Fuego lento.

18/01/2023
Por Juana Inés Dehesa

El verdadero milagro navideño es que, en las casas mexicanas, los romeritos saben mejor después de Reyes que la noche del 24 de diciembre. Y es también un verdadero milagro que cada año lo comprobemos, nos maravillemos y nos llamemos a sorpresa.

Es parte de la sabiduría popular que ciertos guisos necesitan mucho tiempo en la lumbre —varios “hervores”— para despojarse del agua que les sobra, para espesar lo suficiente y para concentrar y combinar de mejor forma los distintos sabores e ingredientes que los conforman. No en balde los mexicanos tenemos esa devoción por el recalentado, por la fiesta que se recomienza al día siguiente, cuando la comida está más buena y se puede combinar con las frescas anécdotas del día anterior.

También por eso nos negamos a creer en la comida rápida. Y en las preparaciones instantáneas. Eso puede estar bien para un día de andar a las carreras, o cuando estamos solos, pero jamás para un día de estar todos juntos, para un día de fiesta. Lo que vayamos a comer esos días requiere de varios días de preparación y, de preferencia, de muchas manos que preparen; de labores diferenciadas, de ingredientes bien elegidos y de técnicas y secretos que se han ido contando y recontando de una generación a la siguiente. Esos platillos que vayamos a comer juntos requerirán también de varios días, y de varios hervores.

Sería un error, me parece, pensar que esta realidad se circunscribe a la cocina. Que sólo ahí es importante hacer las cosas con cuidado, entre todos, y dejándolas reposar el tiempo suficiente para que alcancen el término y el punto que requieren. Si lo pensamos un poco, muy pocas cosas en la naturaleza suceden de inmediato, al contrario: desde un frijolito que pasa de ser un muñoncito verde que sobresale de una semilla a ser una planta que da flores y frutos, hasta una estrella cuya luz tarda millones de años en alcanzar nuestra ventana, todo toma muchísimo tiempo, como si el universo mismo nos estuviera diciendo que nada de lo que vale la pena experimentarse puede suceder aprisa.

Pero, necios y obcecados como somos, nos negamos a creerlo. Nos negamos a ver lo que sucede justo frente a nosotros. Hemos construido un mundo que le rinde tributo a la velocidad, a la inmediatez, al oritititita mismo. Queremos que todo suceda ya, que lo que no funciona se arregle en segundos, y nos desesperamos si no obtenemos lo que queremos en un instante.

Queremos, pues, pasar del punto A directamente al punto B, sin tomar en cuenta que entre esos dos puntos hay una línea que es también un camino y un proceso, y que ese camino y ese proceso tienen su encanto y su importancia. Que para que los romeritos estén buenos hay que dejarlos a fuego lento mucho rato, y que mientras podemos aprovechar para ir por las tortillas con alguien que nos cae bien, pero a quien no solemos prestarle nuestro tiempo. O podemos ir solos y dedicar ese tiempo a pensar en ese tema que nos inquieta, o esa idea que nos da vueltas. Hemos olvidado que lo que sucede despacio al final sabe mejor, y nos permite estar mejor.

Empieza un año tremendamente pedregoso para el país. Las perspectivas no son las mejores, y los especialistas no terminan de ponerse de acuerdo sobre la mejor forma de abordar los problemas, aunque todos concuerdan en que, puesto que no son conflictos sencillos, sus soluciones tampoco pueden serlo. Eso, que puede ser muy descorazonador para los que somos ciudadanos de a pie, y muchas veces nos sentimos rehenes de una clase política que parece más interesada en permanecer en el puesto que en hacer algo con él, puede también ser una oportunidad para empezar el proceso de cambiar al país, pero sin esperar resultados inmediatos, sin creer en las soluciones mágicas que pueden darse con una sola persona o en un solo sexenio. Junto llegamos a este punto; juntos trabajemos para que las cosas sean mejores. Pero despacio, acompañándonos, y a fuego muy lento.

Juana Inés Dehesa

Juana Inés Dehesa

Juana Inés Dehesa es escritora, comunicadora y formadora de usuarios de cultura escrita; le gusta jugar por las laterales y alegarle al ampáyer.

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