Emigrar no es para todos: Es una frase que suelen escuchar las personas que piensan abandonar sus países en busca de una “vida mejor”. Es probable que tenga mucho de cierto, pero cuando tu existencia depende de moverte a otra nación, pierde validez.
Y si de huir para sobrevivir se trata, la migración venezolana es un claro ejemplo. La dictadura encabezada por Nicolás Maduro originó una de las peores crisis humanitarias de la era moderna, al menos en el continente americano. Esto ha provocado que millones de personas sigan emigrando prácticamente a diario por aire, tierra y mar, en transporte o a pie, unos con mayor planificación que otros, solos, en pareja, con amigos o en familia.
Los destinos son diversos, y han abarcado todos los continentes, aunque el resto de Latinoamérica ha sido la región que mayor cantidad de venezolanos ha recibido.
“Colombia encabeza la lista de países receptores de venezolanos, con 2,85 millones de personas que emigraron desde el país vecino. Le sigue Perú con 1,5 millones y Brasil, con más de 568.000 personas. En cuarto lugar, figura Chile, con más de medio millón de migrantes venezolanos, reporta R4V”, de acuerdo a un artículo publicado por BBC Mundo en agosto de este año.
México también representa un destino importante. Según Statista, en 2023, México contabilizó 113,108 migrantes y refugiados venezolanos. Evidentemente, este fenómeno ha significado grandes y novedosos retos, que han puesto a prueba la capacidad de los gobiernos latinoamericanos para buscar soluciones a través de políticas públicas efectivas y rápidas.
Esta problemática ha sido abordada por diferentes académicos, con el fin de entender los alcances y características de esta migración masiva, así como sus causas y consecuencias, no sólo para las instituciones gubernamentales, sino para los ciudadanos de a pie en su día a día.
En este sentido, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a través del Seminario Universitario de Estudios sobre Desplazamiento Interno, Migración, Exilio y Repatriación (SUDIMER), ha venido realizando desde finales de 2017 extensas investigaciones dedicadas especialmente a la migración venezolana con todas sus aristas.
Mi Valedor tuvo la oportunidad de conversar con Luciana Gandini, investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y coordinadora del SUDIMER, a la vez que coautora, junto a Fernando Lozano Ascencio y Victoria Prieto, del libro “Crisis y migración de población venezolana. Entre la desprotección y la seguridad jurídica en Latinoamérica”.
Gandini, quien llegó a México en 2001 por motivos de estudio y se quedó a residir por trabajo, nos explica en primer lugar que los seminarios tienen la misión de contactar a la mayor cantidad de personas especializadas en el tema elegido para saber qué están haciendo y posteriormente coordinar actividades dentro de la universidad y con otras instituciones externas.
Pasando al fenómeno social en el que se ha convertido el desplazamiento de venezolanos, Gandini indica que los estudiosos de las migraciones estaban acostumbrados a observar movimientos más “tradicionales”, como por ejemplo, los de mexicanos y centroamericanos hacia Estados Unidos, pero “cuando surge la crisis en Venezuela, una crisis multicausal y multidimensional, genera esta gran expulsión de desplazamiento que nos pone un poco a la expectativa, decir ‘bueno esto es un fenómeno que no habíamos visto con tanta claridad y tenemos que entender’, y entre otras cosas creo que nos puso a prueba también no sólo a la Academia sino también a los gobiernos”.
Cuando habla de la migración venezolana, siempre intenta explicar que “en el caso de México, que tiene más de un siglo migrando a Estados Unidos, apenas tiene fuera al 10% de su población, y Venezuela, en menos de una década, tiene fuera a casi la cuarta parte de su población (…) el desplazamiento venezolano primero fue un parteaguas en la región y ahora que hay muchos otros desplazamientos: ecuatorianos, colombianos, haitianos y muchos otros, tenemos el antecedente de la migración venezolana que generó un poco de camino al andar en América Latina, pero incluso tenemos todavía lecciones que aprender de un desplazamiento, quizás el único en el mundo de niveles millonarios, casi 8 millones de venezolanos se estima que han salido en los últimos años, desde un país que no está en guerra. Dicho esto, creo que también ameritaba comprenderlo. Este primer libro que hicimos tenía el objetivo también de reunir a la mayor cantidad de investigadores de distintos países de América, justamente, dado que es un fenómeno que no afectaba a un país, sino a muchos, para ver cuestiones comunes y diferentes de cómo estaban los países respondiendo a esta migración”.
Gandini señala que, con la investigación hecha para la realización de libro, descubrieron que “ha habido una respuesta relativamente rápida y generosa de apertura, sé que no es homogénea y que podemos poner muchos bemoles a eso, pero en general hubo una respuesta que no había habido tampoco históricamente”.
Por ejemplo, aunque algunos países comenzaron a exigir visas a los venezolanos, debido a las olas migratorias que superaron la capacidad de algunas instituciones y gobiernos, pero otros permitieron el ingreso con pasaportes vencidos o con la cédula de identidad (INE). “Hubo medidas de apertura y de consideración que me parece que hay que ponerlo sobre la mesa y tiene que ser un antecedente importante en la región de característica humanitaria”.
Asimismo, “muchos de los países en la región crearon medidas específicas para la población venezolana. (Como) permisos para estar en esos países, pero luego conforme pasó el tiempo, vimos que es un desplazamiento que llegó para quedarse, o al menos no se va a terminar tan rápido, y conforme siguen sucediendo cosas como las elecciones pasadas (las del 28 de julio en Venezuela, cuando se cometió uno de los mayores fraudes electorales de la historia), pues tenemos nuevos elementos sobre la mesa, porque de hecho antes de las elecciones se medio había estabilizado un poco el flujo (…) ahora no creo que eso sea lo que vaya a pasar, entonces claro, cuando uno crea medidas ad hoc, pero de corto plazo, muchas de esas medidas se vencen, no todo el mundo podía aplicar, porque los criterios iban cambiando”.
Gandini resalta que entre las medidas que han adoptado los países de la región para ayudar a los venezolanos que huyen de la dictadura, están por ejemplo las de Argentina de no pedir títulos universitarios o de Uruguay de facilitar a los jóvenes el ingreso a las universidades.
Considera que, por otra parte, con este fenómeno migratorio, se puso a prueba a una región que podría decirse que era considerada “ejemplar en términos de leyes de migración y leyes de asilo, refugio, muy buenas leyes, nuevas o reformadas. Los últimos 20 años, sobre todo la primera década de este siglo, los países crearon o reformaron esas leyes y muchas regiones miraron hacia América Latina diciendo ‘bueno, tiene un sistema normativo que permite regular la movilidad, y sobre todo desde una mirada muy garantista, proteccionista, y de derechos humanos’, pero cuando la región tuvo que poner a prueba y poner en práctica eso, ahí empezaron un poco las dificultades”.
Añade que lo que hay que resaltar son las medidas aplicadas por ciertos países para favorecer la integración de la población inmigrante a los nuevos entornos en los que deben residir.
“Lo que yo vengo diciendo es que ya la migración no nos tiene que tomar por sorpresa, porque la migración no avisa ni va a avisar nunca (…) y fíjate, yo he entrevistado a muchas personas venezolanas que me contaron su planificación al emigrar, pero eso no quita que no sea una migración forzada, o sea, mucha gente me ha dicho ‘yo nunca me hubiera ido, pero se tornó imposible y me tuve que ir’, entonces no deja de ser una migración forzada aunque algunos hayan tenido más margen de maniobra en la planificación”, comenta.
Gandini asegura que “las migraciones forzadas se van a seguir produciendo así en el mundo, más bien, los países tienen que estar preparados para que eso ocurra, no esperar que nos manden una carta documento avisando que va a suceder”.
En el caso de México, se puede decir que, a nivel de instituciones, ya había una preparación previa para la recepción de grandes cantidades de migrantes, por ser históricamente un país “de tránsito” hacia Estados Unidos, sin embargo, en cuanto a los aspectos culturales, Gandini y su equipo estiman que existen ciertos aspectos de origen histórico que han causado “choques” entre ambas poblaciones.
“De lo que yo he investigado a lo largo del tiempo me parece que también depende mucho de la manera en que entraste y te recibió la población mexicana. Desde mi experiencia, muchas de las personas que entraron por la vía del asilo, han tenido un proceso más acompañado social e institucionalmente, y eso creo que ha facilitado un poco la recepción, porque claro el hecho de estar desamparado institucionalmente también te genera mucha dificultad, porque además te coloca en una posición vulnerable y entonces es mucho más difícil que te desenvuelvas con naturalidad”, asevera.
“Yo creo que en general a muchas de las personas venezolanas le ha ido bien, lo que puedo haber visto yo de dificultad es que creo que hay una cultura que tiene que ver más con la historia venezolana de un Estado de Derecho, un Estado benefactor más fuerte, estoy hablando de tiempo atrás, pero donde al igual que quizás otros países, como Argentina o Uruguay, había una cultura de reclamo de acceso a derechos, algo que en México hay otra historia en ese sentido. Entonces, una persona venezolana puede ser vista por un mexicano como que vive reclamando, que todo lo critica, y tiene que ver con la forma en la que uno ha vivido y cómo ha vivido además esa relación con las instituciones, con el acceso a la salud, a la educación, con el respeto al derecho laboral, a un trabajo digno”, añade.
Hablando de lo que la Academia ha aprendido de este fenómeno migratorio, Gandini considera que se han podido dar cuenta de que “antes era una migración muy origen-destino, unidireccional, o sea, más tradicional en ese sentido. Yo siempre digo que la migración venezolana fue un punto de quiebre en la historia de la movilidad en el continente americano y eso nos hizo decir ‘cuidado, porque la migración no siempre es así, no siempre es unidireccional, no siempre se va donde se tiene el familiar’, o sea, un montón de cosas se empezaron a cuestionar con la migración venezolana”.
“Hoy si queremos entender la migración, cuando uno ahora sigue los nuevos flujos de personas venezolanas, vemos que la mayoría ha vivido en otro lado, ha estado en otro país, y eso no sólo pasa con Venezuela, pasa con otros colectivos, haitianos por ejemplo, han vivido en Chile, en Brasil, en Colombia, entonces creo que el colectivo venezolano nos hizo ver que no podemos quedarnos en un status quo a la hora de estudiar la migración, sino que tenemos que cuestionarnos que las migraciones también son sumamente cambiantes, heterogéneas, dinámicas”, agrega.
Gandini subraya que el tema de las remesas es un punto muy interesante, porque han adquirido movimientos diferentes a los tradicionales. Ahora han tomado otras motivaciones, especialmente el de ayudar a migrar a otros, en donde quiera que se encuentren. De igual manera, se presentan cruces de dinero desde y hacia ciudades que no involucran directamente a Venezuela, pero llegan a ella de otra forma, como en productos o inversión en inmuebles, “eso cuestionó la mirada de los flujos internacionales si tú quieres medir remesas de la manera tradicional, porque eso no es necesariamente una remesa”. Además, han entrado al juego “intermediarios”, ubicados en cualquier parte del mundo, a quienes los migrantes recurren para enviar recursos “más fácil y rápido”.
“Y otra cosa que me parece que también nos puso a pensar la migración venezolana, mira, todo esto que me estás haciendo decir lo voy a escribir, es que por ejemplo, la migración mexicana a Estados Unidos que ya tenía mucho tiempo, quienes migraban primero eran los hombres, o sea, históricamente hombres, después empezaron a sumar a las mujeres. Había uno que iniciaba en la familia, y a veces a lo mejor se iba el hijo, el hermano, o mujeres también, pero era esta migración en cadena, donde se van a generalmente trabajar, a juntar dinero para enviar remesas. La migración venezolana también cambió en eso, porque muchas de las personas que emigraban, después al que ‘sacaban’ era a la abuela o el abuelo, alguien que se tenía que ir porque no hay medicamentos, no hay buena atención, con enfermedades crónicas, entonces ya no servía solamente que alguien se vaya y mande la remesa, porque aunque mande las remesas no hay instituciones, no hay medicamentos, entonces a veces el miembro dos o tres de la familia que salía era una persona que no iba a ir a generar recursos, era para sobrevivir, o sea, tienes que salir de Venezuela porque aquí no vas a poder estar, eso también cambia dinámicas que nosotros teníamos ya como cerradas en los estudios de la migración. Quien migra, y eso lo decían teóricos hace mucho tiempo, es el más fuerte, el más apto, y acá vimos que no siempre es así, que la migración también es un recurso para sobrevivir, y se sobrevive incluso aunque no seas el que va a sostener económicamente a la familia”, asegura.
SUDIMER no sólo se queda en teorías e investigaciones, sino que procura poner en práctica la solidaridad, en la medida de sus posibilidades. Por ejemplo, a los estudiantes que muestran interés los capacitan en cómo tratar con migrantes para que apoyen en albergues específicos, o acompañan a algunas personas y familias en sus procesos de adaptación o regularización.
La labor en apoyo a los migrantes forzados siempre será noble y bienvenida. Muchas personas salen de sus países con lo estrictamente necesario, hacia la aventura o desventura, sin saber adónde llegarán ni cómo se mantendrán. Los problemas se resuelven si se tienen los recursos. El desasosiego es casi constante, y el sentimiento de no ser “parte de” se incrusta en lo más profundo del alma, permaneciendo allí por mucho tiempo. Cualquier mano extendida, sonrisa sincera o acciones y palabras de auxilio harán menos tortuoso el camino a aquellos y aquellas que huyeron de sus hogares con la incertidumbre de no saber si regresarán.
Finalmente, Gandini deja como mensaje, desde su experiencia, que para “luchar por un país se lucha independientemente de donde uno esté territorialmente anclado. Puedes estar dentro de Venezuela o puedes estar fuera y puedes hacer muchas cosas para tu país. Yo misma tengo más de 20 años viviendo fuera de mi país donde nací y trato de hacer todo lo que está a mi alcance para que el país salga adelante, para que crezca, para ofrecer oportunidades que estando adentro no podría ofrecer, y me parece que eso es lo que hay que transmitir, que lamentablemente las migraciones actuales en este siglo se caracterizan en su gran mayoría por tener un componente forzado: violencias, amenazas, violencias estructurales e institucionales, riesgos varios, pandillas, crimen organizado, cambio climático, o sea, toda esa combinación de factores que tienen un correlato económico, pero que no es la migración de irse para juntar más dinero y hacer una casa, es una migración más de sobrevivencia de distintos tipos. Y lo último que diría es que yo creo que no nos cuesta nada ser empáticos, o sea, es gratuito, tratar de ponerte en el zapato de la otra persona un minuto te puede cambiar el chip”.
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Haz un donativo aquíValedor y periodista a tiempo completo. Zurdo, cinéfilo, amante de la lectura, la música, el café y el chocolate. En contra de las farsas sociales. Otro venezolano emigrante.
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