Crecà cerca de La Marquesa, en la casa de mi abuela. En el bosque no hacÃa falta nada; crecÃamos y criábamos todo, y el agua corrÃa bien limpia.
El reclusorio cambió todo, estuve dentro casi un año. Perdà a mi familia, mi novia, mis dos hijos y mis documentos. Saliendo no tuve apoyo económico ni emocional; entré en depresión. Vine al D.F., me quedaba en las calles y caà en problemas, entre ellos las adicciones. Intentaba resolverlos, [pero] es fácil caer de nuevo y no lograr nada. Ahora soy más aplicado, acabé la secundaria en el albergue Coruña y estudio el bachillerato. Además estoy aprendiendo francés, inglés y fotografÃa.
Siempre he sido curioso, con Mi Valedor a la mano tengo una herramienta para acercarme a la gente. Convivir con otras personas, lugares, y situaciones.
Me late el proyecto, siempre me ha gustado ayudar. Me considero indigente, pero tengo la oportunidad de estar sano, fuerte y ser una persona creativa. No quiero que me recuerden por drogadicto o malviviente. Que me recuerden porque hice algo bueno en la vida, algo transcendental. Si tú me dices «a la larga te vamos a hacer un monumento», o «le vamos a poner el nombre tuyo a una calle», va, el chiste es [que] me recuerden por siempre.
Me estoy preparando para volver con mi familia. Aspiro a ser chef y tener mi propio restaurant, con mi propia gente. Ser microempresario a través de la comida. Puede uno aprender a ser abogado, pero si con todo ese conocimiento no tiene para comer, ¿qué hace?
En el campo se crÃa y cosecha bien, quiero atender bien a las personas. Ofrecerte una trucha grandota con una guarnición chula, abundante. Además te voy a dar para que te lleves a casa. Ya consumiste, dejaste tu lana, ahora te llevas algo mÃo; mi pueblo es comunal.·