Viñetas del movimiento popular urbano. Fotografía de Tonatiuh Cabello
Fotografía de Tonatiuh Cabello

Viñetas del movimiento popular urbano

07/12/2020
Por Carlos Monsiváis

En este extracto de Carlos Monsiváis presentamos el surgimiento del cambio, la llama que se encendió y creció poco a poco en los corazones de miles de personas que, cansadas de vivir al margen, buscaron un cambio en los años 60.

LA CIUDAD CAPITALISTA. EN EL ORIGEN, LA GANANCIA

La desesperación urbanay su imagen arquetípica: la pareja desciende del camión, con bultos que incluyen 6 niños, y se lanza a conquistar el Edén subvertido. En su pueblo no hay trabajo ni agua, los latifundistas les imponen precios de hambre a sus productos, un hijo se les murió por falta de atención médica… La historia continúa tristemente, con las alegrías a cargo de la amnesia. A la gran ciudad llegan en busca de parientes, de amigos, de la suerte que da Dios. A las esperanzas históricas las matiza vigorosamente el influjo de los medios masivos: la urbe como la conspiración del neón y los ruidos de motores, las oportunidades centelleantes, los cursos de habilidad para entender las reglas del juego. No son criaturas de los Medios, desde luego, pero de ellos extraen el lenguaje urbano que les va haciendo falta, materiales para las “claves de entendimiento”.

¿En dónde se instala la Pareja Legendaria? En barrancas, pedregales, cerros, zonas minadas, viviendas semiderruidas. Alguien les dijo que por allí podrían quedarse, y no tienen nada que perder, ésa es su característica, nada que perder, han dormido a la intemperie, en chozas sin piso y sin techo, han sido expulsados de predios o de vecindades, y están dispuestos a la experiencia. La meta es inequívoca: un sitio propio, un hogar propio.

El cuartucho donde viven es sumamente inhóspito. Pero el calificativo no es suyo, para ellos la hospitalidad es un saludo, un pedazo de tierra, la conversación incidental con los nuevos vecinos, la primera distribución de tareas comunales. La situación jurídica de la pareja es irregular, y la colonia carece de servicios. No hay agua, ni drenaje, ni escuelas, ni transporte suficiente. Pero es lo que hay, y allí se quedan, en la nerviosa y aguda primera noche, inmersos en la conversación circular que se obstina en resolver el problema planteándolo sin cesar: “¿Cómo ves? Me queda lejos del trabajo, pero ya buscaré algo más cercano. Los niños están chiquitos, así que por lo pronto no necesitan la escuela. Prometieron que vendría un cura cada quince días. El camino está peligroso y hay que quitarle muchas piedras y aplanarlo por trechos…”.

En los días siguientes, la pareja amortiza su visión del Edén Posible. Es falso que la tierra sea de nadie. Aparecen dueños o representantes de los dueños, que bien pueden ser distintos, muchísimos propietarios del mismo terreno, sus nombres jamás coinciden. Y estos falsos o verdaderos terratenientes ofrecen abonos, hablan de sus excelentes relaciones con las autoridades, los insultan y se alejan con pasos rápidos. Acuden los dirigentes, que lo son del Valle de México o de la Federación Nacional de Líderes Comprobados, membrete domiciliado en un edificio lóbrego de la calle Donceles, y solicitan cuotas con voz meliflua o a gritos, improvisan discursos colmados de seguridades, insinúan con tono quedo y codicioso la conveniencia de pactar con el dueño, de pasarla bien mediante un pequeño arreglo. Y la Pareja se entera paulatinamente de los significados de la especulación, de los usos seriados del suelo, del encarecimiento de los servicios inexistentes, de la importancia de los Funcionarios Menores y Mayores. Con la lentitud de años de vigilia frente a ventanillas, de años de dilaciones que violentan incluso paciencias entrenadas durante siglos, la Pareja conoce la Ciudad de las autoridades, y la importancia (que personalizan al extremo) del Departamento del Distrito Federal, de las Delegaciones, de Obras Públicas, de las Juntas de Mejoras, de Fideicomisos, de las diversas instancias de servicios.

Los términos y los formularios los acosan, aves de presa burocráticas: ¿cómo afirmar su derecho al uso de la tierra, a quién reclamarle los servicios? El Funcionario Menor se reúne con los vecinos, los ve sin verlos, los oye sin oírlos, hace patente la buena voluntad del delegado, se incomoda seráficamente ante las agresiones verbales, promete considerar las demandas, las revisa con una ojeada aprobatoria que ni concede ni rehúsa, da palmadas en la espalda y se aleja. Ya volverá otro —la burocracia es multiforme— que hará lo mismo.

EVA TOMA LA PALABRA

La mujer de la Pareja Legendaria empieza a cambiar. Al principio, cuando desembarcó en el mítico camión en la mítica estación ADO, su visión de las cosas era, por así decirlo, restringida. Le preocupaba su familia, la que llevaba a cuestas y la que dejaba y se afanaba en darle a ese pedacito de tierra la apariencia de hogar. Hasta allí. Pero meses y años de espera tienen sus efectos. La Eva eterna de paso rápido y humildito desaparece, y la reemplaza Doña María o Doña Lupe o Señora Araceli, que asiste a las juntas de vecinos, el primer día casi ni respira, luego sigue yendo porque su marido no puede asistir; pasan las reuniones y ella callada, queriendo entender, nadie la anima a hablar, todos aplauden las exigencias a las autoridades y las autoridades jamás contestan.

Una tarde se discute lo del agua, y ella ya no aguanta más, y como no dando crédito a lo que oye, pide la palabra y dice que ya está hasta la madre, todo el tramo inmenso que debe recorrer con los baldes, el pipero les cobra lo que se le antoja, hay maloras que le tiran el agua, y no es justo, tiene ganas de llorar pero prefiere decir que ya no aguanta, se enoja todavía más y grita que no es justo, ella es un ser humano y sus amigos y conocidos aprueban con mirada y manos sus palabras. Al callarse, un frío inmenso la sacude. Habló en público. Ella, tan atemorizada ante la perspectiva de siquiera quejarse… Desde ese momento su participación se intensifica, acompaña a los líderes, emite consignas y descubre la potencia de su voz, lleva pancartas, les pide a las vecinas su asistencia puntual a las juntas […] Ya no se dejan tan fácilmente, ya no quieren dejarse.

DE LA SENSACIÓN LLAMADA “TOMA DE CONCIENCIA”

A partir de los años setenta, cunden las organizaciones en las colonias populares. Antes, ni esperar asomos democráticos en las llamadas “ciudades perdidas”, los juntaderos de cartón, ladrillo y seres humanos en donde se agazapan familias espantadas y halagadas por la presencia del fotógrafo. Y luego de un tiempo letárgico apenas sacudido por el desfile de unos cuantos antropólogos, el movimiento estudiantil de 1968 es causa directa e indirecta de la toma de conciencia.

Causa directa: los estudiantes indignados deciden actuar en medio del pueblo. Causa indirecta: el sacudimiento nacional ante las manifestaciones y la matanza es la certeza confusa pero inerradicable, de una crisis política. Ya es hora de que el PRI no nos maneje como niños.

[…]

No se exagere en el aprecio de su bagaje ideológico. Los nuevos dirigentes suelen saber poco de política, pero lo saben enardecidamente. El Estado es el enemigo (¿cómo explicar debidamente qué es el Estado?) porque es capitalista en todo, hasta en la manera de regular el suelo urbano y dotar de servicios, cosa que hacen protegiendo los intereses del capital. El gobierno es el enemigo (y eso no necesita explicación) porque protege a los propietarios del suelo y de las viviendas (fraccionadores, casatenientes y terratenientes), porque constructores, vendedores de material, piperos y permisionarios de camiones usan a discreción el apoyo de las autoridades. La policía es el enemigo porque los roba, los veja, los persigue hasta el interior de las casas, les niega con su arrogancia y brutalidad la existencia misma de derechos. La burguesía es el enemigo porque lucra con las necesidades de todos, respaldada por la política mundial del imperialismo.

El mensaje es inobjetable, pero los caminos de su transmisión son a veces inescrutables. ¡Cuántas asambleas extraviadas en el habla especializadísima del marxismo que se fragmentó como el latín clásico! Hablan trotskistas, stalinistas escasamente arrepentidos, maoístas, guerrilleristas verbales, guerrilleristas prácticos divorciados de la praxis… y su voz es dogmática, y su acento es sectario, y sus resultados varían. La gente sigue apenas el vuelo de su discurso, pero aprehende la intención visceral y aplaude, y hay grandes marchas y mítines incendiarios. Mucho se obtiene en los años setenta: el reconocimiento oficial del movimiento urbano popular; éxitos sin precedente en Chihuahua y Nuevo León: la certeza de un poder nuevo, distinto, al margen de las soluciones convencionales de la izquierda.

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Estos fragmentos de la crónica “Viñetas del movimiento urbano popular”, escrita en los años 80, se reprodujeron gracias a la amable autorización de Ediciones Era. ¡Consulta la versión completa en tu librería o biblioteca de confianza! Derechos Reservados © Monsiváis, Carlos, Entrada libre. Crónicas de la sociedad que se organiza, Ediciones Era, México, 2013.

Viñetas del movimiento popular urbano

Este texto forma parte de la edición 31. Valedores del mundo, ¡uníos!

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Carlos Monsiváis

Cronista de Chilangópolis por excelencia y gran amante de los félidos domésticos, ha sido una de las voces más críticas del panorama político y social mexicano. Su humor ácido y satírico, combinado con una delectable elocuencia —así como su apoyo a las causas de los sectores marginados y su pasión por la cultura popular—, lo convierten en uno de los escritores más queridos de Mi Valedor.

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