Alberto Analco nos deja echar un vistazo a su diario para descubrir una historia con traiciones, golpes y desventuras que se desarrolla en dos partes. Esta es la primera mitad.
Esta es la primera parte de una anécdota del diario de Alberto Analco Aguilar, un músico que se encuentra todos los días en el callejón de Regina en el barrio del Centro Histórico. Se publica en colaboración con el programa de poblaciones callejeras de la Fundación Centro Histórico.
En la vida hay cosas que no se explican y me refiero en mi caso personal cómo caí en el hospital y la forma: era un martes por la mañana. Salí de mi casa rumbo al trabajo, tomé el metro en San Antonio línea naranja, dirección Rosario y me bajé en Tacubaya para trasbordar en línea 1, en la estación Isabel La Católica. Bajé del metro y salí a Avenida Izazaga. Dando vuelta en Isabel La Católica llegué a Regina y doy vuelta en callejón de Regina rumbo a la calle de Mesones y veo a los teporochos que suelen juntarse ahí, los saludo y me piden que cooperen para el Tonayán. Meto la mano al bolsillo y saco 10 pesos que se los doy a uno de ellos. Les digo, «voy al trabajo, ahorita que lo compren vengo por un trago». Me dirijo entonces hacia el trabajo, el cual es una bodega que compran PET, cartón y otras cosas para reciclar.
Llego y saludo a mi tocayo que es mi jefe y se llama igual que yo, Alberto. Como cada mañana tomo la escoba y me dispongo a barrer la entrada del negocio, que no es muy grande – unos 20 metros cuadrados. Estoy barriendo cuando llega “un compañero de trabajo”, lo saludo pero no me regresa el saludo. Le digo «qué peinadito es ese que traes wey», se enoja y me doy media vuelta y me dispongo a seguir barriendo. Sin deberla ni temerla siento en la espalda un enérgico empujón con una alevosía y ventaja que hizo que soltara la escoba y me estampara en el piso golpeado mi rodilla izquierda. Me quedé estupefacto y sorprendido volteándolo a decirle «qué te pasa pendejo», en eso me dice: “no le hagas a la mamada y párate”, lo mandé a la verga y me dirigí hacia la entrada de la bodega arrastrándome. En el momento del ataque está de espaldas al negocio por lo que no me percaté si mi tocayo vio el incidente, cuando llego al lado de la entrada de la bodega levanto la vista y veo el rostro de mi tocayo y le digo «por favor ERUM», para que mandaran una unidad de rescate.
En eso se empieza a juntar la gente hasta que después de media hora llego la camioneta. Se bajan 3 elementos de la misma, una mujer y dos hombres, se dirigen hacia mí y me pregunta qué pasó, les contesté que me había caído de un árbol. Fue entonces que bajaron una camilla y fueron de regreso hacia mí. Me subieron en la misma y me pusieron mis datos, obviamente estaba acostado, cuando el pendejo que me había empujado sin escrúpulos ni una clase de consideración se subió diciéndome que mi tocayo le dijo que me acompañara, llevando en la mano mi mochila azul con mis pertenencias. Se prendió el motor de la camioneta y se empezaron a cerrar las puertas traseras de la misma y súbitamente el wey ese que se baja mientras que en mí empezaba los dolores de lo que hasta entonces no sabía de un traumatismo. Yo no veía por dónde íbamos o hacia donde, después de media hora se paró la camioneta se abrió la puerta del copiloto y después unos 15 minutos, volvió a arrancar, escuché que habíamos parado en el hospital Rubén Leñero y que estaba saturado.
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