Conocemos a Greta Thunberg y su lucha por el medio ambiente, pero esta lucha no es solo suya: es de todos. Por ello Teresa Kramarz nos recuerda el papel que todos tenemos que desempeñar para lograr el cambio que se requiere.
Greta Thunberg es un ejemplo de protesta y esperanza en la comunidad activista del clima. Se ha convertido en una inspiración y, para algunos, —por lo general hombres blancos de cierta edad que ya deberían estar por encima de estas cosas—, una figura de la que reírse y a la que ridiculizar, objeto de críticas inapropiadas sobre sus motivaciones y estado mental. No debemos olvidar que Thunberg es una joven con un gran peso sobre sus hombros. Teresa Kramarz afirma que ya es hora de que descanse.
Se sienta, pequeña, en el gran escenario, su cara crispada intentando contener la emoción mientras se esfuerza por expresarse, al borde del llanto. Les dice a quienes escuchan:
“Todo esto está mal; yo no debería estar aquí. Debería estar en el colegio al otro lado del océano”.
Y esto es lo que vemos y oímos cuando miramos a Greta Thunberg: una joven de 16 años que hace poco más de un año inició un movimiento climático mundial, hablando con los líderes que se reunieron en Nueva York para la Cumbre del Clima de
las Naciones Unidas.
Los adultos del escenario la miran, el público mira, los jóvenes sujetando pancartas fuera de la onu miran, y ese momento en el escenario que nos mantuvo al borde de nuestros asientos se reproduce una y otra vez en una cadena infinita de tuits y “me gusta”. Todos la miramos con una mezcla de fascinación, asombro, inspiración y curiosidad.
Aun así, hay una línea que, al traspasarla, convierte el activismo de Thunberg en un espectáculo. La joven que, en sus propias palabras, ha perdido su infancia por las promesas vacías de los líderes de estado —quienes deberían ser los responsables de mantener la salud del planeta para su generación—, se convierte en un sacrificio humano que no deberíamos aceptar.
Sacrificio inaceptable.
Su sufrimiento (para nuestro beneficio colectivo) es lo que en el pasado solía considerarse un sacrificio inaceptable. Pero en este momento de políticas desesperadas, los adultos permiten que continúe. Es hora de que Thunberg, quien inspiró a millones de personas a actuar, descanse. Es hora de que definamos qué relaciones de responsabilidad son correctas entre los ciudadanos y sus representantes políticos, consumidores y productores, organizaciones de la sociedad civil y sus miembros, niños y adultos.
Este artículo está dirigido a los adultos que quedan en la sala.
Al fin y al cabo, cuando nuestros estados aumentan los impuestos, construyen infraestructura, congelan los salarios, legislan el agua limpia o se relajan en la contaminación de residuos industriales, no es suficiente con que nuestros hijos griten fuerte para que los gobiernos cambien lo que necesitamos.
Tenemos mecanismos de responsabilidad. Acordamos propósitos comunes, establecemos quién es responsable de qué y para qué. Regulamos los procesos, estándares
y sanciones.
En nuestra vida normal, leemos para estar informados y hacemos preguntas difíciles a los candidatos políticos durante las campañas electorales. Nos unimos a organizaciones, hablamos de problemas con los vecinos, creamos y firmamos peticiones. Una vez que se articulan las demandas políticas, hacemos que los líderes políticos y empresas mantengan sus promesas al nombrarlos, avergonzarlos o abandonarlos.
Votamos con las papeletas y con nuestras carteras como consumidores que dirigen la acción social. Intentamos comprar productos que se producen de forma responsable y evitamos aquellos que son dañinos para el medioambiente. Emprendemos acciones legales cuando es necesario.
Muchas de estas duras batallas estuvieron precedidas de un sufrimiento humano jamás contado y de numerosos desastres medioambientales.
Cumplir con la responsabilidad.
Una vez reiteradas las correctas relaciones de responsabilidad, debemos asegurar su cumplimiento y establecer sanciones efectivas. Al fin y al cabo, no podemos establecer estándares si nosotros, como ciudadanos, consumidores y miembros de la sociedad civil, no estamos igualmente comprometidos a hacer que se cumplan.
En pocas palabras, los adultos deben reiterar y hacer cumplir la voluntad colectiva, no maravillarse del autocontrol que, en un escenario global, muestra una joven que está haciendo todo el trabajo.
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Haz un donativo aquíProfesora adjunta del la Escuela Munk de Asuntos Globales y codirectora del laboratorio de Gobernanza Medioambiental de la Universidad de Toronto.
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