“¿Quieren que el Gobierno de Berlín expropie 240,000 viviendas a los grandes propietarios?”
Es la pregunta que el 57% de los berlineses respondieron con un “SÍ” rotundo en un referéndum en el marco de sus elecciones generales del pasado 26 de septiembre; en las que también (todo parece indicar) resultó electo Olaf Scholz como sucesor de Angela Merkel, los miembros del Bundestag, la alcaldesa de Berlín y los representantes de los 12 distritos de la capital.
Dicho ejercicio de participación ciudadana fue posible gracias a la articulación del movimiento “Expropiar a Deutsche Wohnen y compañía” (Deutsche Wohnen & Co enteignen), gigante inmobiliario que, al día de hoy, controla más de 100,000 viviendas en condiciones cada vez más desventajosas y precarias para los arrendatarios.
Si bien el resultado en favor de la expropiación masiva no es vinculante, representa un mensaje contundente de una ciudadanía harta de la especulación rampante del mercado inmobiliario.
Desde hace algunos años, la capital alemana se hace presente en la conversación pública de la Ciudad de México por la ligereza con la que militantes de las realidades unívocas publican textos en los que igualan las condiciones de calidad de vida entre ambos territorios. Tamara Velázquez ha respondido con contundencia a dichas concepciones situándolas en el contexto que corresponde.
No obstante, vale la pena reflexionar sobre las condiciones que hacen posible un referéndum de estas proporciones en Berlín, mientras en la Ciudad de México son cotidianos los testimonios de desalojos en defensa del gran capital. Sean los inquilinos del edificio Trevi, los habitantes del pueblo de Xoco y su digna lucha ante el agandalle de MÍTIKAH, o las millones de historias de personas que ven vulnerado su derecho a la vivienda digna.
El referéndum berlinés fue consecuencia de una inercia vigente al menos desde el año 2019, cuando el parlamento de la ciudad, orillado por la presión social de viviendas asequibles, aprobó topes al precio de las rentas y su congelación durante cinco años. La medida fue anulada por el Tribunal Constitucional alemán en abril de este año alegando que el legislativo no contaba con facultades para aprobar dicha medida; pero la ciudadanía claramente ha expresado su postura por otra vía democrática.
Sería profundamente injusto decir que la ciudadanía de la Ciudad de México no se ha articulado a lo largo del tiempo en defensa de la vivienda digna. Desde los movimientos de damnificados de los sismos de 1985 y 2017, sumado a los múltiples grupos sociales que desde su propia trinchera como colectivo demandan lo mismo; sean comunidades indígenas, barrios originarios, o simplemente personas en condición de vulnerabilidad.
Una diferencia fundamental se encuentra en la ausencia de canales efectivos para ejercer sus demandas; en un sistema político capitalino donde el Instituto de Vivienda de la ciudad es una entidad anquilosada, la oposición liderada por el PAN en el Congreso de la Ciudad tiene nulos incentivos a verbalizar una agenda que evidenciaría su complicidad con desarrolladores (particularmente en la alcaldía Benito Juárez) y una bancada de MORENA dividida internamente y que desde 2018 no ha conseguido construir una agenda legislativa consistente.
Adicionalmente, al día de hoy no existe una estadística certera de la cantidad de predios invadidos o controlados por el crimen organizado en zonas de alta plusvalía, realidad que representa otra dimensión de la complejidad de acceso y gestión del territorio en una ciudad que, en conjunto con los municipios conurbados, es la mancha urbana más grande del hemisferio occidental.
¿Y el Gobierno de la Ciudad de México? Habría que preguntar a los colectivos en defensa de la vivienda digna y del territorio si consideran que la agenda de innovación y derechos se ha traducido en hechos, no en palabras.
Con todo ello, el referéndum alemán sienta un precedente para que la ciudadanía de más capitales en el mundo alce la voz ante la voracidad del neoliberalismo y sus distópicas consecuencias que padecemos todos.
¿Esto no es Berlín? Quizás sí, quizás no. Lo cierto es que en la Constitución Política de la Ciudad de México, su Código de Instituciones y Procesos Electorales y en la Ley de Participación Ciudadana, están previstos los pasos para activar una consulta de las dimensiones berlinesas.
Nada perdemos con echarles un ojo. Porque el capital no descansa y no se le derribará sin articulación comunitaria.
Director General de Mi Valedor. Está convencido de que le habría ido mejor a México si Heberto Castillo hubiera sido presidente.
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