Lamentable, nostálgica e inevitable: la extinción. Los objetos, como las costumbres, se extinguen. Es parte de su naturaleza; de nuestra naturaleza. El universo está diseñado para que todo se acabe y vuelva a significarse. Como una transformación en busca de evolución.
Pero es cierto, las cosas de hoy nacen con un periodo de vida corto; ya no para durar, heredarse o mejor aún, arreglarlas cuando se descomponen. Por esta razón muchos de nuestros oficios están desapareciendo, desplazados por el nuevo pensamiento o las formas apuradas del uso y la tecnología.
Practicamos una cultura de la extinción. La aceleración y lo masivo –de la mano con un consumo imparable, una realidad vista a través de pantallas y una comunicación virtual–, han hecho que algunas dinámicas e intercambios sociales también estén en peligro de extinción. Olvidamos nuestras raíces; todo lo que hacemos es sustituir. Ese México D.F. del que hablan los abuelos ya no existe, ha cambiado. Esto no necesariamente es malo; pero nos mueve y nos hace cuestionarnos.
En este número miramos la extinción desde la realidad actual.
Quisimos hacer un testimonio-ofrecimiento-celebraciónconmemoración a estas entidades significativas que sobreviven y luchan por no esfumarse. Nos queda la esperanza de que nada está perdido; anda por ahí, en la memoria.
El pintor Gabriel Macotela evoca sus años en la colonia Roma, mientras que Juan Carlos Jaurena, artista invitado, nos comparte “Caja de recuerdos”, una pieza-objeto de su autoría. Andrea Montes hace una reflexión humorística del ocio, y algunos vendedores nos abren las puertas a sus recuerdos mas íntimos.
Y bueno, las publicaciones impresas también luchamos por no morir.
Disfruten su tiempo presente,
María Portilla.
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