Conjunto vacío es una novela de pérdida y reconstrucción, es a través de su lectura que los lectores funcionamos como testigos y cómplices del recorrido que la autora hace por sus propios recuerdos y que completamos con los nuestros. En favor de la autora (y de nosotros mismos) se desdibuja la línea que divide la fe y el miedo de repasar nuestra propia historia.
“Tengo talento para empezar. Me gusta esa parte. Pero la salida de emergencia está siempre a la mano así que también me resulta relativamente fácil saltar al vacío cuando algo no me convence. Emprendo la huida hacia la nada a la menor provocación. Por eso esta vez no quiero preámbulos, intentaré evadir el comienzo, ya tengo demasiados. Estoy cansada de los preludios y el único momento al que podría volver con cierta seguridad es a aquel desenlace, a ese rompimiento que lo cambió todo en primer lugar, que me convirtió en una desertora, en una compiladora de historias irremediablemente truncas” (Verónica Gerber, Conjunto Vacío).
Verónica Gerber nació en la Ciudad de México, es una artista plástica egresada de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, es maestra en Historia del Arte por la UNAM, se define a sí misma como una artista que escribe y dicha combinación es pertinente pues su obra gira en torno a la mezcla de textos e imágenes dentro de una narrativa íntima y personal. Conjunto vacío, publicada en el año 2015, es una novela atípica pues, entre otras razones, hace uso de diagramas de Venn Euler para conectar a la voz protagonista con la de los demás personajes. En contraste con la lejanía o frialdad que significa contar una historia a través de diagramas, la autora pone en juego sus propios afectos.
“Cuando te conviertes en coleccionista de inicios también puedes corroborar, con precisión casi científica, la poca variabilidad que tienen los finales. Estoy condenada, particularmente, a la renuncia. Aunque, en realidad, no hay mucha diferencia, todas las historias terminan bastante parecido. Los conjuntos se intersectan más o menos igual y lo único que cambia es el punto de vista desde el que te toca ver: la renuncia es voluntaria, el consenso es la menos común de las opciones, y el abandono es una imposición”. (Verónica Gerber, Conjunto Vacío).
El carácter que adopta la novela es multidimensional, además de contar su propia historia, logra establecer precisamente ciertos espacios “vacíos” que pueden ser llenados, tanto por los sucesos faltantes de la misma historia como por los propios anhelos e interpretaciones del lector, esos espacios de indeterminación parecen dirigir el relato y el desemboque personal del lector.
Conjunto vacío parte del rompimiento amoroso que vive su protagonista y se convierte en su historia de vida: la pérdida de su propia madre frente a sus ojos, una historia familiar, retazos que ella misma va hilando mientras escribe y mientras más se pierde o desdibuja el sentir de la narradora, es posible reconocer más vertientes y matices de la historia. No es fácil (o útil) dar al texto un completo carácter autobiográfico pero son reconocibles algunos datos y vivencias reales de la autora, esto, además de generar conexiones implícitas, no tan reconocibles para el lector, sí cargan a la novela de un tamiz claramente personal. Por este mismo carácter autobiográfico es fácil conocer e involucrarse con aspectos contemporáneos presentes de la Ciudad de México y del contexto artístico y formativo de la autora.
No se trata de una narrativa estructurada y lineal, el personaje principal va sembrando pistas y con ayuda de recursos visuales el lector podrá armar la historia, la que cuenta Verónica Gerber o la que dicho lector logre hilvanar en su cabeza, la propia. Esto no significa que se trate de una historia ambigua o abierta, más bien la autora coloca los elementos sobre la mesa y la historia que surja ante la lectura de cada persona será válida y funcionará como una especie de aporte secreto sutilmente solicitado por la misma autora para completar una historia que hasta ahora ha sido imposible verificar.
Ex teatrera y estudiante de letras. Amante del absurdo y el simulacro que resulta del lenguaje y la experiencia estética.
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