Yo nací aquí, en la Ciudad de México, en el seno de una buena familia de clase media. Fuimos a vivir a la provincia, a Córdoba, Veracruz. Ingresé al seminario de Misiones Extranjeras de Guadalupe porque me interesó de niño poder viajar a otros países a evangelizar, pero a los 16 años ya no quise seguir. Entonces mi vida dio un vuelco radical. Me salí del seminario y siete años después estaba en la cárcel. Fue una vida dura por la adicción. Dicen que la adicción te lleva a tres lugares: cárceles, hospitales o una muerte prematura. A mí me llevó a la primera.
Llegué a Mi Valedor porque me dieron informes en un comedor. Se veía interesante y, un tiempo después, vine a la revista y empecé a trabajar. Ha sido muy grata la experiencia, me ha servido mucho. Incluso quisiera dar un pequeño taller a mis valedores, ya que estoy tomando un taller de ajedrez ahorita. Es un juego muy interesante que requiere de inteligencia; es arte, es cultura, es muchas cosas.
Poco a poco he ido incrementando mis ventas. De hecho, yo lo combino con mi profesión de dibujante y retratista a lápiz. Lo del dibujo lo traigo desde mi niñez; luego estudié Artes Plásticas y uno de mis maestros fue discípulo de Frida Kahlo y Diego Rivera. También estuve en el taller de Siqueiros aprendiendo pintura mural.
Yo he sido un aventurero. En mi época de juventud fui ‘hippie’, ahora soy ‘happy’. Ahí vamos. Pienso llevarme unas buenas revistas de Mi Valedor a Cancún y viajar un rato por allá, para después regresar con el proyecto. Esto ha sido mi constante, y yo quisiera desarrollarme en mi trabajo, tener la oportunidad de pintar, de hacer cosas mías, ¡no solo el retrato! Es un campo infinito, así que quiero desarrollarme ahí.
Nací en 1950 y tengo 68 años. Estoy en una etapa difícil donde ya la vida te pasa factura, entonces tengo que atender mi salud lo más que se pueda, acercarme a mi filosofía, desarrollar la parte espiritual para estar en paz y así, si algún día por mi edad tengo que partir de este mundo, pues hacerlo de la mejor manera; tener una muerte digna. Creo que me la merezco porque a pesar de que he cometido muchos errores por mi enfermedad, el día de hoy siento que puedo contribuir a tener una mejor calidad de vida.