Al acceder a las instalaciones que se encuentran en Jalapa 18, Roma Norte, en la alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México, sientes que estás en un pequeño campamento: Personas esperando tomar una ducha por un lado, otras recibiendo servicio de barbería o corte de cabello y arreglo personal, algunas clasificando montañas de ropa, y bajo una especie de carpa gigante, varias decenas de hombres, mujeres y niños sentados alrededor de ocho mesas rectangulares degustando una apetitosa comida servida en envases desechables, acompañada de su respectiva bebida.
Parte de las instalaciones de la comunidad Sant’Egidio en Jalapa – Fotos de Alejandro Peña
Así es el espacio en el que se localiza la comunidad Sant’Egidio, conformada por alrededor de cincuenta voluntarios que se dedican a recibir a personas en situación de calle o de vulnerabilidad para ofrecerles desde un baño, hasta unos brazos abiertos para levantar el ánimo y unos oídos atentos que escuchan para comprender y buscar soluciones.
Mi Valedor estuvo en el lugar y conversó con el mexicano Jorge Alberto Uribe, voluntario desde hace dos años y medio, y uno de los encargados de coordinar las diferentes labores que realizan día a día como organización.
Jorge Alberto Uribe, integrante de Sant’Egidio México – Foto de Alejandro Peña
Según su página web, Sant’Egidio es una comunidad cristiana que nació en 1968 “por iniciativa de Andrea Riccardi en un instituto del centro de Roma. Con los años se ha convertido en una red de comunidades que se ha extendido por más de 70 países y que dedica una especial atención a las periferias y a los periféricos (…) Están unidos por un lazo de fraternidad basado en la escucha del Evangelio y en el trabajo voluntario y gratuito por los pobres y por la paz”.
Jorge nos cuenta que este movimiento llegó a México hace aproximadamente 6 años, y su sede central es esta ubicada en Jalapa, pero tienen otras en Santa Úrsula Xitla al sur de la ciudad y en la Parroquia la Esperanza de María en la Resurrección del Señor, así como en Puebla y Guadalajara, fuera de la capital del país. “Las necesidades en cada estado son diferentes. En Guadalajara es un grupo como de 10, 15 personas que atienden una vez a la semana. Santa Úrsula también tiene uno o dos días de servicio y vienen aquí para apoyo”, apunta.
Voluntarios clasificando donaciones en la sede de Jalapa – Fotos de Alejandro Peña
Los lunes y miércoles sirven comida en Jalapa entre las 18.00 y 21.00, y luego de una breve oración, se trasladan a la calle Génova, al lado de la gran Avenida Paseo de la Reforma, para repartir alimentos preparados y empaquetados a unas cien personas que los esperan haciendo fila. El primer día de la semana además ofrecen los servicios de ducha y corte de cabello y barba. Por otra parte, martes y jueves, de 15.00 a 19.30, reciben a aquellos y aquellas que requieren servicios médicos y psicológicos.
Sant’Egidio se mantiene gracias al aporte de los mismos voluntarios y por las donaciones provenientes de particulares que conocen su labor y se enamoran de ella. “Recibimos alimentos, bebidas, ropa en buen estado, medicamentos. Todo recurso es valioso aquí. Las personas pueden comunicarse para donar a través de nuestras redes sociales o en días de servicio como hoy. Se acercan y depende de lo que traigan se clasifica. Si piensas donar una comida grande te asignamos una fecha para que puedas venir con quien quieras y vivas la experiencia de compartir aquí con nosotros. Somos un grupo de voluntarios católicos-laicos, cualquiera puede venir y apoyar”, explica Jorge.
Voluntarios ofreciendo servicios de barbería y aseo personal en sede de Jalapa – Fotos cortesía de la comunidad Sant’Egidio
Además de organizar los servicios de ducha, barbería, aseo personal, comida y clasificación y entrega de donaciones, los voluntarios, entre los que se encuentran extranjeros originarios de países como España, Italia y Rusia, “hacen acompañamiento a personas que por su apariencia ni siquiera los dejan entrar a tramitar un INE o un acta de nacimiento. Incluso si nuestro servicio de odontología no cuenta como para una cirugía maxilofacial, los acompañamos a un centro especializado”, señala. Se comunican a través de un chat de WhatsApp, donde comparten las actividades planificadas y cada quien indica cuándo puede acudir.
“También los ayudamos a buscar trabajo, como parte de la reinserción. Porque algunos han perdido la práctica de buscar empleo, no saben qué decir y pues los acompañamos a las entrevistas, y si necesitan una carta de recomendación se las damos”, agrega Jorge, al tiempo que apunta que mantienen un control del área psicológica por medio de unos tarjetones en los que anotan ciertos datos e información básica de las personas que atienden, así “sabemos quién los está tratando y qué padecimiento tienen. Si llegamos a tener la medicina se la damos con gusto, si no, cooperamos o buscamos en algún dispensario o botica y hacemos intercambio con otro medicamento que tengamos”.
Servicio de comedor en la sede de Jalapa – Fotos de Alejandro Peña
Por ejemplo, “los perfumes que tú no uses los ocupamos aquí. Porque antes los tirábamos cuando llegaban, pero una vez se le puso a una persona y lloró, porque tenía más de un año sin saber lo que era traer perfume. Casi que aquí tenemos un spa. También ocupamos las muestras de shampoo de los hoteles. Los gorritos de los hoteles nos sirven para ponerles su tratamiento de piojos. Les proporcionamos cortaúñas especiales, y luego les ponemos talco en los pies y quedan limpios. Los ayudamos a que tengan más orden con su limpieza”.
Igualmente, “los sábados tenemos la escuelita de la paz con los niños de padres otomíes que vienen. Se les enseña amor y respeto y se les ayuda con las tareas a través del evangelio. Y están a cargo de adolescentes de 18 y 19 años de nuestra misma comunidad”.
Semanalmente se ocupan de un promedio de 800 personas en la multiplicidad de servicios que brindan. “Hemos atendido también a colombianos, venezolanos, uruguayos, argentinos y de Costa Rica según recuerdo. Especialmente a los migrantes les hemos dado el servicio de baño. Como están de paso suelen requerir baño y alimentos para continuar con su camino. También los orientamos para moverse en la ciudad de acuerdo a su destino, ya sea a las embajadas o albergues que necesiten. Y si tenemos el tiempo los acompañamos”. Asimismo, “aquí recibimos familias con niños. Juegan aquí, y los hacemos sentir cómodos”.
Servicio de comedor en la sede de Jalapa – Fotos de Alejandro Peña
El reto más grande al que se enfrentan es la obtención constante de recursos para continuar con sus actividades sin contratiempos, porque no tienen apoyo gubernamental. “Otro es enfrentarnos a la realidad que nadie más quiere ver, pues no somos como la asistencia social, que le damos una torta y que sigan su camino. Dignificamos a la gente, tratándolos como personas, hablándoles por su nombre y recibiéndolos con cariño”, asegura Jorge.
“Entre lo más difícil que hemos recibido ha sido un grupo de migrantes que estaban huyendo y pedían asilo político. Los tranquilizamos, los invitamos a comer, y los orientamos para que supieran adónde acudir. También hemos tratado a mujeres que sufren acoso e intentos de violación o que viven con esquizofrenia, y se han puesto agresivos, pero se les trata con profesionalismo para que vayan tomando confianza y se sientan seguros”, añade.
Momento de oración en la sede de Jalapa – Fotos de Alejandro Peña
Otro reto es la administración de los recursos con los que cuentan, especialmente aquellos que se gastan rápidamente y que significan un costo importante, como el agua utilizada en las duchas. “Generalmente se bañaban seis hombres y una mujer, ahora se están bañando entre 30 y 50 personas, de las cuales 17 son mujeres. Les proporcionamos toallas femeninas, jabón vaginal. No tenemos flujo de agua, todo es a través de pipas, que son muy caras, y vienen de cooperación. A veces por cuestiones políticas o ambientales no hay agua, entonces no nos queremos saturar para poder atender a todos”, comenta Jorge, y nos dice que cuando han llegado a bañarse medio centenar de personas se les ha agotado el agua, por lo que “ahorita hemos dado veinte fichas para tener un control”.
Entrega de comidas en la calle Génova – Fotos de Alejandro Peña
Jorge nos relata que en Sant’Egidio ha aprendido primordialmente lo que representa hacer las cosas con amor y paciencia; “en las regaderas (suelen venir) 18 personas con esquizofrenia, y eso me ha hecho aprender a tener paciencia, y poder entenderlos y tratar de ponerme en sus zapatos. Además, es un área que no suele tener buen olor, así que hay que saber adaptarse”.
De igual modo, procuran divertirse con quienes llegan hasta ellos, en un esfuerzo por hacer sus días amenos e intentar que se sientan en familia; y, de hecho, muchos les han expresado que cuando regresan a sus duras realidades extrañan esos momentos en los que comparten alegremente.
Entrega de comidas en la calle Génova – Fotos de Alejandro Peña
“Hemos crecido en fortaleza en el tiempo que llevamos. Somos cincuenta, pero aun así es un grupo reducido para todo lo que hacemos, pero somos muy unidos. Considero además que somos pocos porque tenemos que escucharlos cuando quieren contarnos cualquier situación o problema, o los dejamos escoger su ropa. También pasan al área de lavado para que puedan lavar su ropa. Ofrecemos una atención completa. Tenemos pensado incluir más servicios dependiendo de cómo vaya creciendo la necesidad de ellos” y en la medida de sus posibilidades, expresa Jorge.
Concluye invitando a la ciudadanía a que, si está a su alcance, se acerque a esas personas que ve abandonadas en las calles, pero no simplemente para darles un refresco o una torta, sino para preguntarles quiénes son y qué necesitan, porque muchos pueden estar sufriendo por circunstancias que se escapan de sus manos, y ayudarles podría se más fácil de lo que parece.
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Haz un donativo aquíValedor y periodista a tiempo completo. Zurdo, cinéfilo, amante de la lectura, la música, el café y el chocolate. En contra de las farsas sociales. Otro venezolano emigrante.
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