Este breve relato nos recuerda la terrible realidad que viven miles de familias en CDMX: cuando uno construye su casa con sus propias manos, no hay a quién culpar si un temblor la tira abajo…
Hay grietas en mi casa, la más grande da al patio, del otro lado en el mismo lugar está la recamara de mis padres. La habitación está en el segundo piso, las escaleras están de frente a una pared muy alta que tiene una virgen de Guadalupe justo en el centro, debajo del cuadro de la virgen, en esa pared, hay una segunda grieta. Mi cuarto no tiene ventanas a la calle, mi ventana da a las escaleras, pero cuando me acuesto cuento las grietas del acabado de mi techo y pienso que mientras duermo, el techo podría caer sobre mí.
Parece que la casa no se va a caer, pero acá la alerta sísmica no se oye, acá no nos han puesto postes con parlantes en las esquinas, se mueve mi cama y entonces sé que está temblando, como antes de que existiera la alerta sísmica.
Aquí estamos acostumbrados al movimiento. Pasa el tren muy cerca y hay una avenida grande que transita transportes de carga desde las 11 de la noche hasta las 5 de la mañana. Cuando hay temblor nos confundimos, hay que esperar unos 5 segundos para estar seguros que no es un camión bien pesado.
Mi casa la construyeron mis padres, mi casa era terreno, casi baldío y mis papás le dieron vida, no hubo arquitectos, no hubo ingenieros, no hubo dinero. Nada tiene esta construcción de conocimiento de estructura. Estamos fiados de nuestro maestro albañil de confianza y la lógica de mis padres para construir una casa. Sabemos muy poco de las columnas y las varillas. No hay datos del movimiento, ni planos de la construcción. Si un día esta casa se cae o las grietas se abren más, no hay forma de identificar por qué.
Algunas construcciones son silenciosas, parece que no pasa nada, pero pasa poco a poco y no hay cómo darse cuenta de los huecos o los ladrillos lastimados. El error fue aplanar la casa, dice el vecino. Las casas sin aplanado tienen muy claro dónde está cada ladrillo.
No sé cuántos sismos somos capaces de aguantar.
En Iztapalapa se reportaron cerca de 8 mil casas dañadas por el sismo. Sin constructoras a quien culpar, parece que las casas que construye la pobreza se van a caer primero.
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