“No me gustaba verme en el espejo”: Deyma Bernal, mujer afromexicana. Fotografía de Deyma Bernal
Fotografía de Deyma Bernal

“No me gustaba verme en el espejo”: Deyma Bernal, mujer afromexicana

29/09/2021
Por Alejandro Peña
hecho por valedores

“Los consejos distritales locales… eran verdaderamente una merienda de negros.
Perdón, una merienda de afromexicanos (risas)”.
Uuc-kib Espadas, político mexicano

Explotación, escarnio, ultraje, maltrato y exclusión brotan por doquier al revisar la historia de las personas afrodescendientes. Numerosos activistas y defensores de derechos humanos denuncian que los ataques perduran hasta hoy. Se habla mucho de esta problemática, pero podemos asegurar que es poco lo que se hace para solucionarla.

Los africanos llegaron a América en la época colonial (a partir del siglo XVI). Cuando los europeos se instalaron en nuestro continente y comenzaron a extraer los abundantes recursos naturales, la mano de obra nativa se les hizo insuficiente. Muchos indígenas fueron sobreexplotados hasta el desvanecimiento con largas jornadas de trabajo forzado.

Los colonizadores decidieron “solucionar” este contratiempo trayendo más de 11 millones de africanos, en un proceso cruel y triste. Estas personas fueron trasladadas a tierras desconocidas con el objetivo de ser esclavos.

De esclavos a afroamericanos

Esos nuevos pobladores se quedaron en América, se mezclaron con indígenas y europeos y mantuvieron sus costumbres originarias, no sin ciertas modificaciones. Así surgieron los afroamericanos, enriqueciendo la variedad étnica dentro del novel continente.

Gracias a las luchas independentistas y el posterior surgimiento de los países de América, además de la abolición de la esclavitud en el siglo XIX, los afroamericanos fueron integrándose poco a poco a la sociedad como ciudadanos con derechos.

Y… ¿reinó la igualdad? No. El desarrollo de la historia no es tan optimista, y aún en la actualidad las personas afroamericanas son asediadas sin piedad por el temible fantasma del racismo a donde quiera que vayan.

Informes de la CIDH y el Banco Mundial

Un reciente informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) señala que actualmente en Latinoamérica viven alrededor de 200 millones de personas afrodescendientes que siguen enfrentando el racismo institucional y la discriminación. Algunos activistas afirman que esto es consecuencia de la mirada euro-centrista que se instaló férreamente en América desde los siglos XV y XVI.

El Banco Mundial, por su parte, indica que los afrodescendientes de nuestra región tienen 2.5 más probabilidades de vivir en la pobreza crónica que las personas blancas o mestizas, además de tener un menor acceso a las instituciones educativas, a las ofertas laborales y a cargos administrativos con carácter gerencial o de liderazgo.

La CIDH subraya que las zonas en las que habitan las personas afrodescendientes suelen ser comunidades con bajo nivel de desarrollo, con vialidades e infraestructuras precarias y deficiencia en los servicios públicos.

Las penurias de los afromexicanos

El escenario antes mencionado es confirmado por Deyma Bernal, integrante de la Colectiva de Mujeres Afromexicanas en Movimiento (MUAFRO), organización que “lucha por el reconocimiento de los pueblos afromexicanos y la garantía de los derechos de las mujeres en los espacios públicos y privados”, de acuerdo con su página web (afromexicanas.mx).

Deyma vive en Villa de Tututepec, Oaxaca. Su hogar está en la costa, donde históricamente habitan las personas afromexicanas, algo que se replica en Guerrero y Veracruz, siendo los tres estados con la mayor concentración de estas comunidades. Aunque también hay un número importante en Ciudad de México y Estado de México, y en menor medida en Zacatecas, Colima, Nayarit y Guanajuato.

Estos datos se dieron a conocer gracias al Censo Nacional de Población y Vivienda 2020, donde por primera vez en la historia se incluyó un renglón para que los individuos autorreconocidos como afrodescendientes pudiesen contabilizarse. Así fue posible determinar que en México viven al menos 2,576,213 personas afros, lo cual representa un 2% del total de la población contabilizada.

Deyma manifiesta que “en mi municipio hay 55 comunidades afromexicanas, pero el centro de salud es solo la infraestructura, porque no está equipado ni tiene personal, las instituciones educativas casi no tienen pupitres, hay mucha deserción escolar y a veces no van los maestros, el acceso a Internet es muy precario y la luz se va constantemente, incluso hasta por diez días seguidos. El agua está llena de azufre y hay que comprar agua para el consumo”. Agrega que “el alumbrado público también falla, porque los postes no tienen lámparas que funcionen y el transporte suele ser escaso”, a menos que vivas cerca de la carretera federal. “Son muchos los factores que deterioran la calidad de vida de este sector de la población”, dice reflexivamente.

Mijane Jiménez también forma parte de MUAFRO; ella asegura que la discriminación se vive día a día en los ámbitos educativo y laboral. Comenta que la invisibilización de los afromexicanos está normalizada, así como las actitudes racistas. “De hecho, muchos mexicanos cayeron en cuenta de que en este país también existen personas afrodescendientes apenas cuando ocurrió el asesinato de George Floyd” (25 de mayo de 2020 – Minnesota, EEUU), exclama incrédula.

En Cuajinicuilapa, Guerrero, donde reside Mijane, también padecen las mismas calamidades que menciona Deyma. Ambas indican que las autoridades han hecho un trabajo deficiente para la solución de los problemas de sus comunidades, y que prácticamente no son tomados en cuenta al momento de elaborar y ejecutar políticas públicas destinadas al desarrollo social y la vida digna.

En el ámbito cultural, aunque ciertos bailes, temas musicales, platillos y expresiones lingüísticas de origen africano se han podido conservar a través de los años, con sus inevitables modificaciones según los nuevos contextos, Mijane dice que son desconocidos por el resto de la población. “En una oportunidad regresé a México desde el exterior con una máscara característica de la Danza de los Diablos, baile tradicional afrodescendiente, y las autoridades me la confiscaron porque no sabían para qué era y no entendían por qué debía llevar crines, y si eso estaba permitido”, cuenta con cierta tristeza. El proceso para recuperarla fue complicado y tedioso, además de decepcionante, por tener que explicar a detalle en pleno siglo XXI el valor de ese objeto simbólico dentro de las costumbres afromexicanas.

Deyma sostiene, sin dudarlo, que en México hay niveles alarmantes de racismo. Lo vivió desde niña en su escuela, donde era víctima de burlas constantes tan solo por su color de piel, aunque en ese momento no tenía idea del trasfondo de degradación social que eso entrañaba.

“Una vez nuestra preparatoria nos llevó a un encuentro. Allí se tocaron varios temas sociales, y había una mesa donde se hablaba de discriminación y racismo hacia los jóvenes y las mujeres afromexicanas”, denota Deyma, quien recuerda que en ese momento aprendió varias cosas que cambiarían su vida. “A mí no me gustaba verme al espejo, no me gustaba mi piel, mi cabello, las pecas en mis manos, nada. Pero me di cuenta del porqué de mi forma de ser, de mis rasgos, de mis orígenes, y de las razones que motivaban a mis compañeros a ser crueles conmigo”, señala.

En el rememorar de Deyma también surgen las imágenes de sus propios maestros de primaria y secundaria siendo partícipes o testigos silentes de esas “bromas” racistas, supuestamente inocentes. A todo esto, se le suma la discriminación por cuestiones de género, otro escollo inmenso que ha tenido que afrontar desde pequeña, al igual que Mijane. Estas mujeres profesionales han soportado el estigma de ser consideradas trabajadoras sexuales por ser afromexicanas.

Por otra parte, según comentan, les ha tocado demostrar en varios viajes a otros estados que son mexicanas, ya que, al verlas, las autoridades suelen creer que son extranjeras e indocumentadas. “A muchos afromexicanos les piden sus documentos de identidad, y al entregarlos aún los ven con sospecha, por lo que les piden cantar el himno de México y les preguntan varios datos personales, mientras corroboran la validez de sus identificaciones”, remarca Mijane.

Una sociedad “blanqueada”

Marco Pérez, integrante del Colectivo para Eliminar el Racismo en México (COPERA), explica que el racismo sigue muy vigente porque “hay una constante negación de esta problemática. Nuestro país solo adopta la ideología sobre lo mestizo. Esa creencia de que la población actual es solo fruto de la mezcla entre lo indígena y lo español, desconociendo las aportaciones de las personas afrodescendientes y asiáticas”. Esta idea del mestizaje está basada en el “blanqueamiento”, es decir, aunque también se considera a los indígenas como mexicanos, pervive la concepción de que “sucumbieron” ante el fenotipo europeo con el pasar del tiempo, gracias a que solo existieron esas dos “razas”. Por ende, no habría cabida para el racismo entre connacionales, ya que hoy por hoy “solo hay una raza, la mestiza”.

La Organización de Estados Americanos (OEA) desde hace unos años ha venido solicitando que se incluya un enfoque étnico en las estadísticas censales de las naciones latinoamericanas, por eso México decidió seguir esta recomendación en el censo de 2020. “En nuestro país el reconocimiento indígena en el Censo apenas llegó en 2010, imagínate el rezago que tenemos con respecto a las comunidades afromexicanas”, indica Marco.

De igual manera, Marco asegura que la población mestiza suele tener más facilidades de acceso a las universidades, tanto públicas como privadas, principalmente por razones de ubicación geográfica. Las comunidades afromexicanas, al vivir en poblados menos urbanizados, están más retiradas de las instituciones de educación superior, y el traslado es costoso e implica varias horas de viaje. Una opción es migrar a las ciudades más grandes para poder acceder a las academias, pero no todos cuentan con los recursos suficientes. Incluso “muchos niños, niñas y jóvenes deben caminar largas distancias para llegar a sus escuelas primarias y secundarias en Oaxaca”, apunta.

Los medios y la publicidad son muy güeros

Al ver los diferentes programas de la televisión mexicana, es inevitable darse cuenta del enorme porcentaje de gente blanca que aparece en pantalla. Casi la totalidad de presentadores, reporteros, actores y actrices, artistas, especialistas, entrevistados, comediantes, políticos, entre otros, presentan características físicas muy alejadas de los rasgos indígenas y afromexicanos, y las pocas excepciones que se ven, generalmente, están relacionadas a personajes estereotipados que perpetúan una imagen desfavorecedora.

Lo mismo ocurre con los influencers y con el mundo publicitario. Marco Pérez señala que en México hay un modelo aspiracionista de población blanca, “pero, no podemos achacar la culpa a la publicidad. La Dra. Mónica Moreno, una de las fundadoras de COPERA, expresa en uno de sus estudios sobre racismo y belleza, que lo que hacen los medios de comunicación es rearticular los pensamientos y discursos que ya están en la sociedad”.

Marco asevera que la publicidad “aprovecha” ese aspiracionismo blanco para estimular el deseo de consumo de la población. “Los y las modelos utilizados o son güeros, o proyectan una forma para blanquearse, con determinadas vestimentas, maneras de hablar o relaciones sociales privilegiadas”, agrega.

Tú racista, yo educado

Estos tres activistas concluyen que una de las formas más apropiadas para combatir el racismo es mejorar la educación. Acuerdan que es preciso que desde el nivel básico escolar se enseñe la historia completa de la insigne participación que tuvieron los ancestros africanos en la conformación de México como nación independiente y en la configuración de su actual patrimonio cultural.

Deyma Bernal manifiesta que prácticamente todo lo que sabe hoy en día sobre sus raíces africanas fue el resultado de una iniciativa autodidacta, ya siendo adulta, porque en su formación primaria y secundaria no vio casi nada sobre este tema.

En este sentido, MUAFRO y COPERA realizan constantemente talleres informativos dirigidos a las comunidades afromexicanas y a la ciudadanía en general, con el objetivo de crear conciencia sobre el racismo y la discriminación, y promover la creación de políticas públicas que subsanen la deuda histórica que se tiene con este sector de la población. Además, trabajan por mantener vigentes las costumbres y tradiciones heredadas de África, y por celebrar el orgullo de ser afrodescendientes.

“Definitivamente es un sistema que tardaremos mucho tiempo al menos en resquebrajarlo, pero nosotros tenemos como tarea coadyuvar para que eso suceda en algún momento. En COPERA creemos que el racismo fue inventado por el ser humano, y el ser humano es quien debe desaparecerlo”, asegura Marco.

“Somos muchos los afromexicanos, y de todas las edades. No dejaremos que nos invisibilicen y nos quieran olvidar. Amo a mi país, pero eso no evita que siga luchando por nuestros derechos. Merecemos, desde hace mucho tiempo, que nos hagan justicia y nos traten como iguales”, concluye de forma contundente Deyma.

Es preciso aclarar que en México también residen personas mestizas y blancas que rechazan la exclusión social asociada al color de piel y contribuyen de diversas maneras en la batalla para erradicarla.

Mijane Jiménez, integrante de MUAFRO, en un mural del Musseum afro-mexicano, en Cuajinicuilapa, estado de Guerrero. Foto: Hugo Arellanes

Niño habitante de San José de Progreso en Villa de Tututepec, Oaxaca, sosteniendo una calabacita. (Crédito: Deyma Bernal Juárez)

Niños de una comunidad del municipio Santa María Cortijo de Oaxaca, en un taller sobre los derechos de los niños y niñas. (Crédito: Deyma Bernal Juárez)

Niña de la comunidad de Río Viejo en Santiago Jamiltepec, Oaxaca. (Crédito: Deyma Bernal Juárez)

Pobladores de la comunidad de Collantes, de Santiago Pinotepa Nacional, Oaxaca. (Crédito: Anaí Herrera Hernández)

Pareja de abuelitos bailando un danzón en la comunidad de Collantes, en Santiago Pinotepa Nacional, Oaxaca. (Crédito: Anaí Herrera Hernández)

La promotora de derechos del pueblo afromexicano (izquierda), Lic. Anaí Herrera Hernández, y Deyma Bernal, promotora de los derechos de las mujeres afromexicanas. (Crédito: Deyma Bernal Juárez)

Iris Colón Narváez, habitante de Santo Domingo Armenta, Oaxaca, usando un traje típico del baile la “Chilena”. (Crédito: Tania Torres Gómez)

Atardecer en la laguna de Chacahua en Villa de Tututepec, Oaxaca, comunidad cien por ciento afromexicana. (Crédito: Deyma Bernal Juárez)

Mujer de la comunidad de Collantes, en Santiago Pinotepa Nacional, Oaxaca, recogiendo su cosecha de tomates de pajarito. (Crédito: Anaí Herrera Hernández)

Sra. Lourdes Gómez Cruz, mujer de la comunidad de Santiago Domingo Armenta, Oaxaca. Comunidad 100% afromexicana. Se encuentra pescando en la playa El Barco. Se llama así porque aún existen pedazos del barco que trasladó a los ancestros africanos hasta la zona. (Crédito: Tania Torres Gómez)

Captura de “Callos de hacha” (especie de molusco) en la Laguna de Chacahua en Villa de Tututepec, Oaxaca. (Crédito: Deyma Bernal Juárez)

Pobladores de la comunidad de Santo Domingo Armenta, Oaxaca. (Crédito: Tania Torres Gómez)

Reunión de pobladores en la comunidad de Corralero, en Santiago Pinotepa Nacional, Oaxaca. (Crédito: Anaí Herrera Hernández)

Danza de los Diablos en Santo Domingo Armenta, Oaxaca (Crédito: Tania Torres Gómez)

Niña habitante de Santo Domingo Armenta, Oaxaca. Feliz por la pesca que hizo su abuelito ese día. (Crédito: Tania Torres Gómez)

Reunión de pobladores de la comunidad de Banco de Oro en Santiago Pinotepa Nacional, Oaxaca. (Crédito: Anaí Herrera Hernández)

Deyma Bernal, integrante de MUAFRO.

Plato típico de las comunidades afromexicanas. La pesca se realizó en la Laguna de Chacahua, Oaxaca. (Crédito: Deyma Bernal Juárez)

Promotoras del único Centro Coordinador del Pueblo Afromexicano a nivel nacional, provenientes de los municipios Villa de Tututepec, Santo Domingo Armenta y Santiago Pinotepa Nacional, todos ubicados en la Costa Chica en Oaxaca. (Crédito: Anaí Herrera Hernández)

Lizeth Miranda Roque, mujer afromexicana de la comunidad de Santo Domingo Armenta en la playa El Faro, en Guerrero. (Crédito: Tania Torres Gómez)

Danza de los Diablos en Oaxaca. La persona con la falda es un hombre que se viste de “minga”: la pareja del diablo mayor. (Crédito: Deyma Bernal Juárez)

Niños de Collantes, comunidad afromexicana del municipio Santiago Pinotepa Nacional, Oaxaca. Los niños acompañaron a sus padres y madres a una reunión informativa en el pueblo. (Crédito: Anaí Herrera Hernández)

Fuentes:

https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Creo-que-hay-muchas-mas-personas-afromexicanas-20210126-0170.html

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Alejandro Peña

Valedor y periodista a tiempo completo. Zurdo, cinéfilo, amante de la lectura, la música, el café y el chocolate. En contra de las farsas sociales. Otro venezolano emigrante.

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