No, eso tampoco cura el COVID

20/11/2020
Por Juana Inés Dehesa

Con esta pandemia que se alarga las noches y los días han surgido varios “remedios” pa’ que no te dé el condenado virus. Pero Dehesa nos cuenta por qué podría no ser tan buena idea andar probando todos (¡o ninguno!).

¿Les ha pasado que tienen un pariente o conocido que se pasa el día compartiendo recetas milagrosas para evitar o curar el COVID? 

Tengo que aclarar que a mí no me ha pasado; mi lista de contactos y de amistades está llena de gente muy juiciosa que jamás recomendaría, por ejemplo, comer plátano quesque porque tiene una sustancia que bloquea la “entrada celular” del virus. No, no. Esto lo he oído por ahí, en la calle, o lo he leído en las redes sociales de personas mucho menos juiciosas que mis amistades.

Más bien le pasa a la prima de un amigo. Eso, no a mí: a la prima de un amigo. Ella, pobrecita, dice que de la noche a la mañana, sus parientes pasaron de compartirle bendiciones y gifs de gatitos a mandarle mensajes como ese del plátano, o a decirle que según una vecina, no hay mejor remedio que unas gárgaras de agua con sal, que eso te quita todo. O peor, le salen con que lo que tiene que hacer es tomar una cosa que se llama dióxido de cloro, que ya nada más por el nombre tendría que hacerle pensar que está muy bien para limpiar las superficies y los baños, pero no para introducírsela en el cuerpo. 

Pero es que, como dice sor Juana, la esperanza es una cosa muy canija. Bueno, no lo dice exactamente así, dice que es una “diuturna enfermedad”, pero ése es el equivalente del siglo diecisiete. Los seres humanos nos negamos a darnos por vencidos y con frecuencia queremos creer que algo se puede hacer, a pesar de que la ciencia nos dice que no, por el momento nada se puede hacer; nada más que lavarse las manos, usar cubrebocas y mantenerse lo más aislado posible. 

Pero, como diría otro clásico, El Tri, es difícil. Nuestra afición por mantener la esperanza nos hace negarnos a aceptar que por el momento no hay cura ni remedio. Nos aferramos a pensar que seguramente sí hay, y pensamos mal de las farmacéuticas (con un poco de razón, porque con frecuencia les importa más hacer negocio que curar a la gente) y otro poco mal de los gobiernos (también con cierta razón, pero es mejor no exagerar). Y entonces es cuando empiezan a circular las desinformaciones, a grado tal, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ya tuvo que poner en marcha la campaña “Haz una pausa”, llamando a pensar dos veces antes de compartir información falsa, por cualquier vía.

Esa misma prima de mi amigo, ésa que les digo que sufre mucho porque tiene parientes descontrolados y con el dedito inquieto que todo comparten, dice que les ha dicho mil veces que no, caray, no: si uno hace gárgaras de agua con sal lo único que logra es acabar con los microbios que viven naturalmente en su garganta y que, entonces sí, cualquier bicho que pasa por ahí se siente como en su casa y le da una infección de quítate que a’i te voy. O les explica que los mensajes del feis o del guats, o las verdades muy verdaderas de la vecina que tiene un hijo que no es doctor sino administrador, pero que le sabe mucho a los remedios, no suelen contener información confiable; que la información debe estar firmada, avalada por alguna institución y contener la fuente a donde puede ir uno a buscar más detalles. Pero, dice, todo es inútil; todos le dicen algo así como “Es que qué tal que sí es cierto”, o “Ay, pero total, si no es cierto, tampoco es que te vaya a hacer daño”. 

Y el problema, según dice la ONU, es que sí puede hacer daño. Tal vez lo del plátano no (aunque habría que ver qué pasa si uno se da a la tarea de consumir una penca diaria), pero sí el cloro o el desinfectante o, inclusive, puede suceder que ciertos medicamentos (como la hidroxicloroquina) empiecen a escasear y no estén disponibles para quienes sí los necesitan.

No es fácil. No es fácil negarse a la esperanza; mucho menos en un momento de tantas muertes, tan injustas y tan absurdas. Pero por lo mismo, para no contribuir, más vale hacernos responsables, hacer una pausa y volver a compartir las bendiciones y los gatitos. Total, lo cursi nunca le ha hecho mal a nadie.

Juana Inés Dehesa

Juana Inés Dehesa

Juana Inés Dehesa es escritora, comunicadora y formadora de usuarios de cultura escrita; le gusta jugar por las laterales y alegarle al ampayer.

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