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Tepito, el Barrio Bravo, es un territorio de lucha y de historias, arraigos y acompañamientos. Los tacos El Toro, el negocio familiar de los Chores ha enfrentado crisis, sismos, rupturas y a su más reciente contrincante: una pandemia.
Inicia el día en el barrio bravo; las paredes tapizadas de cortinas cerradas y la calle como un bosque de varillas y tubos, los que en cuestión de horas se convertirán en puestos de diversos productos. Mientras el comal agarra calor, el “chan” limpia la banqueta a cambio de una cooperación voluntaria. La carne se prepara; cebollas, cilantro y limón pasan por el cuchillo, mientras que la salsa se licúa antes de encender los paladares.
La pandemia recién vivida nos alejó no solo de personas, oficinas o escuelas; también nos distanció de gustos y aficiones, entre ellos el convivir con nuestras familias y disfrutar de nuestra comida favorita.
Los tacos son una parte esencial de la vida del mexicano, y el barrio de Tepito es uno de los lugares más emblemáticos que se encuentra en el centro de la ciudad.
Llegan los primeros clientes. Luego de ordenar se comparten historias y risas. Profesionistas, comerciantes, señoras, jóvenes y adultos, todos convergen con el fin de saciar su apetito. Suadero, cecina y chorizo adoptan la forma clásica del taco, pasando por el campechano, tostada y torta. Esta imagen está a punto de cambiar. Despreocupados y concentrándose en sus clientes, los empleados ven en las noticias un brote en el lejano oriente de un nuevo virus: el COVID-19.
Las semanas pasan y como una tormenta inesperada el virus llega a México. En cuestión de días se impone una primera cuarentena en el país y con ello el cese de actividades no esenciales. La ciudad se apaga y por ende el barrio también. Después de algunas semanas, que parecieron meses, tacos “El Toro” reabre con nuevos horarios y reglas. Se regresa al formato original de impedir el acceso a los clientes, lo cual despierta opiniones negativas y rechazo por parte de algunos comensales. “Tacos el Toro” atraviesa una nueva pero breve crisis.
A pesar de la situación, los clientes poco a poco van aceptando las nuevas reglas y regresan a consumir. Algunos de ellos con cubrebocas o caretas, otros no. Todos convergen de nuevo en “Tacos el Toro”. Los rostros, risas y conversaciones se ven interferidas por los cubre bocas, pero nunca silenciadas.
Desde hace 30 años, y hasta el día de hoy podemos encontrar el local de “Tacos el toro” en el barrio de Tepito, en el número 30 de la calle de Bartolomé de las casas. El fundador y padre del actual dueño es Jesús Chores Rocha, quien nació un 20 de septiembre de 1940, siendo el segundo hijo del matrimonio de Manuel Chores Gallo y Juana Torales Rocha. Jesús pasó sus primeros años viviendo de manera muy humilde, junto a sus familiares, en la calle de Matamoros, ubicada también en el barrio de Tepito. Desde temprana edad Jesús se forjó como trabajador ya que vendía fruta y agua que preparaba su padre. Tras el fallecimiento de su padre, se queda a cargo del negocio y la familia.
El surgimiento del nombre de la taquería es una anécdota que la familia recuerda con cariño. El antiguo entrenador de fútbol de Jesús, al verlo jugar como un toro embravecido, decidió apodarlo como “El Toro”. De ahí el nombre con el que se quedaría la taquería.
Conforme va transcurriendo el tiempo, Jesús conoce a quien sería su socio: Luis Illescas, pero es con su primo Rafael con quien inicia su entrenamiento en el oficio de taquero y quien lo convence de iniciar el negocio de los tacos, originalmente de canasta.
Solicitando préstamos y buscando otro tipo de apoyos, logran abrir la taquería, y así, tacos “El Toro” ve la luz por primera vez en Tepito, en marzo de 1964. En esa época Tepito es escenario para la filmación de películas, lo cual atrae a más gente para poblar la zona e inicia el auge de diversos negocios. Conforme Jesús progresa, su familia se consolida con el nacimiento de sus hijos Manuel y Alejandra, en las décadas de los 60 y 70. El éxito de Jesús provoca la envidia del dueño del edificio, quien al verlo prosperar destruye parte de la propiedad e incluso llega a interponer una demanda, buscando establecer en ese lugar locales para rentar. La situación empeora con las devaluaciones en México, el temblor de 1985 y con el desenlace de la demanda en su contra, por lo que en 1989, Jesús se queda sin local. Su hermano mayor Juan ayuda a Jesús a encontrar un local en la calle de Bartolomé de las casas, concluyendo de esta manera la permanencia por 25 años de “El Toro” en la calle Matamoros.
El 29 de diciembre de 1989, la taquería reanuda actividades ya con Luis Illescas como socio, con sus hijos Manuel y Jesús y con su hermano Juan. El sitio es visitado por personalidades como Cristina Pacheco, Rubén “el púas” Olivares, Raúl Martínez, entre otros. Después de haber trabajado 10 años con su hijo mayor, Jesús Chores fallece el 1 de noviembre del año 2000. Un año después de la muerte de Jesús, Luis Illescas decide retirarse del negocio. El negocio se torna familiar cuando se unen a él sus dos hermanos: Alejandra y Jesús, lo que propicia que los comensales recuperen la confianza y acudan con más frecuencia al negocio. Poco después, en el 2003, se integra al equipo Roberto García, quien hasta la fecha se mantiene en el negocio.
Volviendo a la situación actual, y como señalamos al principio, “Tacos el toro” ha implementado las medidas de seguridad establecidas por el gobierno de la ciudad, y si bien algunas cosas no son lo mismo; el flujo, ambiente y espíritu siguen intactos.
Los cubre bocas nos regalaron una nueva perspectiva; antes nos limitábamos a ver a los ojos, ahora nos tomamos más tiempo para observar y apreciarlos. Aunque quizás en algún futuro la taquería descanse donde nació, siempre será parte del barrio, así como el barrio es parte de “Tacos el Toro”
La pandemia de COVID-19 nos sigue poniendo a prueba día con día, pero más que nada, afirma que “Tacos el Toro” es la personificación del famoso dicho de barrio: “Tepito existe porque resiste”.
Fotografías de Jesús Chores, síguelo en Instagram.
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Haz un donativo aquíTexto basado en el del fotógrafo Jesús Chores
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