Este poema de Alejandro Zambra no es para leerse de golpe y corrido, sino para detenerse, pausar el tiempo, regresar, volver, y saborear todas las historias que unas cuantas líneas contienen.
Tal vez no haya momentos más extraños (e incómodos) que esas pláticas que sostenemos con personas que, si bien no son desconocidos, tampoco son amigos. Eso es lo que le sucede a nuestro protagonista en esta breve historia.