“En chinga, como este documento que hice en chinga. Reporte anual en chinga… ¿Cómo se escribe ‘haber’? Tú que eres de una revista has de saber… Ahora sí dime, ¿en qué te ayudo?”. Estas fueron las primeras frases que escuché del funcionario público con un alto poder de Comunicación y Orientación de Recursos de nuestra CDMX cuando en 2016 puse en sus manos nuestra primera edición: Made in Chinga. Y es que ante tal respuesta, es imposible no reírse —o llorar y reír—. ¿Qué más queda?, ¿sólo llorar?
Este tipo de diálogos los escucho a menudo en nuestro sistema de gobierno y me ayudan a entender la gastada frase de: “Por eso estamos como estamos”. Sin embargo, me sorprende mucho cómo estamos, cómo seguimos funcionando, con nuestro modo descarado de hacer las cosas… en chinga. Por eso, 23 números después, regresamos a explorar este interesante tema que define con precisión muchos de los empeños que materializamos en esta gran ciudad.
No me deslindo de todo esto, pues yo también soy chilanga y he hecho muchas cosas en chinga. Y creo que esto tiene su lado bueno: al chile te avientas, inventas, innovas. Peeeero claro que también tiene una consecuencia importante: la chinga que uno se mete al hacer las cosas al chile. Y de los problemas a largo plazo, ¡ni hablemos!
Me gusta la idea de tomarse la vida a la ligera y quitarle esa pesadez pesadillesca que tienen la burocracia y la situación incierta de nuestra ciudad, donde cada problema a resolver parece un pozo sin fondo y sin asideros. Y es precisamente el humor de Jorge Ibargüengoitia el que me enseñó a ver la bella sátira en algo tan desolador. Sin duda, me hubiera encantado conocerlo. Mi tercer apellido es Ibargüengoitia y me gusta fantasear con la idea de tener algún lazo familiar con él.
“¿En qué estábamos? Yo no sé que qué hago aquí, aquí me pusieron, ya sabes, así pasa, primo del primo… Y acabé en este puesto de gobierno”, confesó el susodicho funcionario, justificando su total incapacidad para dar respuesta a las preguntas que le hice sobre el apoyo que su dependencia podría brindar a nuestro proyecto de trabajo con las poblaciones callejeras.
Y me fui boquiabierta, en chinga, como esta carta que hice en…
María
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