Según algunos especialistas, la Basílica de Guadalupe, ubicada en Ciudad de México, es uno de lo santuarios católicos más visitados en el mundo, e incluso, sólo sería superada por la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Cada año, especialmente en el mes de diciembre, acuden millones de fieles y turistas. De hecho, este 2024, según un reporte del Gobierno capitalino, rompió récord al recibir a alrededor de 12 millones de personas que fueron a celebrar este 12 de diciembre el aniversario de la aparición de la Virgen Morena.
La historia de este edificio es muy curiosa: La construcción de la antigua Basílica comenzó en 1695, bajo la supervisión del arquitecto Pedro de Arrieta, inaugurándola en 1709. Cuatro décadas después es nombrada “colegiata”, que es una iglesia que puede celebrar oficios religiosos, pero sin ser sede de un obispo o arzobispo. Es en 1904 que recibe el título de Basílica.
Cuando estaba en pleno apogeo la Guerra Cristera (1926-1929), que fue una guerra civil entre el gobierno mexicano y milicias de religiosos católicos como consecuencia de la Ley Calles, que proponía controlar el catolicismo, un hombre provocó enormes daños a la estructura, pues llevaba una bomba oculta en un ramo de flores que supuestamente le iba a ofrecer a la Virgen. Sorprendentemente, el ayate (tela de fibra de algodón) original donde está estampada la imagen de la Morenita no sufrió ningún daño. Luego de esto, el altar fue reparado.
Cerca de las festividades del cuadrigentésimo aniversario de las apariciones de la Virgen, se informó que las bóvedas de la Basílica estaban muy deterioradas, así que se reformó la nave principal y se habilitó un espacio mucho más amplio para los feligreses.
En resumen, la Basílica antigua se reconstruyó varias veces, hasta que se determinó que el daño estructural era irreparable, y, además, se estaba hundiendo. A raíz de este hecho, se edificó una nueva Basílica, de mayores proporciones. En 1976 cuando la obra estaba casi finalizada, el ayate se trasladó a esta nueva sede y la antigua estructura se clausuró, aunque actualmente recibe visitantes.
La Basílica de Guadalupe ocupa diez mil metros cuadrados, y estuvo a cargo de los arquitectos José Luis Banlliure, Alejandro Schoenhofer, Pedro Ramírez Vázquez, Javier García Lascuráin y Fray Gabriel Chávez de la Mora. La nave central tiene un claro de 63 metros. Cuanta con dos capillas grandes y nueve más pequeñas, además posee un sótano.
Su forma permite apreciar a la Virgen desde cualquier punto del interior. Se construyó también una pasarela con bandas transportadoras que pasa debajo del altar, para que los visitantes aprecien mejor la imagen de la Morenita.
Es preciso acotar que, de acuerdo al texto Nican Mopohua, escrito en náhuatl, pero con caracteres latinos, que data del siglo XVI, la Virgen Morena se le apareció más de una vez al joven azteca Juan Diego Cuauhtlatoatzin, en 1531, época de mucha violencia en el Virreinato de la Nueva España.
En el texto se lee que Juan Diego caminaba por el cerro Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, cuando escuchó una voz que lo llamaba por su nombre. Subió hasta la cumbre del cerrillo y allí vio a una doncella de pie que se presentó como la Virgen María y le pidió que fuese al Palacio del Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, para que le erigiera “una casita sagrada”.
Cuando el joven fue con el obispo, este no le creyó, y al día siguiente Juan Diego volvió a encontrarse con la Virgen y le contó lo que pasó, al tiempo que le pidió que le diera una señal que probara ante Zumárraga que la madre de Dios quería que se construyera un templo.
Así, la Virgen envió a Juan Diego a que recogiera rosas de Castilla cerca de allí, en un sitio y una época que no florecían. El joven las acumuló en su tilma de algodón y las llevó al obispo; una vez allí, dejó caer las rosas y como un milagro apareció sobre la tela la imagen que hoy se venera de la Virgen de Guadalupe. Desde ese momento, la Ciudad de México reconoció su carácter divino y la celebra cada 12 de diciembre.
En nuestra época, miles de feligreses se organizan para celebrar a la Virgen Morena con procesiones, danzas, música, rezos y fuegos artificiales. Y no se limita al 12 de diciembre, sino que estas muestras de fe se dan en diferentes momentos del año.
Una de las más llamativas es la “Danza de los Matachines”, que proviene de una danza europea de Carnaval del siglo XV. En México es la danza religiosa más extendida entre los grupos indígenas del norte del país, y su llegada a nuestro continente se atribuye a los misioneros. Los matachines participan formando cuadrillas de varones que bailan concertadamente. En la región tarahumara acostumbran a acompañarse sólo por un violín, pero el papel rítmico de los instrumentos incorporados al vestuario de los danzantes es fundamental, como los capullos o semillas atados a los tobillos, y el cinturón con cascabeles y pezuñas de venado.
Utilizan trajes coloridos conformados por chalecos y faldas con la imagen de la Virgen de Guadalupe bordada con lentejuelas doradas, rojas y verdes.
Otra que destaca por su rica fusión de elementos indígenas y católicos es la “Danza de los Concheros”, originaria de Querétaro. Los danzantes llevan trajes coloridos adornados con conchas, plumas y bordados elaborados. Así realizan movimientos rituales al son de conchas marinas y tambores. Este baile tiene sus raíces en la resistencia indígena durante la colonización española, y mezcla la cosmovisión prehispánica con elementos cristianos.
“En ningún momento cobramos por ir a bailar a algún lugar. Esa es la esencia de nuestra danza: la fe. Agradecemos a Dios de esa forma y damos un sacrificio corporal”, expresa uno de los danzantes. Cuando asisten a La Villa, le piden permiso a Dios y a la Virgen de Guadalupe para entrar al recinto; y al final, les dan las gracias.
“Es como el sincretismo que tenemos. No olvidar nuestro pasado; ya hay una nueva creencia, creemos en algo, pero bailamos con nuestra sangre del pasado. Realmente es una fe de sangre, nos querían hacer católicos (los conquistadores) pero no vernos como iguales. Empezaron a mezclar los bailes con deidades de la religión católica”, agrega el danzante.
También sobresalen los peregrinos provenientes de San Sebastián Mártir, que llegan caminando, algunos disfrazados de payasos o con sus trajes de danzantes, cargando enormes imágenes de diferentes tamaños. Acostumbran bailar la danza “Toriteros y Gracejos”.
“Entramos primero a visitar a la Virgen, y posteriormente realizamos la danza ‘Toriteros y Gracejos’, en agradecimiento por todo lo que la Virgen nos da”, señala uno de los peregrinos.
Asimismo, destacan los peregrinos danzantes de la comunidad de San Sebastián Villanueva, que muestran a la Morenita su devoción con la danza “Los Negritos”.
“Todos venimos aquí́ movidos por la fe hacia la Virgen María, en agradecimiento traemos nuestra Danza de los negritos, llegamos por la madrugada y nos regresamos el mismo día”, comenta uno de ellos.
Por su parte, con cascabeles atados a sus tobillos, tambores, maracas y el movimiento de su cuerpo entero, el Grupo de Danza Azteca de Pleasanton ensaya durante meses para celebrar a la Madre de México.
Los integrantes de este grupo llevan más de 10 años juntos, y desde octubre de cada año dedican día y noche a planear sus bailes, trajes y ofrendas a quien ellos llaman con cariño La Morenita de Tepeyac.
“Lo hago con mucho orgullo, es un honor, me estremece siempre cuando me pongo hacia ella, es una felicidad grande que nos nace del corazón tanto a mí como a todas las compañeras, por eso estamos aquí presentes” compartió una de las integrantes del grupo. Además, honran a la Virgen con sus habilidades manuales, porque diseñan y bordan a mano todos sus trajes. En su bordado incluyen la imagen de un nativo mexicano, pues, aseguran, “nuestra madre es una indígena”.
Por otra parte, y según datos del Fomento Artesanal y de Promoción a la Pirotecnia del municipio, el 60 por ciento de los habitantes de Tultepec se dedica a la fabricación de cohetes. Se tienen datos sobre el desarrollo de fuegos artificiales en esta región desde la segunda mitad del siglo XIX. Posteriormente, el naciente gremio pirotécnico se integró a una agrupación religiosa denominada Asociación Pirotécnica de San Juan de Dios, a quien consideran su protector.
“Cada primer domingo de noviembre, los pirotécnicos artistas del fuego presentan su ofrenda de fuego a la Guadalupana. Este es un arte que es una tradición, que es ingrato porque en él se lleva toda la vida desde hacer el cohete, ponen en riesgo su vida, pero finalmente nos brindan un espectáculo y eso es lo que ellos ofrecen: una ofrenda de fuego para nuestros santos“, dijo la antropóloga Patricia Castelán.
Esta actividad tradicional, que se realiza también Guatemala, tiene origen español, y es un anuncio de la llegada de las ganaderías y sus capataces. Se considera una representación del demonio en caza de los herejes, mientras les da un castigo.
Finalmente, están los sonideros que provienen de diferentes puntos del Valle de México. Es de las peregrinaciones más esperadas, porque tienen baile gratis durante muchas horas con sus bocinas.
En esta singular peregrinación en cambio de cantos religiosos se escuchan cumbias y salsas para la Virgen. Los sonideros acuden a la Basílica para dar gracias a Dios por un año más de vida y de trabajo. Uno de ellos afirma que este movimiento inició en el barrio de Tepito.
La Virgen Morena siempre está llena de celebraciones. Es el símbolo más importante de la identidad nacional y convierte a México en el segundo país del mundo con mayor número de católicos, de acuerdo a las estadísticas publicadas por el mismo Vaticano.
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