Todos tenemos gustos y pasatiempos, pero a veces hay algo que nos mueve, que nos lleva a preguntar si alguien más disfrutará tanto como nosotros, si alguien más sentirá que esa experiencia se vuelve casi sagrada, mágica, única…
El amor no es sólo un sentimiento. El amor es un deber. Ustedes deben amar. El amor es una orden. Y ustedes dicen, “No puedo darle órdenes a mis emociones, ellas van y vienen como nubes”. Y a eso, Cristo dice, “Ustedes deben amar, así les guste o no. Ustedes temen que su amor haya muerto. Tal vez está esperando ser transformado en algo trascendental”.
Javier Bardem. To the wonder.
Recuerdo perfectamente la voz en off de Javier Bardem hablando sobre el amor en el papel del padre Quintana y la imponente fotografía de Lubezky que conmovía hasta la última vértebra de mi espina dorsal. Era finales del 2013, noviembre o diciembre quizá, la ciudad tenía ese aire invernal con una luz casi dorada, en mí cargaba una melancolía desbordada, una más intensa que la característica del fin de año en la Ciudad de México. Mientras veía To the Wonder de Terrence Malick sabía que mi vida cambiaba, tomaba otra forma.
Nos quedamos sentados hasta que terminaron los créditos, esperar hasta la última cortinilla era casi un ritual para Luis y para mí, una especie de homenaje al cine y a todas las personas que están involucradas en el proceso de realización de una película más allá de los nombres que salen en el cartel. Un six de chelas clandestinas completaba la ceremonia, a veces ocultas en la chamarra, en la mochila o en un bolso, donde fuere siempre el ingenio humano lo resolvía, la mayoría de las veces salimos bien librados, las menos de las veces escoltados por un policía a la salida.
La sala estaba aún en penumbra mientras recogimos nuestras latas, bajamos las escaleras, al fondo en un rincón otras personas también se levantaron, se escuchó el sonido de unas latas contra el piso. Soltamos una risa cómplice.
Aún no me reponía de Malick. Siempre he creído que la belleza es como una droga que dota de una claridad única y electrizante, afuera del cine el aire frío sobre la cara me regresó a la realidad. Iniciamos la conversación post película hasta llegar al análisis del comportamiento de los espectadores, desde los que se distraen en su teléfono para ver Facebook, los que llegan tarde y hasta el que se jeteó en medio de la sala. Increíble, mientras que para nosotros era una experiencia casi espiritual a alguien le daba lo mismo que haber visto Robocop.
Llegamos a una conclusión, ciertos contenidos cinematográficos se encuentran en desventaja por la experiencia que otorga una sala de cine convencional. Después de estacionarse, pasar el mall para llegar al cine y tomar lugar en el asiento hace falta un estímulo que te relaje y abra los sentidos, algo que te destape la pinche alma y desconecte tu cerebro del cotidiano. En nuestro caso, la cerveza y mucha voluntad ayudaba, pero qué pasaría si diseñamos una experiencia más relajante para contenidos que te exigen como audiencia una apreciación más profunda en un estado sensiblemente más abierto.
Acababa de leer sobre proyectos gastronómicos que utilizan la infraestructura de otros restaurantes cuando están cerrados para bajar costos de inversión y a manera de piloto probar su propuesta. Luis me platicó del sótano de un restaurante en la colonia Roma dónde podíamos proyectar pero ¿qué nos diferenciaría de un cine club? La calidad de la proyección, que sean recientes estrenos, el servicio de bebidas y alimentos durante toda la película. Quitarle lo aburrido al evento “artístico”, convertirlo en una salida “cool” con los amigos después del trabajo.
A la semana le propusimos al dueño del sótano. “Danos el día más bajo en ventas y nosotros garantizamos de 20 a 30 personas que consuman”. Deal.
¿Habrá a otros que les entusiasme ver cine en un bar? En enero del 2014 abrimos las redes sociales bajo el nombre de “El Cinebar”. Nos acercamos a distribuidoras mexicanas. Empezamos con lo único que nunca le falta a un ser humano, el ingenio para crear algo de la nada.
Era emocionante imaginar que existían otros como nosotros. Otros cinetílicos.
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