Arte que de secundario no tiene nada: El TGP en el Carrillo Gil

La historia ahora se comparte en un click; se pasa página casi tan rápido como los capítulos se escriben. Los detalles de las mejores anécdotas se pierden entre la masa de recuerdos, la gente olvida el orden de las cosas, el matiz de las eventualidades. Antes de que me dé cuenta, estoy caminando por el sur (no tan al sur) de la metrópoli. Repaso momentos fugaces, flashes, destellos. Yo que ando ahora muy revolucionado de la cabeza, debería saber cómo estuvo ese rollo de revuelta nacional que se organizó a principios del siglo pasado.

Entre que son peras o son manzanas, me encontré con Estampas de la Revolución Mexicana. Un trabajo gráfico de activismo colectivo. Esta exposición se presenta en el Museo de Arte Carrillo Gil hasta el 04 de mayo y vaya que tiene mucho material para explorar. En el marco del 50 aniversario del nacimiento del museo, estos 85 grabados en linóleo despliegan una composición verdaderamente luminosa sobre el porfiriato, las andanzas revolucionarias y un poco de la vida institucional del país después de las revueltas. Acá el interés nace en el núcleo del Taller de Gráfica Popular, organismo dedicado al quehacer artístico y social que pretendía (y conseguía) difundir las anécdotas más perronas de la vida política, cultural y cotidiana del país.

Así, esta sala espaciosa del MACG, resguarda el trabajo de los maestros Leopoldo López, Pablo O’Higgins, Luis Arenal, Alfredo Zalce y, quien más tarde fuera célebre fotógrafa, Mariana Yampolsky, que tiene su propio espacio de homenaje con una breve serie de grabados llenos de ingenio y audacia. “A manera de libro abierto”, como dice su texto de sala, esta carpeta de 1947 plantea la misión pedagógica de la transmisión de los ideales de la revolución a través de uno de los aparatos artísticos más amables para el entendimiento masivo: las técnicas gráficas al servicio de la transformación y el activismo.

Cada estampa es un testimonio diferente por o en contra del despojo de un régimen que masacró a los revoltosos, matándolos en caliente, y a las comunidades originarias, tal y como sucedió con la comunidad yaqui en Sonora. La libertad de prensa destrozada, la retirada de un hombre paternalista a más no poder que moriría en Biarritz tiempo después… todo esto es parte del trabajo de un taller que es pilar en la historia de la gráfica mexicana y que luchaba contra “la reacción fascista”, no solo en favor del pueblo, sino también de los mismos artistas, a quienes ayudaban a pelear por condiciones laborales más justas.

El congelamiento de un instante traducido a un grabado cargado de virtuosismo da como resultado piezas con escenarios mexicanos, que mezclan la caricatura con el lenguaje de fácil entrada de villanos muy malvados y héroes grandísimos, que capturan al ojo curioso y no lo dejan salir sin un poquito de información para completar el rompecabezas de la primera mitad del siglo XX. En cada recuadro es sencillo intuir lo que sucede sin la necesidad de leer la ficha técnica. Hay signos clarísimos, universales, todos contra el imperialismo y la opresión, para “apuntalar la memoria colectiva y la representación de la identidad social mexicana”.

Como salí muy reflexivo de la sala, no tuve más remedio que seguir dándole vueltas al asunto y molestar al curador de esta exposición, Víctor Palacios, quien amablemente atendió a mi invitación a charlar. El maestro me dijo que esta icónica carpeta necesitaba una nueva visita ya que, si bien se ha presentado fragmentada en varias ocasiones, era necesario observarla en su totalidad y dialogar con ella desde la contemporaneidad. “Hubo una invitación para reparar en torno a la colección del Carrillo Gil y a mí me pareció congruente incluir los 85 grabados sin prescindir de algunos que puedan paracer repretidos. Hay 8 que describen la vida de Zapata y 5 o 6 sobre el Plan de San Luis (…) me pareció importante dejar claro lo que los artistas querían plasmar en su momento”, anotó el maestro sobre la curaduría de la muestra.

“Mariana fue la única mujer en participar y la primera mujer en incorporarse al taller. Al ver esta inequidad al ver en 16 artistas solo una mujer, nos pareció congruente incluir más obras de ella que pertenecen al MUNAE y al MUNAL, para destacar su participación en el TGP. Mariana solo tiene cuatro grabados en la carpeta y eso es muy particular, no se dividieron en partes iguales, asumo que fue por cuestiones de tiempo pero hay artistas muy importantes que solo tiene uno o cuatro grabados. Pero lo importante es justo la mezcla de generaciones”, nos contó el maestro Palacios, para dejar más claro el asunto de la pequeña muestra individual sobre Yampolsky.

El arte, según el TGP, tenía que estar al servicio del pueblo y el maestro Palacios lo supo plasmar en una nueva narrativa nacida desde las entrañas de su curaduría y recalca que, en 1947, la mitad de la población mexicana aún era analfabeta, por lo que la misión de esta carpeta era “transmitir los ideales de la revolución para comenzar a cosechar sus frutos”.

El maestro Palacios nos aclaró un tema importante sobre la técnia, pues: “El linóleo era una técnica novedosa, en México se consideraba un tanto informal, digamos, no tenía el peso del cobre”, pero esto no impidió que los grabadores del ’47 hicieran el ejercicio de recuperación de una historia aún reciente para ellos. Este ejercicio didáctico tiene reminiscencias de Posada, de Orozco. Palacios nos dijo que hay “giros”, ciertos detalles “grotescos” que encontraron su inspiración en diferentes personajes icónicos para el mundo del arte, pero la maestría estuvo, sin duda, en el equipo, en el trabajo en conjunto, tal y como sucedió con el team del Carrillo Gil en mancuerna con el maestro Palacios.

Así, concluye este viaje por lo que se considera, aún en muchos lugares, un arte secundario… ¡pero qué bien impacta la gráfica y de qué forma se solicita para contar las historias de los ganadores, pero casi siempre, de los vencidos! Vámonos yendo de aquí, en caliente, para no hacerles perder más el tiempo, queridos lectores. Nomás queda mandar un abrazo y mi agradecimiento a Fernanda Quiroz, jefa de comunicación del museo, quien nos abrió las puertas hacia el entendimiento profundo de esta muestra y, por supuesto, al maestro Palacios. Ahora queda, como dice Meme del Real, seguir dándonos tumbos por calles y callejones, reconocíendonos en las miradas de la otredad, de esa que está en el pasado y que nos llama, apasionadamente, para correr a escuchar lo que tiene que decir.