En el universo de instituciones del Estado mexicano que ante décadas de abandono presupuestal sobrevivían por inercia hasta que la austeridad republicana tumbó los pocos pilares de estabilidad que las sostenían, la Escuela Nacional de Antropología e Historia se encuentra en coma.
Se nos esfuma de las manos el caótico año 2021 y continuamos adentrándonos en las incertidumbres de este siglo. La pandemia de covid-19 sigue profundizando las desigualdades entre el norte global y las periferias precarizadas; los efectos devastadores del cambio climático se consolidan, normalizan y mimetizan con el capitalismo rapaz que se resiste a morir; la crisis de los regímenes democráticos alrededor del mundo continúa empoderando a las izquierdas militaristas conservadoras y las derechas conservadoras militaristas; los Estado – Nación se resisten a reinterpretarse, abrir fronteras, condonar deudas, abrazar la diversidad y se atrincheran en el siglo XX ante el avance de Elon Musk, Jeff Bezos y demás emperadores de la modernidad. Ya sólo falta que se cumplan las profecías de José Alfredo Jiménez para que las distancias aparten las ciudades y las ciudades destruyan las costumbres.
“¿Quieren que el Gobierno de Berlín expropie 240,000 viviendas a los grandes propietarios?”