Manos Amigues comenzó su labor desde mediados de 2020, al inicio de la pandemia, cuando Brent Alberghini, un estadounidense con varios años de residencia en México, junto a otras personas, organizó en su departamento un banco de alimentos que llamaron ‘Burritos no bombas’ para entregar despensas a poblaciones en situación de vulnerabilidad.
Así ayudaron a proyectos como Vida Alegre y Casa la Banda, que apoyan a personas adultas mayores y migrantes LGBT+, respectivamente, a organizaciones de trabajadoras sexuales y El Caracol, asociación que trabaja con infancias y juventudes en situación de calle. Lograron distribuir hasta 300 despensas diariamente, de dos tipos: una con alimentos que no requieren preparación y la otra con productos para cocinar.
La experiencia les permitió que ‘Burritos no bombas’ se transformara en Manos Amigues, un proyecto para atender a personas LGBT+ que ya se encontraban en situación de calle: excluidos por sus familias, trabajadoras sexuales expulsadas de los hoteles por las medidas de contingencia en la pandemia, adultos mayores y otras más que perdieron sus empleos o vieron limitados sus ingresos.
Gracias a varias aportaciones económicas, el 23 de julio de 2020 un antiguo taller mecánico se convirtió en el comedor comunitario Manos Amigues, ubicado en el número 113 de la calle Pedro Moreno, en la colonia Guerrero de Ciudad de México.
Inauguraron el local con una exposición de carteles de marchas y actividades LGBT+, parte del archivo historiográfico del Colectivo Sol, agrupación gay y travesti por la defensa de los derechos humanos que surgió en 1981.
Además del comedor, realizan actividades culturales. Por ejemplo, tienen la galería de arte, en donde exponen material gráfico de proyectos y artistas LGBTI+ en las paredes del recinto. Tras su apertura, cada viernes después de las cuatro de la tarde, abren sus puertas a diversas expresiones artísticas, desde conciertos de rap y bailes folklóricos hasta shows de drag. Recientemente también proyectan cine y dan clases de “voguing” (estilo de baile que surge del colectivo LGTB+ racializado. Estos se reunían para leer la revista “Vogue” e imitar las poses de las modelos y crear coreografías).
Mi Valedor conversó con Antonio Zaragoza, integrante de Manos Amigues y coordinador de las actividades culturales.
“El servicio de comida es de lunes a viernes de una a cuatro de la tarde, y cada mes cambiamos las exposiciones, normalmente es el primer viernes de cada mes, entonces algunas exposiciones son por propuestas que nos llegan y otras son por convocatorias. Ahora tenemos una convocatoria sobre las luchas disidentes que es para el mes de septiembre, después en octubre cada año hacemos una exposición sobre VIH, en noviembre hacemos la de la memoria trans, en marzo hacemos la del 8M, sobre mujeres de la comunidad, y así nos vamos organizando”, comenta.
Antonio refiere que están enfocados en que sólo sea la comunidad LGBT+ la que exponga sus obras en las paredes del local, “porque aparte del mundo del arte, casi todo en general está hecho para las personas heterosexuales, entonces si ya de por sí es difícil acceder a un museo, a una galería como artista contestatario, y aparte eres marica, pues todavía es otro impedimento. Entonces aquí es justo esa idea, de que solo seamos pura comunidad los que estamos exponiendo. Básicamente es pintura, escultura, gráfica, fotografía, vídeo, performance, música, o sea es como para todo”.
El menú que sirven tiene un costo de 11 pesos, y cambia todos los días, “las personas vienen a comer aquí y también pueden pedir para llevar, entonces también hay muchos vecinos que vienen con sus ‘tuppers’, se llevan su comida y pues ya en sus casas comen súper a gusto. Eso ha permitido que los eventos que tenemos, que obviamente viene mucha gente de la comunidad y personas súper exóticas y todo el rollo, pues sean permitidos y haya como cierta tolerancia”, explica.
También hacen actividades nocturnas que terminan a las 11 de la noche, para mantener las buenas relaciones con los vecinos, quienes de todas maneras tienen presente que todo es parte de una gran labor social.
Antonio nos indica que a diario sirven alrededor de 220 comidas, con el apoyo de la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social (SIBISO), quienes llevan la red de comedores comunitarios en toda la ciudad de México, “a ellos les interesó el proyecto y se sumaron, entonces cuando iniciamos costaba 15 pesos el menú, que se ajustaba al precio estándar que manejaba SIBISO, y luego con el apoyo de ellos se pudo subir la calidad de los alimentos, pero seguimos obviamente todo el tiempo tratando de recaudar apoyos”.
Para apoyar a Manos Amigues “pueden acercarse aquí y traer directamente los insumos o escribirnos por nuestras redes sociales. Nos llegan muchas donaciones de juguetes, trastes, muebles, ropa, nos ha llegado de todo. Y aquí vienen las personas y recogen lo que necesitan, incluso los mismos comensales son los que se llevan la ropa, y si en dado caso llega alguna prenda como más específica, la canalizamos a casas de mujeres trans o trabajadoras sexuales, pero en general aquí hay flujo de todo tipo de comunidades”.
Antonio apunta que “no estamos cerrados a solamente recibir a la comunidad LGBT, incluso yo creo que el 70% de la población que recibimos es heterosexual, que también para nosotros es algo muy importante, pero creo que es más importante el alcance que pueden tener las exposiciones que tenemos sobre la comunidad LGBT+ en la población heterosexual que viene a diario a comer. Es algo entre diferente y novedoso para ellos, y algo educativo, que esa es la labor también de Manos Amigues, aparte de brindar alimentos a precios dignos, que se pueda tener acceso a la información sobre la diversidad y cómo está en todas partes, también estar conscientes que gracias al apoyo que se hace para la comunidad LGBT+, muchas otras personas pueden acceder a estos beneficios”.
Define Manos Amigues como un centro y comedor comunitario LGBT+. Aunque el local en apariencia es pequeño, lo acondicionan fácilmente de acuerdo a los diferentes eventos que realizan, guardando el mobiliario en la parte de atrás y utilizando el área de la cocina como barra para la venta de diferentes productos dirigidos al consumo de los asistentes.
“Por ejemplo, hace unos días tuvimos un evento de las chicas raperas de batallones femeninos, estuvo increíble, fue por su 15 aniversario. Vino muchísima gente, estuvieron artistas súper importantes. La parte de aquí afuera (del local) se llena. Entonces la gente convive. También hay algunos amigos que han estado viniendo a vender mercancía en las inauguraciones, en los eventos, como ‘stickers’, cuadros, playeras, justo agradecemos que Mi Valedor ha estado aquí, nos ha estado acompañando varias veces, con sus playeras, bolsas, las revistas, los pines que están increíbles, entonces estamos súper abiertos a todo tipo de propuestas”, explica Antonio.
Nos cuenta que en Manos Amigues hay aproximadamente 6 personas fijas, pero “hay otras voluntarias. No trabajamos con un sueldo como tal. Somos básicamente tres personas las que estamos a cargo del área cultural y otras tres personas que están a cargo del comedor. Y al director le toca coordinar ambas partes. Por ejemplo, Fernando es el que está encargado del comedor, y a él le toca surtir, que es toda una acrobacia, tener que ir a mercados, a tiendas, estar consiguiendo proveedores, traer la mercancía; también está la parte de las cocineras, de la banda que nos apoya con la cocina, la banda que apoya sirviendo los platos, con las mesas. El menú no es algo planificado, entre Fernando y las cocineras se van organizando en el día a día. Pero seguimos los estatutos de SIBISO, que especifica que tiene que haber proteínas a diario”.
El local de Manos Amigues forma parte de una casa donde funciona un hostal, con el que tienen cierta relación, ya que llega mucha población migrante, y “vienen aquí a comer, muchos de Honduras, Colombia, El Salvador, o sea más de Centroamérica, también de Venezuela claro, por la situación horrible que están viviendo, y esa es nuestra manera de ayudarlos”.
Entre los retos que enfrenta una organización como esta, resalta el que “la gente siga viniendo; a veces hay un poco de baja en la afluencia de personas. Claro, a veces se acaba la comida súper rápido, cuando llegan muchos migrantes, luego de repente como que hay temporadas en las que no hay tantos migrantes o también las temporadas de vacaciones que siempre afectan. Por otra parte, es un reto surtir insumos constantemente”. Asimismo, en ocasiones se complica “la interacción con algunos comensales, porque no tenemos esa perspectiva de correr a la gente, y pues entonces es ver cómo se va negociando con ellos”.
“De repente llegan comensales con ataques homofóbicos entre ellos, no son tantos, pero, sin embargo, sí han llegado a afectar de alguna manera a las personas de la comunidad que vienen aquí”. Apunta que contra Manos Amigues no ha habido ese tipo de violencia, sin embargo, recuerda que “una vez en unas vacaciones de diciembre cortaron la bandera que tenemos aquí afuera, la cortaron con serrucho, porque tenía una parte de madera, pero ha sido realmente lo único. Yo creo que también tiene que ver con la labor social que hacemos”.
Antonio considera que con esta experiencia ha aprendido a trabajar su tolerancia, “porque pues obvio el espacio está dirigido para cierta comunidad, pero a veces no estamos conscientes de que hay personas que viven en su propia realidad o bajo sus propios privilegios, y no están conscientes de ello. Entonces uno tiene que estar un poco más preparado para afrontar ese tipo de situaciones. Además, como comunidad para nosotros es muy fácil exigir nuestros derechos o defender cierta postura, pero también hay que aprender que hay personas que quizás nunca van a poder entender ciertas cosas, y pues es más fácil que nosotros como comunidad y desde nuestro espacio tratemos de ser un poquito tolerantes. También hay que saber direccionar a las personas según las quejas que traen, enviarlas a sitios donde las puedan atender”.
Finalmente invita a todes a que se acerquen a comer, “es para todo el mundo y más si son parte de la comunidad LGBT+. Cualquier persona de la comunidad siempre va a tener prioridad. Entonces, usen el servicio, vengan a las exposiciones, a todos los eventos, sígannos en redes para que vean todas las actividades que estamos haciendo, recibimos todo tipo de donaciones y las personas que hacen arte también que se acerquen y nos presenten sus propuestas, porque entre todos los de la comunidad hacemos fuerza”.
Mi Valedor es una organización no gubernamental y sin fines de lucro. Nuestras actividades son posibles gracias a los donativos y al generoso apoyo de personas como tú.
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Soy Concha León Portilla y tengo 66 años cumplidos. Desde hace ocho años dirijo, escribo y conduzco Enlace50, un programa de radio dedicado al tercer acto de la vida, a la tercera edad, a la vejez, o como cada quien prefiera llamarlo. La escritora Marianne Williamson le dice: “la edad de los milagros”. Yo creo […]
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