¿Cómo funcionan los comedores comunitarios de Ciudad de México?: Visitamos tres de ellos y conversamos con los voluntarios encargados

¿Cómo funcionan los comedores comunitarios de Ciudad de México?: Visitamos tres de ellos y conversamos con los voluntarios encargados

17/04/2024
Por Alejandro Peña

Al llegar, observas caras serias por todos lados; muchas de ellas apesadumbradas, con miradas perdidas. Pero también hay quienes sonríen, quizá por efectos de algunas sustancias o porque a pesar de todas las dificultades no pierden las ganas de conversar, contar chistes ni de mantener ese lado dicharachero característico de ciertas personalidades.

Lo cierto es que todos se acompañan en la espera por algo vital: La comida del día. En los alrededores de los llamados comedores solidarios suele concentrarse gente que vive en las calles, que reside en albergues o que está en situación de pobreza extrema. Se saben muy bien los días y horarios en los que funcionan y muchos ya se conocen entre ellos, pues coinciden frecuentemente en estos lugares ubicados en varios puntos de la Ciudad de México.

Comedor ambulante en parque San Carlos – Foto de Alejandro Peña

Por una parte, se encuentran los comedores comunitarios, que surgen de los programas sociales creados por el gobierno para ofrecer asistencia alimentaria a aquellos grupos de personas en situación de vulnerabilidad, entre otros motivos porque no cuentan con empleo, tienen alguna discapacidad, pertenecen a grupos discriminados o son de la tercera edad. Cobran un promedio de 5 pesos por cada ración y están distribuidos en más de veinte estados.

Existe un Sistema Nacional de Comedores Comunitarios (SNCC) que los agrupa a todos y que a su vez trabaja con el apoyo de la Distribuidora e Impulsora Comercial Conasupo, S.A. de C.V. (DICONSA), que es la red social de abasto más grande de México, y cuyo objetivo es “garantizar la distribución de alimentos con alto contenido nutricional y económicamente accesibles, para la población en condiciones de marginación”, de acuerdo a su página web.

Por otra parte, están los Comedores Sociales para el Bienestar de la Ciudad de México, localizados en “zonas de media, alta y muy alta marginación”, desigualdad, pobreza o conflictividad. Se conforman bajo dos modalidades:

  • Comedores Públicos para el Bienestar: “El ingreso es gratuito y se deberá llenar la cédula de derechohabiente directamente en las instalaciones. Se atiende de lunes a viernes (excepto días festivos) en un horario de 10 a 17 horas, o antes si se terminan las raciones del día”.
  • Comedores Comunitarios para el Bienestar: “La cuota de recuperación establecida por cada ración es de 11 pesos a población en general y se deberá registrar a través del medio electrónico o listado de asistencia que se encontrará” en el mismo comedor. “Su instalación y operación se realiza por medio de grupos de vecinos interesados en promover y garantizar el acceso al derecho a la alimentación de las personas que habitan y transitan en la ciudad*.

(*Información consultada en la página de la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social, SIBISO).

Finalmente, están los Comedores Sociales Municipales o Dependientes de Entidades No Lucrativas, y son aquellos organizados, dirigidos y coordinados por algunas instituciones religiosas, fundaciones y organizaciones civiles. El acceso es libre y atienden a personas de cualquier situación socio-económica, aunque acuden especialmente las que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Sobreviven por donaciones monetarias o de alimentos, y hacen un esfuerzo admirable para beneficiar a la mayor cantidad de gente posible.

“Lo ideal sería también servirles un café, una galletita, poner música”

Mi Valedor hizo un recorrido por tres comedores de la Ciudad de México para conocer de cerca el servicio que prestan y a las personas que allí apoyan, además de a los beneficiados.

El Comedor Vicentino fue el primero que visitamos. Se encuentra en República de Perú 8, colonia Guerrero, alcaldía Cuauhtémoc. Ahí conversamos con Carlos Marcelino Cárdenas, misionero católico y director encargado. Tiene 20 años en esa labor, aunque aclara que no percibe remuneración, así como ninguno de los voluntarios que allí se encuentran.

Carlos Marcelino Cárdenas, encargado del Comedor Vicentino – Foto de Alejandro Peña

Nos cuenta que, en 1897, un misionero de apellido Segura fundó cuatro comedores en lo que ahora es el Centro Histórico de la Ciudad de México, “los otros tres comedores ya no existen. Este se mantiene porque se ha estado moviendo de lugar. Esta casa fue de los misioneros, y la dejaron como comedor definitivamente en 1960”.

Empezamos dando una comida fuerte, o lo que llaman en España una comida caliente. En ese entonces migraba mucha gente del campo, de Toluca, Veracruz, Puebla, y a esa gente se les echaba la mano dándole la comida mientras conseguían trabajo”, relata, mientras apunta que este movimiento de población fue consecuencia de la industrialización que experimentó México en ese entonces.

Comedor Vicentino – Fotos de Alejandro Peña

Cárdenas señala que además de dar comida, acompañan a quienes lo solicitan en los procedimientos de desintoxicación. Reciben a todo el que lo necesite, pero en su mayoría asisten quienes están en situación de calle o pobreza extrema.

Reciben donaciones de la SIBISO, que también envía a un trabajador que los apoya. Abren sus puertas cada lunes, miércoles y viernes de 12.00 a 14.00, y los sábados de 9.30 a 11.30. Los alimentos que sirven entre semana son los que envía el gobierno, por lo que no cobran nada por entregarlos, mientras que los sábados cada voluntario (8 entre semana y 16 los fines de semana) contribuye para comprar la comida, por ello, piden 5 pesos a cada asistente.

Trabajador de SIBISO en comedor Vicentino – Foto de Alejandro Peña

Instalaciones y voluntarios del comedor Vicentino – Fotos de Alejandro Peña

Cárdenas calcula que atienden alrededor de 200 personas por día, y ellos mismos guisan la comida que sirven. Considera que lo más difícil es tener recursos para pagar los servicios básicos, como luz, agua y gas, y para el funcionamiento mínimo del comedor. Comenta que reciben donaciones en una cuenta bancaria, que se encuentra en su página webhttp://www.comedorvicentino.com

El mensaje que envío es que seamos solidarios. Todos estamos en el mismo barco, y lo que tú necesitas lo necesitan ellos también. Yo antes los juzgaba, decía que eran unos hijos de la… mantenidos, pero no sabía lo que cargaban. Y después de no quererlos, mira, les estoy sirviendo. Yo creo que si somos solidarios con los que necesitan, independientemente de a quien le vayas, al rojo, al azul, al verde, navegamos mejor. Sean solidarios no nada más en los comedores, sino en todas las obras que necesitamos, para que seamos unos buenos ciudadanos”, finaliza.

Posteriormente fuimos a un comedor que se puede catalogar como ambulante, ya que no cuenta con instalaciones propias, sino que reparte comida en recipientes desechables por diferentes parques de la ciudad. El día que los encontramos, estaban en la plaza San Carlos, ubicada en C. Ignacio Mariscal 63, colonia Tabacalera, alcaldía Cuauhtémoc.

Allí conversamos con el encargado principal, quien prefirió mantenerse en el anonimato. Pertenecen a una institución religiosa que se identifica como cristiana, evangélica, pentecostés.

Somos un grupo que nos organizamos para comprar alimentos para las personas de situación de calle. A diario se mandan a hacer los alimentos y se los traemos a la gente. Podemos estar aquí ahora (en San Carlos), luego en otro lado, aquí dentro de la CDMX. Siempre se esfuerza la gente para contribuir. No recibimos ningún recurso de nadie, aportamos entre nosotros mismos”, nos indica.

Empezamos cuando comenzó la pandemia y seguimos hasta la fecha. Iniciamos con 125 comidas, y ahorita con el tema de los recursos económicos, hemos bajado a 85. Mientras Dios permita vamos a seguir en esta obra social para beneficio de la gente de bajos recursos. Somos alrededor de 15 voluntarios”, añade.

Comedor ambulante en parque San Carlos – Foto de Alejandro Peña

Reparten la comida de lunes a viernes, desde las 13.00. Tardan alrededor de 40 minutos, y posteriormente se toman un tiempo para leer la Biblia a los asistentes. “Antes veíamos más gente tirada en los parques. Ahora se reúne un grupo como de 40 y 50, y escuchan la palabra. Muchos ya no se drogan. Entre ellos mismos se regalan ropa, zapatos. Entre ellos mismos también se dicen que dejen esa manera mala manera de vivir”, comenta.

Yo estoy contento con esta obra porque es una misión que tenemos. A veces nos falta una o dos comidas, porque se repartieron todas, pero procuramos entonces que una comida se reparta entre dos o más. La idea es que nadie se vaya sin comer algo”, apunta, a la vez que nos dice que las personas beneficiadas se organizan por orden de llegada.

Cuando van a cambiar de sitio, le informan a una persona y esta se encarga de correr la voz, estrategia que les ha funcionado hasta ahora. Aunque los han agredido en algunos sitios al momento de predicar sus creencias, ellos prefieren retirarse, para huir del peligro. “El mayor reto de esta labor es que crean en el Señor Jesucristo. Y la única forma de que sean salvos es que prediquen el evangelio. Yo he visto aquí cómo la gente se convierte y cambia”, concluye

Finalmente fuimos al comedor organizado por la Fundación Lázaro, donde platicamos con Jorge Ochoa, responsable del centro de ayuda. Sirven la comida en una cancha que se encuentra justo frente a sus instalaciones, en Sándalo 111, colonia Santa María Insurgentes, alcaldía Cuauhtémoc, desde el año 2017.

Jorge Ochoa, Representante de la Fundación Lázaro – Foto de Sandra González

Ochoa nos comenta que el centro de ayuda que él dirige abarca el comedor, así como diferentes talleres, dispensario de ropa, regaderas, un área de proyectos productivos, procuración de fondos y programas de reinserción laboral.

Esta fundación, según nos refiere, nació en el año 2006 en Francia, con tres personas profesionales que decidieron invitar a tres indigentes a vivir en sus casas, y así nació el concepto de ‘casas compartidas’, “como esta que tenemos aquí, son mitad gente profesional y mitad gente que ingresa en situación de calle. Hoy en día hay en Francia, España, Bélgica, Suiza y la de México, que es la primera en América”.

Actualmente aquí en la fundación hay 17 personas viviendo, nueve profesionistas y ocho en situación de calle. Estamos por abrir una de mujeres en Coyoacán y otra de hombres, porque esta ya está saturada. Por ahora sólo se encuentran en CDMX, pero se espera que se difunda a otras ciudades de México y otros países de Latinoamérica”, agrega.

Voluntarios del comedor de la Fundación Lázaro – Fotos de Sandra González

Este comedor, por los momentos, sólo funciona los sábados, por cuestiones de logística y recursos, aunque hasta hace un tiempo también abrían los domingos. “A las once de la mañana abrimos las regaderas, tenemos un dispensario donde regalamos ropa. Entonces empieza desde las once de la mañana hasta las tres o cuatro de la tarde. Bueno nosotros empezamos desde las 7 de la mañana en cocina. Empezamos a montar la lona, sacar mesas, sillas. Es un día largo para nosotros, pero la gente empieza a llegar desde las 11, 12 del día”, asegura.

No cobran nada a quienes asisten y Ochoa estima que benefician cada sábado a entre 120 y 150 personas. “Alrededor del 65% de las personas que acuden sí está en situación de calle. El 70% son hombres, con un promedio de edad entre 45 a 70 años, y nos piden mucho lo que es reinserción laboral, pláticas motivacionales, diferentes talleres, acceso a regaderas, acceso a vivienda. Un tema importante aquí es que en el comedor se les da comida, pero no es algo con lo que solucionemos todo, nosotros trabajamos mucho con el tema emocional, el físico, la reinserción laboral y la social, ahí sí creo que se ayuda a la persona. El darles de comer es una parte mínima. A la gente que viene al comedor los invitamos a que asista a los talleres para que realmente la ayuda valga la pena”.

Comedor de la Fundación Lázaro – Fotos de Sandra González

La gente que está en calle lo que hemos visto es que traen una soledad muy grande y una autoestima muy rota, y pues es empezar por ahí, por esa valoración, y tratar de ayudarlos desde ahí, porque sí le damos de comer y está bien, pero si no comen aquí comen en otra parte. No desdeño la labor, pero creo que podemos apoyar más con otras cosas”, expresa.

Ochoa aclara que, aunque sí tienen donadores de alimentos, actualmente están buscando más, porque quieren mejorar la calidad de la comida. “No que sea mala la comida, pero queremos tener variedad”. La comida la preparan residentes que tienen mucha experiencia en cocina. “Hoy tenemos por ejemplo apoyo de una fundación muy buena, vinieron dieciséis voluntarios y hoy a diferencia de cada sábado hoy sí tuvimos el servicio con mesas. Normalmente hacen fila y va pasando la gente y se les da ‘charoleando’ como se dice, pero ya queremos empezar a dar este servicio cada sábado, que se sientan atendidos en la mesa. Si te fijas hoy están todos sentados, tranquilos, se siente un ambiente diferente, yo que estoy cada sábado, hoy veo un ambiente muy relajado”.

Lo ideal sería también servirles un café, una galletita, poner música, hacerlos sentir que están en un espacio donde se les quiere, donde vienen a pasar un buen rato, no nada más a comer. Esa es la idea a corto plazo, y que en vez de que se vayan a las tres, que se vayan a las cinco”, asevera.

Comedor de la Fundación Lázaro – Fotos de Sandra González

Ochoa explica que entre los retos que afrontan está “mantener los insumos y la calidad de los mismos, que ahorita es un problema. Hay que trabajar constantemente en eso. Tenemos un proveedor que lamentablemente dejó de surtirnos y estamos con el problema de mantener los insumos, y como son muchos los comensales, también hay que mantener a los cocineros, porque si fallan los cocineros estamos en un verdadero problema. Los voluntarios también. Son muchos los elementos que tienes que atender”.

Por otra parte, “a veces hay algunos beneficiarios que generan problemas, el clásico borracho o drogado que se anda moneando aquí, pero ya se lidiar con eso. En ese caso se confronta a la persona, aunque cuando está muy drogada es bastante difícil, pero ya sé cómo. Es más, incluso me conocen muy bien, en la semana los veo y andan igual, drogados, borrachos y me abrazan. Entonces ya sé cómo sacarlos, y si se ponen muy mal, hay forma de hablarle a la policía y que vengan por ellos”.

El mensaje que Ochoa envía a la comunidad es “que corran la voz, que aquí en la Fundación Lázaro apoyamos a la gente en situación de calle, que nos apoyen con alguna donación de ser posible, ya sea en especies o en recursos. Siempre es bien canalizada y transparente, y pues esperamos seguir creciendo”, al tiempo que puntualiza que no reciben ayudas del gobierno.

Página web de la Fundación Lázarohttp://www.fundacionlazaro.mx

México y el hambre

De acuerdo a un informe publicado en el 2022 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), titulado “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022. Adaptación de las políticas alimentarias y agrícolas para hacer las dietas saludables más asequibles”, en México 33.9 millones de personas “no pueden permitirse una dieta saludable. Se trata del 26.3 por ciento de la población”. A su vez, otros 7.6 millones de personas (6.1%) “están subalimentadas por otras razones”. Asimismo, 4.8 millones, o lo que es lo mismo, 3.7%, se encuentran en situación de inseguridad alimentaria grave, y 28.9 millones, 22.4%, en inseguridad alimentaria moderada. “En total, en el país hay 41 millones 500 mil personas malnutridas. Hay mucho por hacer, y quizá las manos que trabajan para combatir esta problemática sean insuficientes, pero la voluntad y dedicación sobrepasan las limitaciones.

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Alejandro Peña

Alejandro Peña

Valedor y periodista a tiempo completo. Zurdo, cinéfilo, amante de la lectura, la música, el café y el chocolate. En contra de las farsas sociales. Otro venezolano emigrante.

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