Benita Galeana es un nombre desconocido para muchos, pero fue una gran mujer que peleó por sus ideales con tal pasión que fue apresada 58 veces. Su lucha por los derechos se mantuvo hasta el final, dejando un legado inspirador.
Entre las décadas de los treinta y cincuenta del siglo pasado se dieron sucesos inexplicables en la historia de nuestro país. En un tiempo donde la mujer aún no era considerada ciudadana, existió una que pudo cachetear a su presidente, agarrar a otro por la corbata, ser apresada y liberada 58 veces, y morir por causas naturales. Son los ecos de ese México irreal los que se escuchan en la Casa Museo Benita Galeana, lugar que guarda la memoria de esta ejemplar luchadora social.
María de Jesús Real Figueroa, directora de este espacio y cronista de la Delegación Benito Juárez, muestra con entusiasmo a los visitantes la casa donde vivió la llamada “muchacha de las trenzas”, como le gritaban en los mítines del Partido Comunista Mexicano (PCM) cuando querían que diera un discurso. “El sueño de Benita siempre fue luchar por las mujeres. Ella quería venir a la Ciudad de México para ayudar a las mujeres y a la gente desprotegida”.
Originaria de un pueblo costero de Guerrero, emigró a la capital a corta edad y sin saber leer ni escribir se educó en la lucha política, abriéndose paso dentro del PCM. En 1935 fundó el Frente Único Pro-Derechos de la Mujer que buscaba garantizar el voto de las mujeres y empoderar a las trabajadoras a exigir mejores condiciones laborales y el derecho al descanso materno. Este frente existió hasta 1939 y fue clave en la obtención del sufragio para las mujeres en 1953.
Se volvió una oradora prominente dentro del partido, aprendió a escribir con 29 años y en 1940 publicó su biografía Benita, la cual se imprimió con todo y sus faltas ortográficas. El libro fue un éxito por la honestidad de sus palabras y por darle voz a las mujeres provenientes de zonas rurales y agrestes del país que rara vez eran escuchadas. En él, Benita incluyó la etapa en que trabajó en un cabaret y criticó el puritanismo del PCM. Aun así, ella nunca se consideró feminista.
Ese mismo año Benita se casó con el periodista Mario Gill, razón por la cual se mudó a la casa que ahora hace de museo. La pareja inauguró la 2da Colonia del Periodista, mandada a hacer para que los comunicadores vivieran cerca del centro de la ciudad. Este lugar es donde Benita vivió los mayores logros de su vida profesional. En los salones de la casa planeó sus viajes al campo, organizó mítines y se dio encuentro con numerosas personalidades que iban desde artistas contemporáneos como Elena Poniatowska y Juan de la Cabada, hasta políticos como Marco Rascón. Si hubiéramos tocado a la puerta un día cualquiera de 1945, probablemente habríamos encontrado a Benita apresurada, volviendo de una marcha contra el gobierno de Miguel Alemán con un cigarro en la mano, usando un huipil bordado de alguna comunidad indígena, unas trenzas decorando su frente y su collar de milagros que, en lugar de la Virgen de Guadalupe, tenía colgada la efigie de Lenin.
Benita militó desde que llegó a la Ciudad de México en favor de los menos favorecidos. Marchó junto a mujeres, campesinos, obreros, maestros y estudiantes, y aplaudió el levantamiento de los zapatistas en 1994. En los últimos años de su vida buscó organizar a la sociedad contra Salinas de Gortari, el presidente en turno.
La “muchacha” finalmente deshizo sus trenzas en 1995 con 88 años. Y, aunque dejó un gran vacío, sus actos viven e inspiran a otras mujeres en busca de la libertad y la plenitud. Benita sabía de su papel excepcional en la historia y, si bien disfrutó su victoria, era consciente que la lucha continuaría mientras siguieran naciendo mujeres bajo sus mismas condiciones casi genéticas de pobreza y exclusión.
Su casa quedó deshabitada por cinco años, pero ella ya había dejado instrucciones de que se convirtiera en un centro de estudios para la mujer. Fue así que en el año 2000 se inauguró el Centro de Estudios de la Mujer y Estudios Sociales, que después se volvería la Casa Museo Benita Galeana. El recinto, localizado en el número 11 de la cerrada de Zutano en la 2da Colonia del Periodista, tiene una sala permanente en la que se exhiben óleos, acuarelas, grabados y fotografías, así como enseres que fueron propiedad de Benita; una sala de exposiciones itinerantes; una biblioteca con aproximadamente 1,500 ejemplares de diversos temas; y una fototeca con mil imágenes.
Ahí vive Benita, en la memoria de sus actos y sus convicciones, y desde ahí sigue su lucha.
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