Acompañar es abrazar

Acompañar es abrazar

26/09/2025

El director del área social de Mi Valedor, Arturo Soto, fue invitado a participar como asesor en los Laboratorios de Paz, un programa de acompañamiento artístico parte de la tercera edición del programa ¿Quién respalda al barrio? Desde su experiencia con comunidades en situaciones vulnerables, reflexiona sobre el arte como herramienta tanto de cuestionamiento como de transformación social y el acompañamiento como un acto recíproco que permite aprender y construir desde lo colectivo.

Trabajar con personas en situaciones vulnerables me mantiene en una constante tensión con el lenguaje. El corporal, el escrito, las palabras que uso para referirme al otro. La persona que ha sido despojada de todo lo que nos vuelve socialmente funcionales, incluso de los signos identitarios más elementales para el ojo del Estado —como un documento de identificación—, ¿es una persona vulnerable o una persona vulnerada? Acompañar procesos de eso que llamamos reinserción me confronta a diario con el peso de las palabras. Y así me sucedió al intentar dilucidar qué es la paz.

El trabajo que realizo desde la coordinación de Mi Valedor busca tener un impacto en las vidas de personas excluidas, como aquellos que viven en las calles y que no tienen redes sólidas en las cuales apoyarse. Promover el acceso libre a la educación, a los espacios culturales, al cuidado de la salud mental y a oportunidades para generar ingresos fuera del asistencialismo nos orilla todos los días a enfrentar la burocracia, las instituciones y los prejuicios de la sociedad que mira con recelo a todo aquel que considera el otro, a quienes yo considero mis valedores.

El acercamiento al CCUT

Cuando el Centro Cultural Universitario Tlatelolco compartió una convocatoria en redes sociales para artistas que quisieran hacer una reflexión colectiva sobre la paz a través de la gráfica, los contacté para plantear la posibilidad de que la comunidad de valedores formara parte de la muestra, pues para mí había un potencial especial en hacer una pregunta así de compleja a quienes han vivido tan al margen de la estabilidad económica, de la rutina que da sentido, de los componentes de eso que llamamos paz. Valedor, para ti, ¿qué es la paz?

Tras este primer acercamiento, Paola y Zaira visitaron nuestra oficina para conocer un poco más sobre lo que hacemos. La idea del programa de Laboratorios de Paz era clara: elegir a diez artistas de contextos periféricos y de práctica con base comunitaria para trabajar durante seis meses varias piezas individuales y una colectiva que abordara el concepto de paz en compañía de asesores invitados.

Pronto, fue fácil tener puntos de encuentro entre las visiones de nuestros proyectos: escuchar, abrir espacios a los artistas de las periferias, trabajar desde lo comunitario e imaginar utopías a través de las prácticas artísticas. Así, me propusieron abrirle un espacio como artista seleccionado para el programa a uno de los valedores y a mí me tocaba elegir a quién. Me decidí por Francisco. Creí que su perfil, sus intereses y su momento de vida hacían propicia y provechosa su participación en un programa como este.

 

En una actividad paralela, y tomando esta primera charla como un impulso para desarrollarla, la comunidad de valedores trabajó en conjunto una pieza que recogía sus distintas maneras de entender la paz. Juntamos retazos de telas negras y sobre una especie de patchwork que funcionó como lienzo, cada valedor dibujó aquello con lo que imaginan la paz: una casa, comida, un abrazo, la música. Participaron 13 valedores y la pieza resultante está resguardada esperando una oportunidad para ser mostrada.

“Acompañar es aprender.”

Cuando ¿Quién respalda al barrio? comenzó a tomar forma, me invitaron también a ser uno de los asesores que trabajaría en conjunto con dos de los artistas seleccionados. Me pareció un reto que podría aportar muchísimo a mis reflexiones sobre el arte como una forma de construir comunidad.

Trabajar a la par de Yair y Jeshua fue, antes que todo, una agradable coincidencia. Ambos artistas se enuncian a través de la gráfica, la reproducibilidad y los medios impresos. Yo, diseñador gráfico y en ese entonces coeditor de la revista impresa Mi Valedor, publicada por la organización que continúo dirigiendo, encontraba eco en mi inquietud por mantener viva la impresión, usar los medios impresos para comunicar y mantenerlos vigentes en nuevas generaciones.

En nuestros primeros acercamientos me centré en escuchar sus ideas y conocer su trabajo previo. En mi rol como asesor, para mí eran indispensables tres cosas: conocer sus espacios de trabajo, las motivaciones detrás de sus prácticas y entender la forma en que conceptualizaban la paz. Todo siempre se trató de escuchar, proponer y respetar sus ideas, incluso el cuestionamiento a la solicitud del programa, ¿por qué la paz?, ¿por qué tendría que hablar de algo que no conozco?, como cuestionó abiertamente Jeshua en alguna de nuestras sesiones de trabajo.

Acompañarlos a ambos en el desarrollo de sus piezas individuales fue un proceso de respeto. En su trabajo, Yair involucró a un grupo de amigos cercanos para lograr un pieza de autoría comunitaria donde el color era una elección personal fundamental para comprender su postura; Jeshua, tras muchos cuestionamientos sobre sus posibilidades, se mantuvo fiel a su idea de abordar la paz desde su concepto opuesto y por medio del grabado para continuar haciendo de su trabajo un objeto que circule. A mí me tocaba escuchar y opinar, pero siempre respetando sus posturas y sus propuestas materiales.

A su vez, conocer sus lugares de trabajo fue fundamental para entender sus procesos. No solo es lo determinante del contexto geográfico, también las relaciones que se detonan con compañeros, con los vínculos afectivos, con la comunidad vecinal.

El arte como una forma de intervención

La fotografía ha sido una práctica fundamental en mi proceso de aproximación a la complejidad social en la que vivimos. Ser de una colonia popular de Iztacalco me hizo mirar desde pequeño, y desde muy de cerca, las pequeñas economías que sostienen a familias completas y las arraigadas —y tropicalizadas— tradiciones que dan sentido a una población mayoritariamente católica. Cuando me invitaron a platicar con los artistas seleccionados sobre el arte como una forma de intervención, no pensé demasiado en hacer el acercamiento al tema desde la práctica fotográfica.

Hablar de la fotografía como un ejercicio de visibilización desde nuestras relaciones en el entorno inmediato me fue más sencillo revisando el trabajo de Daniela Rossell, Sonia Madrigal y Olivia Vivanco, entre otras artistas cuya obra admiro. Mi intención fue invitar a pensar la fotografía como un lenguaje contemporáneo e imaginar las múltiples posibilidades que ofrece para hablar de temas que nos competen como sociedad hoy en día: migración, desigualdad y violencia de género.

Para mi segunda actividad al frente del grupo, organicé una visita a Mal d3 Ojo, el estudio y galería de Sonia Madrigal y Tonatiuh Cabello, artistas cuyo trabajo ha influenciado la manera en que pienso la imagen, y que además son constantes colaboradores de la publicación que edita Mi Valedor. Nos reunimos en el punto y nos recibió también el artista Augusto Castellanos, quien se encontraba trabajando con la galería su proyecto Museo de Antropología e Historia del Graffiti (MAHG).

Acompañar es aprender

A la par de artistas, gestores y curadores que respeto y admiro, intenté aportar algo a los artistas seleccionados en mis dos sesiones de trabajo grupal desde mi experiencia como trabajador social, pero también desde mis intereses en las prácticas contemporáneas y, especialmente, en la fotografía.

Conocer el trabajo y las inquietudes de Yair, Joel, Jessica, Maick, Rocío, José Luis, Eliel, Jeshua, Esteban, Francisco, Bixa y Roberto fue un proceso enriquecedor y de mucho aprendizaje para mí.

Actualmente, Jeshua es colaboradora de Mi Valedor, nos apoya con la producción de materiales y en actividades de vinculación con poblaciones vulneradas. Esta relación laboral es resultado de este proceso que inició con un acercamiento casual a partir de un concepto ambiguo y complejo, y me quedo pensando en si mi papel fue de asesor o de cómplice. Me gusta pensar más en acompañar que asesorar, porque acompañar al otro es recíproco, es como abrazar.

¿Eres artista y tu obra está relacionada a las problemáticas de la Ciudad de México y la zona metropolitana? ¡Queremos publicarla! Envía un correo a contacto@mivaledor.com

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