Sobre el derecho a la salud, la discriminación institucionalizada y la historia del valedor Rubén.

Sobre el derecho a la salud, la discriminación institucionalizada y la historia del valedor Rubén.

04/07/2023

Hace varios meses coincidimos con el señor Rubén y lo invitamos a unirse a las actividades de Mi Valedor. Con 61 años, llegó a Mi Valedor en busca de apoyo para recabar sus documentos personales ya que no contaba con ellos. Además, las oficinas de Mi Valedor le ofrecían un espacio seguro para él que diariamente se exponía a situaciones de violencia en las calles. Con el tiempo nos fue contando su historia de vida: estudió Contaduría Pública y, como sucede con tantas personas, una serie de situaciones familiares y de salud lo llevó a las calles. Fiel creyente en Dios, con el tiempo empezó a pensar que Dios lo había abandonado.

Un día llegó con síntomas respiratorios graves, lo que nos llevó, en palabras de Arturo Soto, director de Mi Valedor, “a algunos de los caminos más difíciles de la burocracia del sistema de salud pública de México”. El sistema de salud pública de México, aunque supone ser gratuito y para todos los ciudadanos, no cuenta con mecanismos que consideren a las personas en situación de calle, quienes no suelen contar con la documentación necesaria para acceder a los servicios de salud públicos. 

Este ni siquiera fue uno de los mayores retos que enfrentamos junto con el señor Rubén, quien no contaba con su acta de nacimiento. El mayor reto fue la discriminación que vivió por ser una persona en situación de calle. Tras ser rechazado en dos centros de salud y en el consultorio médico de una sucursal de Farmacias Similares, el equipo de Mi Valedor tuvo que solicitar el apoyo de la organización El Caracol, donde el señor Rubén pudo bañarse y cambiarse de ropa, lo que ayudó a que se sintiera un poco mejor y tuviera mejor presentación para buscar atención médica. 

“Era una tos que nunca había escuchado, era muy fuerte” cuenta Sandra, integrante de Mi Valedor. En compañía de Sandra y una operadora de El Caracol, el señor Rubén llegó al centro de salud de Jardín Balbuena, donde tuvo un fuerte ataque de tos con el que comenzó a ahogarse. Entonces, el personal del centro de salud les negó el acceso y los corrió del lugar. De ahí se fueron al área de Urgencias del Hospital General de Balbuena donde fueron recibidos por un médico que, también, se negó a brindar atención médica ya que, decían, “iba sucio, olía mal y ni siquiera se veía enfermo”.

Tanto Sandra como la operadora de El Caracol tuvieron que luchar por la atención médica del señor Rubén, alegando que eran trabajadoras sociales y que denunciarían al hospital por negligencia médica y levantarían un acta por discriminación en la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Solo así se le brindó atención médica al señor Rubén, comenzando por unos rayos X donde se veía que traía el 90% de los pulmones llenos de flemas.  

Poco después, mientras seguían luchando por internar al señor Rubén en el hospital, el señor dejó de respirar en los brazos de Sandra, quien estaba con él afuera del Hospital. Los gritos de ayuda de Sandra no obtuvieron respuesta, “nadie me hizo caso […] la policía estaba ahí y nadie hizo nada […] me sentí sola en el mundo”. Intentaron ingresar al señor Rubén de nuevo al hospital y, otra vez, lo sacaron. El señor Rubén, aunque débilmente, volvió a respirar y, corriendo, se dirigieron al Hospital General de México. 

“Te das cuenta que no toda la gente quiere ayudar, mucho menos los médicos, por ver que era una persona de situación de calle”, dice Sandra. Finalmente, y tras un enorme esfuerzo por parte del equipo de Mi Valedor, el señor Rubén fue internado en el Hospital General de México. Después de varios días internado, el semblante era muy distinto: el señor Rubén estaba mucho mejor. A lo largo de su estancia en el hospital, se encontraron con médicos amables, dedicados y dispuestos a ayudar, pero también con médicos groseros, abusivos y muy discriminadores.

El señor Rubén comentaba que algunas enfermeras se enojaban cuando les tocaba estar con él, que sentían asco o les generaba disgusto tener que trabajar con él. Incluso, llegaron a tener muy malos tratos con las personas que iban a atenderlo. En una instancia, el señor entró a bañarse y se quejó de que tenía mucho frío. Entonces, una enfermera dijo “eso es lo que pasa con la gente de la calle, como nunca se bañan, bañarse les da frío”. En otra ocasión, lo dieron de alta sin dar previo aviso a las personas responsables, después de decirles de forma muy déspota que ya necesitaban desocupar la cama que él estaba ocupando. “No es hotel”, decían. 

“Hubo doctores muy buenos y otros que decías ‘¿de verdad eres médico?’” cuenta Sandra. No pudieron obtener los nombres de las enfermeras que atendieron al señor Rubén porque ninguna daba nombres y, según contó una de ellas, la que dijera nombres era despedida. “Entre ellas se protegen, por eso no tienen reproche en tratar así a sus pacientes”. 

Después de 5 semanas internado, recibiendo tratamiento por un hongo que estaba infectando sus pulmones como consecuencia de una tuberculosis no tratada, el señor Rubén fue dado de alta, con unos diagnósticos adicionales como hipotiroidismo, un problema en la próstata, depresión y ansiedad. “Al ser dado de alta, el señor Rubén brincó de felicidad”, platica Sandra. Con el apoyo de la Fundación Lázaro, ya no tuvo que regresar a las calles. 

En palabras de Sandra, “Rubén nunca estuvo solo; además de nosotros, sí había doctores y enfermeras que estaban muy al pendiente de él”. El señor Rubén estuvo unas semanas en Casa Lázaro y pudo convivir con más personas y hacer amistades. Como no era una estancia permanente, buscamos un asilo para él. En nuestra última visita, lo vimos contento. Después de sentirse abandonado por Dios durante mucho tiempo, decía que Dios ya estaba con él de nuevo. 

Hoy Rubén vive en un asilo de ancianos fuera de la ciudad, donde es atendido de manera digna, tiene sus tres comidas al día y duerme seguro. El equipo de Mi Valedor programa mes a mes una visita para darle seguimiento y que se sienta acompañado.

En Mi Valedor estamos muy contentos de saber que el señor Rubén ya no tendrá que vivir en las calles y, también, muy agradecidos por todo el apoyo que recibimos por parte de El Caracol, Fundación Lázaro y por los médicos que tuvieron la disposición de atenderlo y, con ello, le salvaron la vida. 

NOTAS DE LLAMADA CON SANDRA

Tiene 61 años y llegó a Mi Valedor en busca de apoyo para recabar sus datos personales ya que él ya no contaba con ellos. 

Marcaron a dos centros de salud y a uno de Farmacias Similares y no lo querían recibir por ser persona en situación de calle. Arturo habló a la organización el Caracol y ellos le dijeron que sí podían asistir al señor. “Era una tos que nunca había escuchado, era muy fea” cuenta Sandra. Llevaron al sr. Rubén a la organización y lo bañaron, le dieron una nueva muda de ropa y asignaron a una operadora para acompañarlo al centro de salud. Lo llevaron al centro de salud de Jardín Balbuena. Cuando llenaban el papeleo, el sr. Rubén empezó a tener un ataque de tos y empezó a ahogarse. El personal del centro de salud se molestó de que tuvieran al paciente ahí y lo corrieron de la clínica. Le negaron la atención. Posteriormente fueron a urgencias de Balbuena y fueron recibidos por un médico que no quería atenderlo. Lo empezaron a juzgar porque iba sucio, olía mal y le dijeron que “no se veía mal” a pesar de que sí lo estaba. Le negaron la atención porque dijeron que tenía COVID, y condicionaron su atención a que se hiciera una prueba COVID en Tlatelolco. Después de decirle que eran trabajadoras sociales, accedieron a hacerle unos rayos X, donde vieron que tenía el 90% de los pulmones llenos de flemas. El personal seguía negando la atención, por lo que el equipo de el Caracol y Mi Valedor tuvieron que amenazar con levantar un acta en Derechos Humanos y denunciar por negligencia médica. 

“Mientras yo le estoy sobando para que expulse las flemas, el señor deja de respirar en mis manos (…) empecé a gritar por ayuda y nadie me hizo caso”. “Me sentí sola en el mundo”. La policía estaba ahí y nadie hizo nada. Nuevamente, intentaron ingresar al señor al hospital pero, otra vez, lo sacaron. “No sabía qué hacer ni quién me podía ayudar”. Entonces, llegaron a Hospital General, como a las 7 de la noche, 

“Te das cuenta que no toda la gente quiere ayudar, mucho menos los médicos, por ver que era una persona de situación de calle”. 

Después de varios días internado, el semblante era muy distinto. El señor Rubén estaba mucho mejor. El enfermero del señor Rubén, canalizó al equipo de Mi Valedor con una asociación de monjas para que pudieran apoyar al señor y que, tras su alta del hospital, no tuviera que regresar a la calle. 

El señor Rubén comentaba que habían algunas enfermeras que se enojaban cuando les tocaba estar con ellas, que les daba asco o les generaba disgusto tener que atenderlo. Incluso, llegaron a tener muy malos tratos con las personas que iban a visitarlo. En una instancia, el señor entró a bañarse y se quejó de que tenía mucho frío. Entonces, una enfermera dijo “eso es lo que pasa con la gente de la calle, como nunca se bañan, bañarse les da frío”. En otra ocasión, lo dieron de alta sin dar previo aviso a las personas responsables, después de decirles de forma muy déspota que ya necesitaban camas.

“Hubo doctores muy buenos y otros que decías ‘¿de verdad eres médico?’” cuenta Sandra. No pudieron obtener los nombres de las enfermeras que atendieron al señor Rubén porque ninguna daba nombres y, contó una de ellas, que la que dijera nombres era despedida. “Entre ellas se protegen”. 

Su diagnóstico fue que tenía un hongo ocasionado por las secuelas de la tuberculosis. Adicionalmente, le detectaron hipotiroidismo, un problema en la próstata y, por otro lado, le diagnosticaron depresión y ansiedad. 

Posteriormente, Mi Valedor se puso en contacto con Casa Lázaro, quienes ofrecieron dar estancia al señor Rubén. Al tener una estancia garantizada, el área de Trabajo Social del hospital le donó un concentrador de oxígeno al señor Rubén. “Rubén nunca estuvo solo, habían doctores y enfermeras que estaban muy al pendiente de él”. Al ser dado de alta, el señor Rubén brincó de felicidad. Estuvo un rato en Casa Lázaro y pudo convivir con más gente y hacer amistades. 

 

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