Juan Manuel Cárdenas nos regala en una breve prosa poética la reflexión sobre un agua que soñaba ser todo y que podría acabar siendo nada si se le deja ahí, en un vaso, abandonada…
Lleno de mí, sitiado en mi epidermis que por el momento es de unicel, espero mientras todo ha de pasar como en escenario para representar la humana comedia de la sed: ahora estoy en el vaso medio vacío con los resabios de la fruta que en esos dichosos labios dieron de beber sin que se imaginaran el largo y sinuoso camino del azar para venir a dar a la boca que otros sueñan para otros menesteres y ahora me represento cual solitario actor a la mitad del foro con un solo color o dicho sea con metafórico desliz, en la ausencia de luz como escenario, pensando como siempre, ya que la memoria líquida puede tocarlo todo pero yo quisiera que alguien viniera a librarme de esta fastidiosa quietud de estar presa en este desprestigiado contenedor que algunos miran como señal de que ya casi todo está perdido con extrañas materias alterando el corazón de mi amada naturaleza, y siento que sería maravilloso ser río de nuevo o lago como en aquellos tiempos del valle y su espejo de aguas que ahora está oculto bajo esta horrenda ilusión de ciudad donde la desmesura nos pone los nervios de punta, acaso alguien me pueda ver solita y quiera llevarme porque los sedientos están por doquier y no todos pueden pagar por tenerme embotellada y en este desierto de asfalto y concreto los oasis para beber están ocultos, para mí entonces será la esperanza que uno de esos personajes que tienen la ciudad entera como casa y que diariamente siguen buscando lo que no se encuentra me tome para dar un mínimo consuelo para eso de andar componiendo la balada del abandono y no morir de sed teniendo la fuente delante e incluso este vaso que se antoja ya inservible por arte de magia se convierta en la jícara para tener la posibilidad de limpiar el cuerpo y por qué no el alma de andar por toda la ciudad soñando con el manantial para calmar esa otra sed que pareciera no tener final y pienso todo esto mientras pudiera parecer que estoy en la banca aguardando para entrar de cambio en los últimos minutos del partido para dar de beber al equipo que se la parte tratando de ganar este juego que desde un principio ya se veía complicado de por sí, y prefiero todo antes que ser un charco inútil y es que mi verdadera vocación desde que era una gotita perdida en la inmensidad ha sido volverme el agua en la boca del antojo.
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