno ya en el arte mexicano no hay que pintar la historia sino más bien poder discutir con lo que están produciendo los demás países, y en ese momento había una tendencia muy ligada, sobre todo en París, en Europa, y en Estados Unidos, con la abstracción”.
De esta manera, los artistas que insistían en mantener la visión nacionalista del arte mexicano moderno, se aferraban a las representaciones más apegadas a la realidad, mostrando a las poblaciones indígenas tal y como se veían, como una forma de protesta y crítica, en cambio, quienes pugnaban por introducir nuevas tendencias, presentaban visiones más simbólicas, con significados más abstractos, pero sin abandonar la tradición mexicana.
Avanzando un poco, entramos a una zona con un aura muy especial, quizá porque está dedicada al surrealismo o realismo mágico. Artistas como Remedios Varo, María Izquierdo, Leonora Carrington, Enrique Guzmán, Javier Esqueda, Pedro Friedeberg y la misma Frida Kahlo, marcan su presencia con obras imponentes que captan fácilmente la atención e invitan a un diálogo con la imaginación.
Terminando el recorrido, llegamos a un área que agrupa obras relacionadas a la construcción de lo moderno. “Después de la revolución México estaba en una crisis de identidad y además en una crisis que tenía que ver con la implementación de la industrialización en el país, que trajo los cambios de la cultura rural a la cultura urbana. Entonces aquí vamos a observar, por ejemplo, en esta obra de Abraham Ángel, que se llama La Mulita, la representación de un México que todavía tiene características rurales, con esta carreta que está tirada por una mulita, en donde las formas de construcción están relacionadas con lo antiguo, con lo rural, con el pueblo, pero al mismo tiempo vamos a encontrar también obras que tienen que ver con la cultura urbana”, asegura Silverio.
Son piezas que representan una tensión entre lo rural y lo urbano. La combinación del desarrollo de las ciudades con elementos que mantienen las costumbres más antiguas de México, como las ventas de pulque en locales citadinos.
“Para terminar la exposición quisimos poner un discurso crítico alrededor de la modernización. Pensamos que la modernización no trajo todo positivo, también trajo cosas negativas, sobre todo pensando en esta promesa los edificios multifamiliares que eran muy grandes, pero que en el 85 se cayeron por el sismo, o la represión del Estado de los estudiantes en 1968 en Tlatelolco, la brecha económica que fue exacerbada por la modernización, donde los ricos se hicieron mucho más ricos y los pobres mucho más pobres”, explica Silverio.
“Justo nuestra idea es pensar que la modernidad trajo muchas cosas para ver el desarrollo, pero también trajo la carrera armamentista, la carrera capitalista, de explotación de los recursos. El artista reflexiona sobre eso, porque dice ‘bueno, llega la modernidad y nos llevó a esto, pero es el momento de pensar en el cuidado del equilibrio de la Tierra, de la relación con la naturaleza. O sea, llegamos al límite; es el momento de recuperar y reflexionar sobre cómo habitamos el planeta’”, añade.
Silverio apunta que este sesenta aniversario del MAM ha implicado una autorreflexión, sobre la colección que poseen y la dimensión de su valor. “Ha habido distintas formas de entender lo moderno a lo largo de la historia y todas esas formas están dentro del museo”.
Durante todo este tiempo el museo ha enriquecido su acervo gracias a las donaciones de artistas o por un programa público que se llama ‘pago en especie’, con el que se pueden deducir los impuestos al donar obras a instituciones públicas. También ha cambiado la valoración, o al menos está en ese proceso, de la participación de las artistas mujeres dentro de la colección, “incluso ahora tenemos como parte del aniversario una exposición que se llama ‘presencia infinita’, con obras sólo de mujeres, y eso también me parece que es un cambio significativo, pero todavía nos falta muchísimo trabajo, porque el porcentaje de artistas mujeres dentro de la colección es menos del 50%”.
Finalmente, Silverio invita a la comunidad a que visiten el MAM: “El Museo siempre está abierto a la comunidad. Siempre hay eventos gratuitos. Y lo que me gustaría también comunicarles es que estén completamente abiertos al arte, que de pronto se dejen conmover o mover por las obras que vienen a ver aquí, que el arte no es para entenderlo, muchas veces tenemos la idea de que debemos saber de arte para poder entenderlo, pero en realidad no, el arte está para sentirse, para emocionarse con él, para comprender cosas de uno mismo y de la sociedad, entonces no vengan con la idea de que el museo es una escuela represiva, sino más bien que el museo es como un patio de juegos”.
Valedor. Periodista a tiempo completo. Zurdo, cinéfilo, amante de la lectura, la música, el café y el chocolate. En contra de las farsas sociales. Otro venezolano emigrante.
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