Si hablar sobre la “menstruación” es un tabú, escribir sobre ella parecería inconcebible, incluso con fines académicos.
A propósito de que apenas hace un par de meses se publicó la primera investigación científica [1] que buscaba probar la capacidad máxima de absorber glóbulos rojos de los productos de gestión menstrual disponibles en el mercado, me empecé a plantear seriamente la necesidad de hablar y escribir de la menstruación como una parte de la salud reproductiva. Este estudio que menciono es el primero de esta naturaleza, ya que los que le antecedieron medían la capacidad de absorción de estos productos con otros líquidos como alguna solución salina [2], y fue diseñado y conducido por cuatro mujeres.
Ya en la segunda mitad de mis veintes, y a partir de esta necesidad, me puse a reflexionar sobre mi propia experiencia. Me di cuenta de que mi entendimiento de la menstruación (y probablemente el de muchas personas) está atravesado por las nociones de cuerpo, sangre e incluso la heterosexualidad. En este sentido, la noción occidental de un cuerpo que menstrua ha estado cargada de valores e interpretaciones negativas, desde ver la sangre de la menstruación como algo “natural” pero impuro [3], hasta representarla como un castigo divino consecuencia de algún pecado original [4]. De esta manera, el menstruar ha sido delimitado a un acto propio de la “cultura femenina”, adscribiendo todos los cuerpos de niñas cis a una misma norma social: cuando empiezas a menstruar, te conviertes en una “mujercita” y empiezas a ser responsable de menstruar en privado, silenciosamente, aislada; es decir, de auto-gestionar tu menstruación y esconder, a toda costa, sus síntomas.
A su vez, la visión binaria de la medicina ha impuesto sobre el cuerpo la clasificación categórica de mujer y hombre como dato y destino biológico inamovible [5]. Por ende, hoy día es importante articular discursos que posicionan no solo a las mujeres cis como menstruantes, sino también otras subjetividades, como personas no binarias y hombres trans. Esto es algo que retoma y posiciona el estudio: contemplar condiciones de gestión menstrual digna en la calle, en el trabajo, en la casa, en la escuela, etc., donde se tome en cuenta a todas las personas que lo atraviesan, lo atravesaron o lo atravesarán.
Esta misma visión ha delimitado la menstruación como un asunto meramente reproductivo, es decir, como un medio para un fin y no como un fin en sí mismo que se ve directamente afectado por situaciones de salud diversas, como lo son: asuntos de balance y equilibrio hormonal, trastornos alimenticios, dependencias de sustancias psicoactivas, salud mental, entre otros. Por ello, exponer la gestión menstrual como un asunto de salud ligado a los derechos humanos no solo es ir en contra de la primera narrativa, sino algo necesario y de carácter urgente.
Desde un enfoque de derechos humanos, la gestión menstrual digna tiene que ver con las condiciones en las que se menstrua (cómo, dónde, cuándo), pero también con los recursos disponibles (toallas, tampones, copas, discos…) a los que se tiene acceso físico y económico. En este sentido, las niñas, adolescentes, mujeres y personas que menstrúan que se encuentran en situación de calle y/o en situación de movilidad humana se enfrentan a necesidades específicas para poder gestionar su menstruación, como puede ser el acceso a sanitarios con agua, botes de basura, papel higiénico, condiciones mínimas de privacidad y productos de gestión menstrual que se ajusten a su situación, es decir, que sean fáciles de colocar, descartar y reponer.
Esto también tiene que ver con la implementación de políticas públicas diseñadas para atender los contextos y situaciones de mujeres, niñas y adolescentes en situación de calle que garanticen su derecho a la salud reproductiva y a una gestión menstrual digna; y, a la par, a la implementación de políticas culturales y educativas que busquen desestigmatizar la menstruación y cambiar patrones sociales de comportamiento del personal médico, funcionarios públicos, maestras y maestros, madres y padres de familia y, en poca palabras, de todos, todas y todes.
Aunque apenas hace un par de meses se publicó dicho estudio, la garantía del derecho a la salud y gestión menstrual en condiciones de igualdad tiene un largo recorrido de promoción y defensa. Los avances se han enfocado en el tema fiscal y laboral, por lo que la accesibilidad, la disponibilidad de información clara y oportuna sobre la salud reproductiva sin sesgos cisexistas, y la gratuidad de los productos de gestión menstrual siguen siendo un pendiente en la agenda de derechos humanos a nivel local y nacional.
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Haz un donativo aquíAbogada en derechos humanos con más de cinco años de experiencia, especializada en estudios de género. Ha trabajado como investigadora en temas de violencia de género y desigualdad en México y América Latina. Sus áreas de especialización incluyen la violencia de género facilitada por la tecnología, la violencia económica y los feminicidios. Es maestra en Filosofía del Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Soy Concha León Portilla y tengo 66 años cumplidos. Desde hace ocho años dirijo, escribo y conduzco Enlace50, un programa de radio dedicado al tercer acto de la vida, a la tercera edad, a la vejez, o como cada quien prefiera llamarlo. La escritora Marianne Williamson le dice: “la edad de los milagros”. Yo creo […]
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