Recordar es volver a vivir: De vuelta a la Edad de Oro

Recordar es volver a vivir: De vuelta a la Edad de Oro

15/11/2017

Si yo hubiera vivido en la Edad de Oro… Los valedores se transportaron a la década de los cuarenta y nos contaron cómo habría sido su vida en aquellos tiempos.

La vida rural en los márgenes de la Ciudad de México
Francisco González

Finales de enero de 1942. Un lindo amanecer a las orillas de la Ciudad de México, rumbo a Toluca. Siento la brisa del deshielo del Nevado, el Popo y el Izta. Mi abue anda acarreándome para ganarle al sol mañanero para ir por leña a los alrededores del bosque, y de paso cortar té de monte fresco antes de que lo toque el sol porque dice que si no lo quema. Mientras, la hija mayor de mi abue va por el pulque del aguelo, también lo quiere fresco porque si no lo regresa. Se empieza a notar movimiento en el pueblo pequeño, la gente atareada. Se escucha el cantar de los pájaros que vuelan en manadas y el rebuznar de los burros haciéndose notar. Los hombres ya con el itacate en el morral van presurosos a las labores del campo, otros más viajan a la ciudad para volver el fin de semana con el fruto de su trabajo. El abuelo es yesero, oficio con pocos exponentes. Las hijas de mi abue se reparten las labores de la casa: una se va pa’l río a lavar, otra recoge los huevos de las gallinas y alimenta a los animales que viven en la casa de adobe. Los niños apoyamos con las cosas sencillas; a la abue no le gusta que vayamos a jugar, ni que nos la pasemos sin hacer nada.

Los años cuarenta
Christian Maldonado

¿Qué tal? Soy Christian. Para mí hoy es un día muy raro al despertar en los años pasados, puesto que estoy muy acostumbrado a la vida que llevo en el presente. Es fantástico poder ver todas estas cosas que ya no existen, como las decoraciones de la bañera y los techos altos del edificio en el que me encuentro. Salgo a la calle y veo que no es muy fácil usar el transporte público, hay demasiada pobreza. Paso por Coyoacán y noto que todavía existe el río Churubusco, ¡es muy raro ver tanto campo! Los niños juegan en las calles con juguetes artísticos y didácticos (el trompo, el yo-yo, las canicas). La gente es más sencilla y humilde, pero a pesar de eso se me hace más estricto el estilo de vida que tienen. En mi caso, me gustaría vivir en esta época; he visto varios documentales y es otro estilo totalmente. Me doy cuenta de que no había mucha delincuencia, todavía hay muchos campesinos que viven de sus cosechas, no hay tantas drogas. Aunque no existe el grafiti, ni las revistas callejeras, el trabajo es muy escaso y es muy difícil ser indigente, no hay tanto apoyo para una persona que se encuentra en mi situación; es difícil.

Los años cuarenta
Alfredo Villena

¡Hola! ¡Soy Alfredo! Estoy en los años cuarenta en la Ciudad de México. Vivo en casa de mis padres; ellos parecen artistas con ropa muy elegante, sombrero, traje y camisa blanca, corbata y zapato de charol bien lustrado. Es jueves y apenas son las ocho de la mañana. Yo tengo cinco años, cabello corto, camisa de vestir sin manga, una corbata, pantalón corto, zapatos y llevo mi mochila con mis cuadernos. Se escucha la música tan bonita de Agustín Lara de fondo. La escuela es muy bonita, aunque los maestros son muy estrictos, ¡dejan mucha tarea! Mi padre pasa por mí en su Volkswagen color perla a las cinco de la tarde, después de trabajar todo el día como sastre.

Al llegar a casa comemos los tres juntos, luego hay que hacer la tarea y al final ya puedo ver la televisión en blanco y negro, mientras boleo mis zapatos y los de mis papás. Mi mamá usa una plancha de carbón y talla los suelos de la casa de rodillas, como la Cenicienta. Los fines de semana vamos a Chapultepec, paseamos por Reforma, viajamos en tren ligero…, hay una armonía muy hermosa en la familia, los valores son importantes. ¡Qué tiempos tan bellos aquellos! Ya después crecí y tuve mi propia familia, aprendiendo de los consejos de mi padre. Trabajé como empresario en el Palacio de Hierro, me compré un Cadillac de cuatro puertas y una casa donde vivo con mi esposa y mis hijos: María y Pedro. Los fines de semana vamos al Salón Los Ángeles a bailar.

Eran otros tiempos. Ahora solo quedan los recuerdos de los picnics al aire libre inmortalizados en las fotografías. La Edad de Oro es una de las mejores épocas que se han recordado por todos los siglos. “México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”, como decía Toña la Negra. Son los bellos recuerdos que nos remontan a los que se quedan y nos esperan en aquellas épocas. Recordar es volver a vivir.

Llegar a la Ciudad de México
Isaías Vázquez

Era yo un niño cuando mi papá me trajo por primera vez a la Ciudad de México; todo en la actualidad es diferente. Nosotros viajábamos en tren desde Veracruz hasta México, pasando por Córdoba, Fortín de las Flores, Sayula y Orizaba, entre otros pueblos que ahora son ciudades. El viaje era largo, de unas 18 horas, hasta llegar a la Ciudad de México, pero esos trenes de peaje ya no existen. Llegar al Zócalo no era lo mismo que hoy, se parecía más bien a la Alameda remodelada.

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