Simulacro con tensión

12/07/2021
Por Juana Inés Dehesa

¿Cómo les fue de simulacro? A mí, dos, dos, la verdad. Me dejó con más preguntas que respuestas y con el alma francamente en duda. 

A ver, yo soy de esa generación cuya vida escolar estuvo atravesada por los simulacros. Después de 1985, año tras año nos enseñaban dónde estaban las salidas de emergencia, qué escalera nos tocaba y, desde luego, a no correr, no gritar y no empujar. Pero, por lo menos en mi caso, ahí terminaba la instrucción. Como si los sismos sólo ocurrieran de lunes a viernes, entre las 7:30 y las 13:45, y como si la vida estuviera llena de salidas de emergencia y escaleras divididas en dos para subir de un lado y bajar del otro. 

Y no. Resulta que una va caminando por la calle, pensando “yavaserelsimulacro, yavaser, yavaser…” y de pronto, pues sí: es. Suena la alerta sísmica y el coro griego de enanos enloquecidos que vive dentro de mi cabeza empieza a dar de alaridos.

¡Pero si niescierto!

Hoy no, pero un día sí va a ser cierto. ¿Qué, ya no te acuerdas de lo de la Placa de Cocos?

Era la Falla de San Andrés.

Naaah. Ésa está relejos, era la Placa de Cocos.

Son dos cosas distintas.

Basta. Concéntrense, ¿qué hacemos? ¿Nos bajamos de la banqueta?

Nel. Nos van a atropellar. Mejor nos le pegamos al de la gasolinera que se ve que sí sabe. Ése que está haciendo como que corta el suministro, y todo.

Pero si la gasolinera está de a tiro peligrosa.

¿Y todos estos edificios en construcción están a todo dar?

No, bueno. Se supone que hay que buscar como un clarito. 

A los de esa oficina los de los chalecos los están formando en el camellón. 

Pues sí, pero hay un montón de árboles y de postes.

Y todos esos cables… ¿no se supone que los cables pueden soltarse y electrocutarte?   

No, pues entonces sí, estamos fritos.

Terminé dándome por vencida y entrando a la farmacia, que era mi destino inicial, pero no paró ni mi diálogo interno, ni mi preocupación. Porque, claro, al momento de buscar información en el Sismológico o en la UNAM, dan mucha información útil, pero cuando se llega al punto crucial, lo que aparece es una instrucción como ésta: “Si se encuentra en el exterior, busque ahí un refugio […] asegúrese de estar a salvo de cables, postes, árboles y ramas, escaleras exteriores, edificios con fachadas adornadas, balcones, aleros, chimeneas, macetas y de cualquier otro objeto que pueda caer” (https://www.unam.mx/medidas-de-emergencia/sismos), que, con todo respeto, es equivalente a decir “si está usted en una ciudad, choque sus talones tres veces, concéntrese fuerte, fuerte, y pida teletransportarse a un páramo desierto”, porque difícilmente hay un metro cuadrado en una ciudad del país que no reúna al menos dos de esas condiciones. 

Puestas así las cosas, ¿qué hacer? ¿Cómo reaccionar frente a una situación adversa en un escenario que no conocemos? A mí —y a mi coro griego— se nos ocurren dos cosas: la primera, que ejercicios como el de hace unas semanas no pueden suceder sin seguimiento; tendría que haber una forma de que los ciudadanos externemos nuestros desasosiegos más allá de los muros de la oficina o el edificio, sobre todo porque en buena medida los simulacros consisten, justamente, en alejarse de esos muros y salirse a la calle, en cuyo caso tendríamos que saber qué parte, exactamente, de la calle es segura en qué momento y por qué. La segunda cosa que se me ocurre, aunque no la tengo tan clara, es que tendríamos que buscar capacitarnos por cuadrantes, o por manzanas, o por barrios, apostando a que en cualquier momento habrá algún local presente que pueda ayudar a reaccionar y a protegerse a quienes no conocen la zona. Esto último, por supuesto, no implica nada más nuestra cooperación para capacitarnos, sino una voluntad mutua de dirigir y de obedecer, lo cual, dada nuestra historia con los autoritarios, no nos hace tanta gracia, pero en este caso podríamos intentarlo. Piénsenlo. Podría salvarnos la vida.  

 

Juana Inés Dehesa

Juana Inés Dehesa

Juana Inés Dehesa es escritora, comunicadora y formadora de usuarios de cultura escrita; le gusta jugar por las laterales y alegarle al ampáyer.

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