Si pensamos en términos geopolíticos, sabremos que la lucha ha comenzado; el nuevo petróleo es, nada menos, nuestro recurso más vital: el agua. Si todavía no has escuchado los estruendos de esta guerra, amigo lector, es que nos lo han escondido muy bien.
Mientras tanto, además de lo aterrador que es el tema del agua en México, los demás recursos naturales también se agotan. El gris de la ciudad va matando al verde: los cerros desaparecen con rapidez y con ellos miles de especies de flora y fauna. Nos acostumbramos a vivir así —quien es de aquí lo sabe—, somos una especie mutante que aprendió a respirar aire contaminado, a tomar agua poco limpia, a vivir entre escasos espacios verdes, a no ver las estrellas, a disfrutar de vez en cuando los atardeceres, la luna, y —cada vez menos días al año— los volcanes.
La jungla de concreto nos ha hecho supervivientes expertos. Si a esto le sumamos la delincuencia de la cdmx , nadie podrá negar que somos animales siempre alertas, eternamente preparados para correr o saltar si es necesario, para defendernos y hacer “todo lo que esté en nuestras garras”. Si es flojitos y cooperando, mejor, pues en ocasiones esta estrategia resulta el complemento perfecto a la ley del más fuerte.
Sobra decir que en un ecosistema así, las mujeres desarrollan a la perfección las artes del camuflaje. Los consejos del más habilidoso camaleón quedan cortos cuando llega el momento de atravesar sola de noche —o no necesariamente de noche— muchas calles de la ciudad.
No quiero ser fatalista pero, ¿cómo chingados sobrevive uno en este lago estancado, con el agua entubada que no fluye, y entre las inundaciones que nos deja cada lluvia de monzón? ¿Acaso esta especie mutante tendrá que migrar y dejar su hábitat natural?
Lo bueno, claro está, es que si logras sobrevivir a esta selva, saldrás tan curtido, que ningún ecosistema te espantará: podrás sobrevivir en cualquier rincón del mundo.
Ánimo,
María
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