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Entre más separados estamos como sociedad nos sentimos más solos, aislados y menos conectados, lo que lleva a la violencia. Por eso, organizaciones como esta buscan la cohesión social creando espacios de encuentro para que se genere el sentido de comunidad.
Lo que caracteriza la violencia en Tepito es un problema intrínseco a la familia y la comunidad. “Palomares sufre cuatro generaciones de abandono: abandono de educación, abandono laboral, abandono de programas sociales; los han dejado vivir ahí a su suerte”, explica Poncho, uno de los fundadores de la Escuela de Paz Tepito.
El trabajo empezó hace un par de años en la unidad habitacional de Palomares, donde se detectaron los principales problemas de la zona: drogadicción juvenil, basura, calles oscuras, poca oferta cultural y educativa, entre otros. Se acercaron a los niños y junto con ellos comenzaron a implementar proyectos de formación de valores para fomentar la paz.
La Escuela de Paz se basa en el programa constructivo desarrollado a partir de la filosofía de Mahatma Gandhi. Se trata de un método de transformación social desde los cimientos, con la gente. “El primer paso para mejorar una comunidad es la unidad”, dice Poncho, “y la unidad se logra cuando hay espacios de convivencia. Crear actividades en esos espacios es el primer paso para lograr la cohesión, y de la cohesión se llega a la organización. Entre más vivamos aislados en lo privado, el tejido social se romperá más. ¿Dónde queda entonces el sentido de comunidad? Ahí, la cultura tiene un papel fundamental”.
Cada semana los coordinadores de la Escuela de Paz Tepito llevan a cabo actividades con los niños que viven en diferentes zonas del conocido barrio bravo. Se brindan talleres de arte, hip-hop, zumba, huertos urbanos, recolección de basura, así como pláticas de valores como la paz y la salud sexual. Esas horas que están ahí, conviviendo, enseñando y trabajando con los chicos, es un momento en que se abren las puertas a las oportunidades, y la noción del espacio y del tiempo cambia; se sale de la cotidianidad para entrar en el ámbito de lo posible. Esto es lo que se busca: dar a los niños otra perspectiva, cambiar su barrio desde adentro con el fin de vivir en un espacio menos violento y con mejores oportunidades. La intención es que algún día los niños que están participando en los talleres y descubriendo sus habilidades, se conviertan en gestores y promotores culturales de su barrio; que en el futuro pueden ser los talleristas, maestros o artistas de Tepito.
Hace unos meses los niños de la colonia Morelos salieron a las calles para capturar momentos cotidianos de su barrio. Se imprimieron las fotos y se pegaron en las fachadas; así se hizo un museo callejero, todo creado desde los ojos de las niñas y niños de Tepito. “Es un corredor cultural que tiende a recuperar la historia y la identidad del barrio. A través de estas intervenciones artísticas se busca transformar. La apuesta es que si se logra cambiar la imagen del barrio, se logrará transformar la visión que tiene la gente de este y de la comunidad misma para empezar a generar puntos de encuentro donde se promueva la organización. Esto no se logra si estamos desvinculados”, comenta Poncho mientras recorremos aquel museo callejero.
“En Palomares los niños hicieron un huerto, lo empezaron a limpiar y son los adultos mayores los que se apropiaron del huerto y ahora lo cuidan. Es un oasis en ese mundo gris”, platica Areli, una de las colaboradoras del proyecto. Justamente ese huerto es la metáfora que explica el propósito de esta escuela: limpiar, excavar, ensuciarse las manos… cambiar la basura por flores.
Así, la Escuela de Paz Tepito ha llegado para quedarse y crear espacios donde la cultura sea la herramienta para lograr el cambio social.
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