Antes de hablar de los inicios del periódico, es preciso mencionar un invento revolucionario que cambió el destino de las comunicaciones humanas: la imprenta. Su creación es atribuida a Johannes Gutenberg (1400 – 1468), orfebre y herrero nacido en Maguncia, Alemania.
En la época de Gutenberg ya existían el papel, la tinta y la impresión xilográfica (técnica de grabar imágenes en una plancha de madera), elementos fundamentales en la creación de la imprenta. De manera que, hacia finales de la década de 1430, a este inventor se le ocurrió utilizar bloques de letras cortados (o tipos) en una máquina, para que dejaran huella en superficies planas. Es así como adaptó el mecanismo de tornillo de las prensas de vino, papel y lino, originando un sistema perfecto para imprimir.
La rapidez con la que trabajaba este nuevo artefacto, aunado a su resistencia, lo volvió indispensable para la difusión masiva del conocimiento, restringido hasta ese momento a las clases pudientes, permitiendo que toda persona accediera a los saberes relacionados con el mundo, la sociedad y el ser humano. A partir de allí, surgieron innumerables materiales impresos especializados en distintas materias. Así aparecería, más adelante, otro invento revolucionario: el periódico.
El primer periódico oficial vio la luz en 1580, bajo el nombre de “Mercurius Gallobelgicus”, en la ciudad alemana de Colonia, patrocinado por Michael Van Isselt, y sirvió como inspiración para todos sus predecesores. De este modo, en 1605 aparece en Bélgica el “Nieuwe Tijdinghen” (también llamado Gaceta Antwerp), conocida como la primera publicación con periodicidad regular. El formato adquirió enorme popularidad, dando pie a más y más ejemplares diferentes que se difundieron progresivamente por todo el mundo.
En 1693 el intelectual de Ciudad de México Carlos de Sigüenza y Góngora (1645 – 1700) editó el “Mercurio Volante”, la primera hoja impresa periódica y especializada del virreinato de Nueva España, con noticias de carácter histórico y científico.
Pero en realidad, el primer periódico que circuló en territorio nacional fue el fundado en 1722 por el clérigo y doctor zacatecano Juan Ignacio María de Castorena Ursúa y Goyeneche (1668 – 1733), con el nombre “Gaceta de México y Noticias de Nueva España”, de publicación mensual.
Los temas que abarcaba eran variopintos: acontecimientos destacados, campañas de pacificación en el territorio novohispano, defunciones de personajes célebres, asuntos religiosos, historia, ciencia, fenómenos naturales, epidemias, cometas. No contenía crítica política, sino más bien una crónica minuciosa de lo más relevante, a juicio del editor, para la región. Asimismo, se podían encontrar libros, folletos y revistas realizados en México y otros países americanos y de Europa.
Castorena organizó lo que podría llamarse el primer servicio internacional de noticias en la Nueva España, puesto que dio espacio a acontecimientos ocurridos en Madrid, Roma, París, la Habana y Manila.
“No carece de utilidad, pues a más del general motivo de las gacetas, siendo éstas una fidelísima relación de lo que acaece en estas dilatadas regiones, puede sin trabajo cualquier discreto, con la diligencia de juntarlas, formar unos anales en lo futuro [para] complacer a los que de la Europa piden noticias de la América, para enriquecer con novedades sus historias”, escribió este clérigo en 1722, quien a su vez es reseñado como el pionero del periodismo en Hispanoamérica.
Castorena era visto como un hombre culto, visionario, generoso y poseedor de una vocación innata de informar a la población. Su publicación se considera la primera de índole periódica de la hoy América Latina; sin embargo, la edición fue suspendida luego de seis meses de su fundación, posiblemente por la escasez y la carestía del papel que en repetidas ocasiones experimentó la Nueva España.
Fue impreso en un edificio que estuvo en el costado poniente de la catedral metropolitana de la Ciudad de México, donde actualmente existe una placa de bronce que ofrece testimonio de ese suceso histórico.
Después de esta primera gaceta, aparecieron otras dos: la “Gazeta de México” editada por Juan Francisco Sahagún de Arévalo Ladrón de Guevara, durante los años 1728 a 1742 (su suspensión se debió de nueva cuenta a las dificultades para adquirir el papel), y la “Gazetas de México, compendio de noticias de Nueva España” de Manuel Antonio Valdés y Murguía, publicada desde el 14 de enero de 1784 hasta 1809.
Estas dos últimas gacetas también presentaban información de libros recientes, así como noticias económicas, religiosas y sociales de las principales regiones de la Nueva España y de las ciudades y villas de México, Puebla, Oaxaca, Veracruz, Guadalajara San Luis Potosí, Guanajuato, Querétaro y Durango, entre otras. Cuando se vivían épocas marcadas por enfermedades y epidemias, se dedicaba un espacio para dar cuenta sobre la disponibilidad de medicinas y las estadísticas del número de fallecidos.
Dato curioso: La palabra “gaceta” es de origen italiano (por ello se escribía con “z”), y era como se denominaba en Venecia a la moneda con la que se compraba el periódico. Más adelante, el término fue utilizado para describir esa publicación en la que se daban las noticias generales.
Durante la etapa de Independencia las publicaciones impresas se tornaron más nacionalistas y políticas. La prensa se convirtió en un arma de lucha ideológica para aquellos grupos que perseguían la transformación social del país. Por la necesidad de difundir información oficial, el 2 de enero de 1810 apareció el primer número de la “Gazeta del Gobierno de México”, con la imperiosa finalidad de divulgar reales órdenes, disposiciones gubernamentales y noticias provenientes del extranjero. Después de la guerra de independencia se publicó el último número, el 29 de septiembre de 1821.
Entre los años de 1821 a 1926, la gaceta pasó a llamarse “Gazeta Imperial de México”; “Gazeta del Gobierno Imperial Mexicano”; “Gaceta de Gobierno Supremo de México”; “Gaceta del Supremo Gobierno de la Federación Mexicana”, y sucesivamente tuvo muchos otros nombres. Este constante cambio era reflejo de la inestabilidad política.
Fue hasta 1926 que el periódico gubernamental adoptó el título de “Diario Oficial. Órgano del Gobierno Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”, permaneciendo así hasta 1987, cuando adquirió el nombre de “Diario Oficial de la Federación”, con el subtítulo “Órgano Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”, pero fue modificado al día siguiente para obtener su forma actual: “Diario Oficial de la Federación. Órgano del Gobierno Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”.
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